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Bomberos, un oficio que no repara en sacrificios

Martes, 27 de diciembre de 2016 01:30
Dalia Hurtado y José María Pacheco, cuando dieron el sí.
Hay trabajos que requieren grandes sacrificios, desde poner en riesgo la propia integridad a dejar de lado los afectos en muchas ocasiones. Todo para ayudar a los demás. Es el caso de José María Pacheco, un hombre "enamorado" de su profesión de bombero y en la que ya lleva 40 años de servicio.
Con solo 14 años decidió que esa era su misión en la vida y, desde entonces, nunca dejó de cumplir la tarea, porque en definitiva, así es el trabajo de los héroes verdaderos, aquellos que no tienen capa.

En el camino correcto

Como todos los chicos, a Pacheco, como lo conocen en la ciudad, le gustaba observar el paso de los camiones de bomberos, el ulular de sus sirenas y su imaginación infantil lo transportaba a historias extraordinarias en las que lograba salvar a personas y mascotas de entre lenguas de fuego que arrasaban casas o bosques. Absorto en la puerta de su casa o desde la ventana del colegio, armaba historias en su mente.
Así fue que, ya en la secundaria, se presentó en el cuartel de bomberos voluntarios de la ciudad con la convicción de que quería ser parte de ese grupo de personas a las que admiraba por su coraje y valentía.
Sus padres apoyaron su decisión. "Aunque mi mamá sufría mucho, nunca se opuso", recuerda.
A los pocos meses de incorporarse le tocó asistir a un accidente a la altura del puente Elordi, en Embarcación, sobre el río Bermejo. Por un choque frontal entre dos autos, los ocupantes quedaron atrapados entre los hierros retorcidos. Tras una rápida evaluación, sus compañeros lo dejaron de guardia en el lugar mientras traían herramientas aptas para sacar a las víctimas.
"Me pareció que una de las mujeres estaba viva, pero mis compañeros no respondieron a mi llamado quizás porque creían que no era verdad o porque se complicó la comunicación. No sabía qué hacer, pero le tomé la cabeza como para aliviarla y murió en mis brazos diciendo "mamá, mamá'', voz que hasta el día de hoy resuena en mi mente", recordó.
Tras ese episodio, el pequeño se convirtió en un hombre. "Allí entendí que para salvar vidas debía capacitarme, esto no era cuestión de adrenalina únicamente, sino una responsabilidad que estaba dispuesto a asumir completamente", dice.
En 1979, terminando el colegio, recuerda haber participado en la búsqueda de 31 pescadores que se ahogaron en el Bermejo. "Este tipo de situaciones provocaba que faltara varios lunes a clases, ya que estos hechos trágicos sucedían los fines de semana", explicó.

Entre las aulas y el cuartel

Apenas egresó del secundario se instaló en la capital salteña para estudiar Ingeniería, pero el amor por la institución era tan grande que volvía cada fin de semana para prestar servicio.
La situación económica familiar le impidió continuar con los estudios, pero sin embargo lo aprendido en el nivel superior lo habilitaba para enseñar matemática y física en los colegios Nuestra Señora del Huerto y San Antonio de Padua de Orán y en la escuela del ingenio San Martín del Tabacal.
En ese contexto y por las necesidades del cuartel, nuevamente tuvo que optar y dejó de estar frente al aula para ocupar el cargo de preceptor. "Debía responder siempre a los llamados de emergencia, y eso implicaba dejar muchas veces a los alumnos sin clases. Eso los perjudicaba y renuncié a las horas como docente para ser preceptor", cuenta.
Pasaron los años y, aunque los recursos eran pocos, entendía que la única forma de servir a la comunidad era preparándose como bombero profesional. "Un segundo que sirva para quitar el sufrimiento de una persona justifica toda una vida de entrenamiento", dice convencido de que ese es el único modo de entender este voluntariado.

Becado a España

Hombre robusto, voz de trueno y corazón noble, querido y respetado por sus alumnos, amigos y camaradas, sacrificó muchas horas de su vida para salvar la vida de los demás. Tanto que nunca se había dado la oportunidad de formar una familia hasta ahora, que encontró a Dalia Hurtado, también bombera voluntaria de Salvador Mazza. "Ella entiende perfectamente cuál es mi obligación en el cuartel y me acompaña", explica.
En 2002 recibió una beca de capacitación por un mes que otorgaba la reina de España. En la oportunidad se capacitó con el comisario inspector Leonardo Day, quien en 2014 murió en la tragedia de Barracas, en Buenos Aires. "Cuando volví me sentí verdaderamente un bombero capacitado, pese a que ya tenía 27 años de servicio", dice.
Pacheco se sincera y cuenta: "Muchas veces pensé: "de esta no salgo'', pero no permití que el miedo me dominara". Y reconoce que muchas veces volvió a su casa y explotó en llanto por no hacer podido salvar a alguna persona.
Se define como un hombre creyente y remarca: "Tengo miedo de que el día del juicio final Dios me pregunte qué hice por mis hermanos y no tenga nada para responder". Mientras tanto, este conocido y experimentado bombero dice que tiene una materia pendiente y es tener un hijo con Dalia. "Ahí me sentiré plenamente feliz", concluye.
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Hay trabajos que requieren grandes sacrificios, desde poner en riesgo la propia integridad a dejar de lado los afectos en muchas ocasiones. Todo para ayudar a los demás. Es el caso de José María Pacheco, un hombre "enamorado" de su profesión de bombero y en la que ya lleva 40 años de servicio.
Con solo 14 años decidió que esa era su misión en la vida y, desde entonces, nunca dejó de cumplir la tarea, porque en definitiva, así es el trabajo de los héroes verdaderos, aquellos que no tienen capa.

En el camino correcto

Como todos los chicos, a Pacheco, como lo conocen en la ciudad, le gustaba observar el paso de los camiones de bomberos, el ulular de sus sirenas y su imaginación infantil lo transportaba a historias extraordinarias en las que lograba salvar a personas y mascotas de entre lenguas de fuego que arrasaban casas o bosques. Absorto en la puerta de su casa o desde la ventana del colegio, armaba historias en su mente.
Así fue que, ya en la secundaria, se presentó en el cuartel de bomberos voluntarios de la ciudad con la convicción de que quería ser parte de ese grupo de personas a las que admiraba por su coraje y valentía.
Sus padres apoyaron su decisión. "Aunque mi mamá sufría mucho, nunca se opuso", recuerda.
A los pocos meses de incorporarse le tocó asistir a un accidente a la altura del puente Elordi, en Embarcación, sobre el río Bermejo. Por un choque frontal entre dos autos, los ocupantes quedaron atrapados entre los hierros retorcidos. Tras una rápida evaluación, sus compañeros lo dejaron de guardia en el lugar mientras traían herramientas aptas para sacar a las víctimas.
"Me pareció que una de las mujeres estaba viva, pero mis compañeros no respondieron a mi llamado quizás porque creían que no era verdad o porque se complicó la comunicación. No sabía qué hacer, pero le tomé la cabeza como para aliviarla y murió en mis brazos diciendo "mamá, mamá'', voz que hasta el día de hoy resuena en mi mente", recordó.
Tras ese episodio, el pequeño se convirtió en un hombre. "Allí entendí que para salvar vidas debía capacitarme, esto no era cuestión de adrenalina únicamente, sino una responsabilidad que estaba dispuesto a asumir completamente", dice.
En 1979, terminando el colegio, recuerda haber participado en la búsqueda de 31 pescadores que se ahogaron en el Bermejo. "Este tipo de situaciones provocaba que faltara varios lunes a clases, ya que estos hechos trágicos sucedían los fines de semana", explicó.

Entre las aulas y el cuartel

Apenas egresó del secundario se instaló en la capital salteña para estudiar Ingeniería, pero el amor por la institución era tan grande que volvía cada fin de semana para prestar servicio.
La situación económica familiar le impidió continuar con los estudios, pero sin embargo lo aprendido en el nivel superior lo habilitaba para enseñar matemática y física en los colegios Nuestra Señora del Huerto y San Antonio de Padua de Orán y en la escuela del ingenio San Martín del Tabacal.
En ese contexto y por las necesidades del cuartel, nuevamente tuvo que optar y dejó de estar frente al aula para ocupar el cargo de preceptor. "Debía responder siempre a los llamados de emergencia, y eso implicaba dejar muchas veces a los alumnos sin clases. Eso los perjudicaba y renuncié a las horas como docente para ser preceptor", cuenta.
Pasaron los años y, aunque los recursos eran pocos, entendía que la única forma de servir a la comunidad era preparándose como bombero profesional. "Un segundo que sirva para quitar el sufrimiento de una persona justifica toda una vida de entrenamiento", dice convencido de que ese es el único modo de entender este voluntariado.

Becado a España

Hombre robusto, voz de trueno y corazón noble, querido y respetado por sus alumnos, amigos y camaradas, sacrificó muchas horas de su vida para salvar la vida de los demás. Tanto que nunca se había dado la oportunidad de formar una familia hasta ahora, que encontró a Dalia Hurtado, también bombera voluntaria de Salvador Mazza. "Ella entiende perfectamente cuál es mi obligación en el cuartel y me acompaña", explica.
En 2002 recibió una beca de capacitación por un mes que otorgaba la reina de España. En la oportunidad se capacitó con el comisario inspector Leonardo Day, quien en 2014 murió en la tragedia de Barracas, en Buenos Aires. "Cuando volví me sentí verdaderamente un bombero capacitado, pese a que ya tenía 27 años de servicio", dice.
Pacheco se sincera y cuenta: "Muchas veces pensé: "de esta no salgo'', pero no permití que el miedo me dominara". Y reconoce que muchas veces volvió a su casa y explotó en llanto por no hacer podido salvar a alguna persona.
Se define como un hombre creyente y remarca: "Tengo miedo de que el día del juicio final Dios me pregunte qué hice por mis hermanos y no tenga nada para responder". Mientras tanto, este conocido y experimentado bombero dice que tiene una materia pendiente y es tener un hijo con Dalia. "Ahí me sentiré plenamente feliz", concluye.
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