Cuando Belgrano se enteró de la movilización realista, el 29 de julio dispuso replegar sus tropas hacia el sur, tal como ordenaba Buenos Aires. Y como no estaba en condiciones de resistir, echó mano a la táctica de “tierra arrasada”. El enemigo no debía encontrar en el camino, casas, alimentos, cultivos, animales, objetos metálicos ni gente. “Los renuentes -dijo-, serán fusilados...”. Ocurrió entonces, el “Exodo jujeño”, que comenzó a principio agosto y finalizó el 23, cuando el Ejército de Belgrano abandonó Jujuy.
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Cuando Belgrano se enteró de la movilización realista, el 29 de julio dispuso replegar sus tropas hacia el sur, tal como ordenaba Buenos Aires. Y como no estaba en condiciones de resistir, echó mano a la táctica de “tierra arrasada”. El enemigo no debía encontrar en el camino, casas, alimentos, cultivos, animales, objetos metálicos ni gente. “Los renuentes -dijo-, serán fusilados...”. Ocurrió entonces, el “Exodo jujeño”, que comenzó a principio agosto y finalizó el 23, cuando el Ejército de Belgrano abandonó Jujuy.
Mientras tanto, Díaz Vélez que volvía de espiar a Pío Tristán en Humahuaca, se hizo cargo de la retaguardia. El repliegue fue precipitado; los realistas avanzaban a 50 kilómetros por día mientras que los criollos, más lentos, hacían 20 por jornada.
El 29 de agosto a la madrugada Belgrano llegó al río Juramento, pero como Tristán le pisaba los talones, continuó a Tucumán.
Finalmente, el 3 de septiembre la vanguardia realista al mando del coronel Agustín Huisi, alcanzó a la retaguardia patriota en el río de Las Piedras. Retaguardia criolla y vanguardia realista se trenzaron y las huestes españolas fueron derrotadas. Es cierto, no fue una victoria de magnitud pero sirvió para levantar el ánimo y permitir que el grueso del ejército patrio tomara distancia. Finalmente, el 13 de septiembre de 1812, Belgrano arribó a Tucumán y días después, lo hicieron los realistas.