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16 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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El escape de película del periodista que descubrió el fusilamiento del Che Guevara

Hace 53 años Walter Operto llegaba a Bolivia. Descubría la mentira oficial y se fugaba en una avioneta desde una canchita de fútbol.
Sabado, 10 de octubre de 2020 10:42

"Llamen a los guardias”, gritó un enfermero y el joven periodista de San Mariano (departamento San Cristóbal) que se había formado en las redacciones rosarinas supo que era el momento de huir. Miró a su fotógrafo y al camarógrafo que se les había unido en Vallegrande, el pequeño pueblo boliviano donde el Ejército estaba exhibiendo el cadáver de Ernesto Che Guevara, y los tres salieron corriendo por los pasillos del viejo hospital colonial Señor de Malta. En el grabador llevaba una primicia mundial: los soldados que habían arrestado al mítico guerrillero revolucionario le habían admitido que había sido fusilado. Corrieron seis cuadras hasta un campito de fútbol donde los esperaba el pequeño Cessna que había contratado Revista Así y Crónica para llevarlos desde Buenos Aires hasta Bolivia. La avioneta carreteó a metros de los jeeps militares y emprendió el regreso a la Argentina. En el viaje, Walter Operto comenzó a escribir la crónica que tituló “Nosotros vimos matar al Che”. Era el 9 de octubre de 1967.

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"Llamen a los guardias”, gritó un enfermero y el joven periodista de San Mariano (departamento San Cristóbal) que se había formado en las redacciones rosarinas supo que era el momento de huir. Miró a su fotógrafo y al camarógrafo que se les había unido en Vallegrande, el pequeño pueblo boliviano donde el Ejército estaba exhibiendo el cadáver de Ernesto Che Guevara, y los tres salieron corriendo por los pasillos del viejo hospital colonial Señor de Malta. En el grabador llevaba una primicia mundial: los soldados que habían arrestado al mítico guerrillero revolucionario le habían admitido que había sido fusilado. Corrieron seis cuadras hasta un campito de fútbol donde los esperaba el pequeño Cessna que había contratado Revista Así y Crónica para llevarlos desde Buenos Aires hasta Bolivia. La avioneta carreteó a metros de los jeeps militares y emprendió el regreso a la Argentina. En el viaje, Walter Operto comenzó a escribir la crónica que tituló “Nosotros vimos matar al Che”. Era el 9 de octubre de 1967.

Hoy, 53 años después, Operto recuerda aquel día con nitidez. Desde su casa en el macrocentro de Rosario, muy cerca de la plaza López, evoca los días anteriores a ese viaje y el escape de película que terminó con una crónica que develó un secreto celosamente guardado por el ejército boliviano.

Eran días intensos. “Lo que estaba pasando en Bolivia atraía el interés periodístico porque allí estaba el primer foco guerrillero después de la revolución cubana”, describe. En efecto, en las zonas selváticas del sudoeste de Bolivia se desplegaban por entonces columnas guerrilleras que respondían a los hermanos Inti y Coco Peredo, miembros del Partido Comunista de Bolivia.

Por entonces nadie sabía de la presencia del Che en Bolivia. "Era una incógnita. Se decía que estaba en Cuba y otros arriesgaban que había muerto en el Congo (Africa)”. En suelo, africano Guevara había fracasado en su intento de instalar la revolución.

En avioneta a Bolivia

El 8 de octubre de 1967 el ejército boliviano difundió la información oficial de que había capturado al Che. La noticia alborotó en Buenos Aires la redacción de la Revista Así, donde Operto había llegado luego de transitar muchos años por medios de Rosario.

“La editorial Sarmiento, que editaba Crónica y Revista Así, era el único medio del país que contaba con un avión, por eso nosotros llegábamos primero a todas partes”, asegura Operto. Sin mucho preámbulo, el 9 de octubre partió junto al fotógrafo Hugo Lazaridis y el piloto Miguel Fitzgerald con rumbo a Bolivia. Para entonces, Bolivia anunciaba la muerte del Che a raíz de “las heridas sufridas en combate”.

Fue un viaje eterno a bordo de un pequeño Cessna con el que hicieron escala en Jujuy, luego en Santa Cruz de la Sierra y finalmente aterrizaron en una canchita de fútbol de Vallegrande. “Era un pueblo muy chiquito y no tenía pista de aterrizaje”, recuerda Operto.

Ni bien llegaron les comunicaron que el cadáver del guerrillero sería exhibido en el Hospital Señor de Malta. “Entraron sólo cuatro fotógrafos: el de nuestra revista, uno de la CIA, uno del ejército y uno que hacía fotos sociales y tenía un puestito enfrente del hospital. Es más, después exhibió las imágenes en la vidriera de su negocio y le fue muy bien turísticamente”, admite.

Operto, en tanto, se preocupó por hablar con el militar a cargo para que le contara detalles del combate en el que habían capturado al Che. La versión oficial indicaba que el guerrillero se había rendido tras ser herido y les había dicho a sus captores: “No me maten, soy el Che, valgo más vivo que muerto”. Luego había sido trasladado a La Higuera, un poblado situado a cinco kilómetros de donde ahora se exhibía su cuerpo inerte.

En Vallegrande, Operto le pidió al coronel Joaquín Zenteno Anaya que lo dejara hablar con algunos soldados que habían estado en ese combate, pero el militar le dijo que todos estaban en La Higuera y era muy complejo acceder allí.

La herida mortal

El joven periodista no se quedó conforme. Buscó en el pueblo al médico que había practicado la autopsia del Che. Su consultorio estaba a pocas cuadras. Allí, José Martínez Caso le dijo que el rosarino había recibido múltiples impactos en las piernas (sobre todo en la izquierda) en el hombro izquierdo y un balazo a la altura de la tetilla izquierda.

Ese último disparo despertó una pregunta crucial. “Con esa herida, ¿una persona puede sobrevivir y pedirle a los soldados que no lo maten?”, le preguntó al médico y la respuesta fue taxativa. “Con un disparo allí, la muerte es instantánea”.

Operto sintió entonces que algo de la historia oficial no cerraba. Mientras la versión del ejército señalaba que el Che fue capturado el 8 y murió el 9 por las heridas en combate, ahora el médico le decía que uno de los impactos era letal. Si ese disparo lo había recibido en combate, era imposible que hubiese sobrevivido 24 horas. Caso le dio otro dato clave: los soldados que habían sido heridos en la pelea contra los hombres del Che estaban internados en el Hospital Señor de Malta.

La actuación

Operto ya conocía el hospital. Allí les habían mostrado el cuerpo del mítico guerrillero. Le pidió al médico los nombres de los soldados y hacía allí fue nuevamente con su fotógrafo. Se les sumó en el camino un camarógrafo. En el efector había una fuerte guardia armada. Para ingresar se le ocurrió un plan.

“Encaramos el ingreso y saludamos con voz enérgica. «Buen día soldados», les dije y la guardia se abrió. Creo que pensaron que éramos personal del Ejército. Una vez adentro observé una enfermera y le pregunté por el soldado Choque. Para eso le había pedido los nombres al médico. Me señaló una habitación y allí encontré a cuatro. Empecé a entrevistarlos, me dijeron que al Che lo habían capturado vivo, que lo habían ejecutado al otro día y hasta quién lo había hecho”, recuerda Operto.

El relato culminó drásticamente cuando un enfermero descubrió a los periodistas y dio la voz de alerta. Escaparon a la carrera por los fondos del hospital y despegaron desde la canchita. Operto tenía una primicia. La tituló “Nosotros vimos matar al Che”. Y así, el periodista que surcó las redacciones rosarinas destrozó hace 53 años la mentirosa versión oficial de la muerte de otro rosarino. Todo, en un viaje con un final cinematográfico.

Fuente: La Capital

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