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El Papa le pidió a Macri construir una sociedad sin nadie postergado

Jueves, 11 de abril de 2013 11:39

El papa Francisco respondió a una carta que el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, le había enviado cuando fue electo Sumo Pontífice de la Iglesia.
En su misiva, el ex cardenal de Buenos Aires solicitó que todos los habitantes de la Capital Federal trabajen “todos unidos, en la construcción de una sociedad cada vez más fraterna, en la que nadie se sienta extraño o postergado”.
A continuación, la carta que el Papa le envió al jefe de Gobierno porteño.

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El papa Francisco respondió a una carta que el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, le había enviado cuando fue electo Sumo Pontífice de la Iglesia.
En su misiva, el ex cardenal de Buenos Aires solicitó que todos los habitantes de la Capital Federal trabajen “todos unidos, en la construcción de una sociedad cada vez más fraterna, en la que nadie se sienta extraño o postergado”.
A continuación, la carta que el Papa le envió al jefe de Gobierno porteño.

Señor Ingeniero Mauricio Macri: He recibido gustoso la amable carta que, con ocasión de mi elección a la Sede de San Pedro, ha tenido a bien enviarme, en nombre propio y del pueblo de la querida Ciudad de Buenos Aires, y en la que me recuerdan que rezan por mí.

Sus palabras me han traído a la memoria un sinfín de nombres, el rostro de no pocos niños y ancianos, las ilusiones de tantos jóvenes y matrimonios, las preocupaciones de los trabajadores y sus familias, así como las esperanzas y las penas de las personas sencillas y humildes, muchas de ellas pobres y desfavorecidas, olvidadas a menudo al costado del camino. No podré olvidar aquellos años que pasé recorriendo y evangelizando los hogares, la calles, las villas y los barrios de esa populosa ciudad, sobre todo las visitas que hice a los hospitales y a las cárceles para encontrar a los que más sufren.

Correspondo a esta delicada atención, pidiendo al Señor que ilumine y acompañe con su gracia a todos los porteños, de modo que con el auxilio divino puedan ver cumplidas sus más nobles aspiraciones, y cooperen, todos unidos, en la construcción de una sociedad cada vez más fraterna, en la que nadie se sienta extraño o postergado.

Con estos sentimientos, y a la vez que ruego sigan encomendándome a la materna protección de Nuestra Señora de Luján, imparto con afecto la Bendición Apostólica, prenda de abundante dones celestiales.
 

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