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Domingo, 18 de diciembre de 2016 01:30
José Fernando Juárez
José Fernando Juárez tiene 41 años y en la actualidad es el encargado de salón una confitería que se encuentra sobre la avenida Bicentenario de la Batalla de Salta. Si bien recién está llegando a su madurez laboral, lo cierto es que conoce el mundo del trabajo desde los 6 años.
Sus primeros pasos fueron como vendedor de diarios. A los 12 cambió de rubro y se instaló con su cajón de lustrar en la plaza 9 de Julio.
José es el segundo de siete hermanos. Mientras él daba sus primeros pasos intentando llevar algunas monedas que ayuden a su madre, su hermano mayor ya trabajaba como mozo en una confitería de la esquina de Caseros y Mitre.
A los 13 José se presentó ante los dueños de esta confitería a pedirles trabajo. Y se lo dieron. "Apenas alcanzaba la bacha pero ya podía encargarme del lavado y de los mandados", contó José.
De pronto todos aquellos recuerdos se amontonan en su memoria y sus ojos se llenan de lágrimas. "Por aquellos años las cosas en la calle no eran como son ahora. Siempre quise algo más para mi vida y creo que eso me ayudó a buscar la forma de salir. Hoy los chicos no se superan y quedan ahí, además tienen el problema de la droga", dijo José. Rápidamente recordó sus experiencias en la calle y aseguró que antes también había drogas "pero teníamos sueños y expectativas".

Pruebas de la vida

Hace 6 años José perdió a su mamá pero él, igual que sus hermanos, ya había formado su familia. Incluso algunos de los hermanos lograron terminar estudios universitarios.
La mayor de sus hermanas es defensora civil, el tercero es farmacéutico, otro es taxistas y otro mozo.
En la actualidad este hombre es padre de dos varones, uno de 16 y otro de 3 años: Santino José y José Nicolás. Ante la consulta de El Tribuno sobre si pensaba tener más hijos, afirmó con seguridad que no. "Para qué vas a tener un montón de hijos si no podés darles de comer. Tengo los hijos que puedo criar y hacer estudiar", dijo muy resuelto.
El hijo mayor de José ya cursa los últimos años del secundario y vive con su madre. El menor vive con él y su segunda pareja, Sabina Alejandra, quien además trabaja en su casa atendiendo un carrito de sandwiches calientes.

Sus jefes, padres y amigos

José dejó de ver a su padre hace años. Asegura que quienes lo aceptaron en su primer empleo y siguieron confiando en su capacidad a través de los años fueron sus padres adoptivos.
Además de ser canillita y bachero, José aprendió a servir café, hacer pizzas y preparar sandwiches. También trabajó en un antiguo supermercado que se ubicaba en la esquina de Belgrano y Zuviría.
"Tengo suerte porque me gusta hacer de todo en la cocina. Aún en la actualidad, si hace falta alguien en la cocina no tengo problema en volverme a mojar las manos como cuando era chico", afirmó José.
La historia de José llegó a El Tribuno gracias a uno de sus amigos, que si bien no dejó su nombre, lo conoce de toda la vida.
De aquellos años del trabajo en la calle, José todavía mantiene contacto con "Chumpi". Este hombre también se dedicó a la gastronomía y trabaja en la cocina de un local del centro comercial que se ubica al frente de la confitería donde José atiende y controla el salón. "Nos vemos siempre y a veces nos juntamos y nos acordamos de las cosas que hacíamos", contó.

Siempre para la adelante

José nunca desperdició una oportunidad laboral y, si bien no sabía qué tenía que hacer, decía que sí y aprendía en el camino. Cuando empezó a trabajar de bachero, aún con sus 13 años no alcanzaba la pileta. Pero igual se daba maña. Ponía un cajón de gaseosas cerca y se paraba encima. Nada lo detenía ni lo detiene.
José trabajó toda la vida de noche. En la actualidad, su turno comienza en la tarde y se extiende hasta que termina de cerrar el negocio y dejar todo listo para el otro día, cerca de las 6 de la mañana. Está a cargo de unas 15 personas, de entre 20 y 30 años. "Siempre les comento todo lo que pasé y les muestro que, cuando uno quiere, puede superarse", destacó.
Su mamá falleció a los 65 años. Cumplía años el 25 de diciembre, así que las fiestas para José tienen un gusto agridulce desde hace 6 años. "Nos repartimos en las fiestas. Paso Navidad con algunos de mis hermanos y Año Nuevo con la otra parte", afirmó.
El Tribuno le preguntó qué le diría a un chico que está en la misma situación en la que él estuvo hace más de 30 años. "No importa el político que esté de turno en el gobierno. Lo que importa es saber lo que uno quiere. Todo se puede", respondió.
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José Fernando Juárez tiene 41 años y en la actualidad es el encargado de salón una confitería que se encuentra sobre la avenida Bicentenario de la Batalla de Salta. Si bien recién está llegando a su madurez laboral, lo cierto es que conoce el mundo del trabajo desde los 6 años.
Sus primeros pasos fueron como vendedor de diarios. A los 12 cambió de rubro y se instaló con su cajón de lustrar en la plaza 9 de Julio.
José es el segundo de siete hermanos. Mientras él daba sus primeros pasos intentando llevar algunas monedas que ayuden a su madre, su hermano mayor ya trabajaba como mozo en una confitería de la esquina de Caseros y Mitre.
A los 13 José se presentó ante los dueños de esta confitería a pedirles trabajo. Y se lo dieron. "Apenas alcanzaba la bacha pero ya podía encargarme del lavado y de los mandados", contó José.
De pronto todos aquellos recuerdos se amontonan en su memoria y sus ojos se llenan de lágrimas. "Por aquellos años las cosas en la calle no eran como son ahora. Siempre quise algo más para mi vida y creo que eso me ayudó a buscar la forma de salir. Hoy los chicos no se superan y quedan ahí, además tienen el problema de la droga", dijo José. Rápidamente recordó sus experiencias en la calle y aseguró que antes también había drogas "pero teníamos sueños y expectativas".

Pruebas de la vida

Hace 6 años José perdió a su mamá pero él, igual que sus hermanos, ya había formado su familia. Incluso algunos de los hermanos lograron terminar estudios universitarios.
La mayor de sus hermanas es defensora civil, el tercero es farmacéutico, otro es taxistas y otro mozo.
En la actualidad este hombre es padre de dos varones, uno de 16 y otro de 3 años: Santino José y José Nicolás. Ante la consulta de El Tribuno sobre si pensaba tener más hijos, afirmó con seguridad que no. "Para qué vas a tener un montón de hijos si no podés darles de comer. Tengo los hijos que puedo criar y hacer estudiar", dijo muy resuelto.
El hijo mayor de José ya cursa los últimos años del secundario y vive con su madre. El menor vive con él y su segunda pareja, Sabina Alejandra, quien además trabaja en su casa atendiendo un carrito de sandwiches calientes.

Sus jefes, padres y amigos

José dejó de ver a su padre hace años. Asegura que quienes lo aceptaron en su primer empleo y siguieron confiando en su capacidad a través de los años fueron sus padres adoptivos.
Además de ser canillita y bachero, José aprendió a servir café, hacer pizzas y preparar sandwiches. También trabajó en un antiguo supermercado que se ubicaba en la esquina de Belgrano y Zuviría.
"Tengo suerte porque me gusta hacer de todo en la cocina. Aún en la actualidad, si hace falta alguien en la cocina no tengo problema en volverme a mojar las manos como cuando era chico", afirmó José.
La historia de José llegó a El Tribuno gracias a uno de sus amigos, que si bien no dejó su nombre, lo conoce de toda la vida.
De aquellos años del trabajo en la calle, José todavía mantiene contacto con "Chumpi". Este hombre también se dedicó a la gastronomía y trabaja en la cocina de un local del centro comercial que se ubica al frente de la confitería donde José atiende y controla el salón. "Nos vemos siempre y a veces nos juntamos y nos acordamos de las cosas que hacíamos", contó.

Siempre para la adelante

José nunca desperdició una oportunidad laboral y, si bien no sabía qué tenía que hacer, decía que sí y aprendía en el camino. Cuando empezó a trabajar de bachero, aún con sus 13 años no alcanzaba la pileta. Pero igual se daba maña. Ponía un cajón de gaseosas cerca y se paraba encima. Nada lo detenía ni lo detiene.
José trabajó toda la vida de noche. En la actualidad, su turno comienza en la tarde y se extiende hasta que termina de cerrar el negocio y dejar todo listo para el otro día, cerca de las 6 de la mañana. Está a cargo de unas 15 personas, de entre 20 y 30 años. "Siempre les comento todo lo que pasé y les muestro que, cuando uno quiere, puede superarse", destacó.
Su mamá falleció a los 65 años. Cumplía años el 25 de diciembre, así que las fiestas para José tienen un gusto agridulce desde hace 6 años. "Nos repartimos en las fiestas. Paso Navidad con algunos de mis hermanos y Año Nuevo con la otra parte", afirmó.
El Tribuno le preguntó qué le diría a un chico que está en la misma situación en la que él estuvo hace más de 30 años. "No importa el político que esté de turno en el gobierno. Lo que importa es saber lo que uno quiere. Todo se puede", respondió.
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