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14 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Ana, la solidaridad de los que menos tienen

Domingo, 08 de julio de 2012 22:57

La historia de Ana Guerrero es como esa popular canción que dice que merecer la vida no es callar y consentir tantas injusticias repetidas. Es una historia que puede resumirse en la alegría de alguien que se ha dado cuenta de que, desde su humilde lugar, puede ayudar a mucha gente.

La ciudad está llena de historias así, pero la de Ana merece un párrafo aparte. Es que ella, con poco, tiene mucho para dar. Paradojas de la vida... como el ejemplo de existencias que jamás pasan inadvertidas.
Ana Guerrero nació hace casi 50 años en Sucre, Bolivia. La pérdida de su mamá hizo que deba dejar la escuela y eso le dio días grises a su niñez. Pero tuvo su revancha y a los 24 años la vida la trajo a Salta, donde conoció a Roberto, con quien se casó y tuvo tres hijos, hoy de 25, 22 y 19 años. También tiene una nietita, bebé. Vive en barrio Unión, ese que tantas veces fue noticia por situaciones de violencia, desde donde Ana sueña con un mundo mejor.

Su granito de arena son las donaciones que desde 2010 lleva a distintos lugares del interior de la provincia. El próximo domingo llegará a Rivadavia Banda Sur y le entregará a la gente de comunidades aborígenes todo lo que ha venido recolectando en los últimos meses: ropa, calzado, mercadería, útiles escolares...

Ana siempre tuvo actitudes solidarias. Hace muchos años comenzó a juntar ropa para llevar a la gente humilde de distintos lugares de la ciudad. Recordó que la idea de viajar a las comunidades aborígenes surgió mirando televisión. Un informe de Caiga Quien Caiga, el programa conducido en aquel momento por Mario Pergolini, denunciaba que muchas de las donaciones que se habían enviado para los damnificados por las inundaciones de Tartagal no habían llegado y, en cambio, habían quedado en manos de funcionarios. Ana le comentó a El Tribuno en ese momento pensó: “Yo podría hacer algo para ayudar a la gente, entonces empecé a pedir ayuda para juntar más cosas”. En noviembre de hace dos años viajó por primera vez al Chaco salteño. Pensó que iba a ser un único viaje, pero apenas volvió sintió que debía seguir haciéndolo. La aventura del próximo domingo será la cuarta, en estos años. “Yo me siento otra persona haciendo esto. Siento que con muy poquito se puede generar una alegría y eso me motiva a seguir”, resumió Ana.

En su casa a veces le reclaman por sus días de ausencia, pero saben que ella es una mujer feliz. Se le nota.
La vida le dio otra revancha. Hasta hace unas semanas Ana no sabía leer ni escribir. Se enteró de que en el CIC de barrio Unión iba a comenzar el programa de alfabetización “Yo sí puedo” y no lo dudó ni un instante. “Yo sí puedo” también, pensó Ana, y le está yendo muy bien.
 

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La historia de Ana Guerrero es como esa popular canción que dice que merecer la vida no es callar y consentir tantas injusticias repetidas. Es una historia que puede resumirse en la alegría de alguien que se ha dado cuenta de que, desde su humilde lugar, puede ayudar a mucha gente.

La ciudad está llena de historias así, pero la de Ana merece un párrafo aparte. Es que ella, con poco, tiene mucho para dar. Paradojas de la vida... como el ejemplo de existencias que jamás pasan inadvertidas.
Ana Guerrero nació hace casi 50 años en Sucre, Bolivia. La pérdida de su mamá hizo que deba dejar la escuela y eso le dio días grises a su niñez. Pero tuvo su revancha y a los 24 años la vida la trajo a Salta, donde conoció a Roberto, con quien se casó y tuvo tres hijos, hoy de 25, 22 y 19 años. También tiene una nietita, bebé. Vive en barrio Unión, ese que tantas veces fue noticia por situaciones de violencia, desde donde Ana sueña con un mundo mejor.

Su granito de arena son las donaciones que desde 2010 lleva a distintos lugares del interior de la provincia. El próximo domingo llegará a Rivadavia Banda Sur y le entregará a la gente de comunidades aborígenes todo lo que ha venido recolectando en los últimos meses: ropa, calzado, mercadería, útiles escolares...

Ana siempre tuvo actitudes solidarias. Hace muchos años comenzó a juntar ropa para llevar a la gente humilde de distintos lugares de la ciudad. Recordó que la idea de viajar a las comunidades aborígenes surgió mirando televisión. Un informe de Caiga Quien Caiga, el programa conducido en aquel momento por Mario Pergolini, denunciaba que muchas de las donaciones que se habían enviado para los damnificados por las inundaciones de Tartagal no habían llegado y, en cambio, habían quedado en manos de funcionarios. Ana le comentó a El Tribuno en ese momento pensó: “Yo podría hacer algo para ayudar a la gente, entonces empecé a pedir ayuda para juntar más cosas”. En noviembre de hace dos años viajó por primera vez al Chaco salteño. Pensó que iba a ser un único viaje, pero apenas volvió sintió que debía seguir haciéndolo. La aventura del próximo domingo será la cuarta, en estos años. “Yo me siento otra persona haciendo esto. Siento que con muy poquito se puede generar una alegría y eso me motiva a seguir”, resumió Ana.

En su casa a veces le reclaman por sus días de ausencia, pero saben que ella es una mujer feliz. Se le nota.
La vida le dio otra revancha. Hasta hace unas semanas Ana no sabía leer ni escribir. Se enteró de que en el CIC de barrio Unión iba a comenzar el programa de alfabetización “Yo sí puedo” y no lo dudó ni un instante. “Yo sí puedo” también, pensó Ana, y le está yendo muy bien.
 

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