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Salud, el pedido de este año en el ritual ancestral de la Pachamama

La tradicional ceremonia a cargo de la familia Báez-Gaspar fue para los más íntimos. Gauchos con barbijos cantaron coplas “a la cuarentena”. Muchos dejaron sus ofrendas y se retiraron. 
Domingo, 02 de agosto de 2020 00:17

Con la apertura del “mojón” donde se depositan las ofrendas a la tierra a la hora cero de ayer, comenzó el agradecimiento a la Pachamama que el matrimonio de Severo Báez y Rafaela Gaspar realiza hace 45 años. Ella desde La Quiaca y él, de Cachi, trajeron sus costumbres ancestrales y supieron transformar a la ceremonia típica de los pueblos de los cerros, una tradición también en la ciudad. 

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Con la apertura del “mojón” donde se depositan las ofrendas a la tierra a la hora cero de ayer, comenzó el agradecimiento a la Pachamama que el matrimonio de Severo Báez y Rafaela Gaspar realiza hace 45 años. Ella desde La Quiaca y él, de Cachi, trajeron sus costumbres ancestrales y supieron transformar a la ceremonia típica de los pueblos de los cerros, una tradición también en la ciudad. 

“Todos se burlaban de lo que hacíamos. Antes se reían cuando sahumábamos o cuando cantábamos. Pero hoy, ¿quién no hace la ofrenda a la Madre Tierra? Esto es lo nuestro. Una tradición que nunca va a morir”. Con estas palabras inauguró la ceremonia Viviana Báez, una de los 14 hijos del matrimonio, mientras sus padres eran los primeros en realizar las ofrendas.

La ceremonia central se desarrolló a la siesta, en la casa de la familia Báez- Gaspar, en Villa Primavera. En la vivienda de la zona oeste se respira tradición. Allí también funciona el Centro de Residentes Vallistos y Puneños.

La imagen de los gauchos copleando con barbijos fue la que marcó que la ceremonia sería atípica. El agradecimiento a la Pachamama este año no fue abierto al público. Se realizó con las limitaciones que la pandemia marca. 

Este año la celebración, para la cual la familia y sus amigos se preparan durante todo el año, fue para los “más allegados”. Por turnos y en grupos de a diez, realizaron las ofrendas. Los que no pudieron participar las dejaron y se retiraron. Otros le pidieron a Severo Báez que les sahume el auto.
Más allá de los protocolos de distancia, un pedido unió a los presentes: salud.

“No sé qué mal ha llegado”, anunció Rafaela Gaspar. “Únicamente Dios sabe lo que pasa”, indicó la anfitriona que pidió “para que se vaya la pandemia” y por “la salud de todos... los salteños, los argentinos y todo el mundo”. 

Foto Javier Corbalán

“Pedimos por salud y que se vaya esta peste que nos está quitando tanta gente”, la secundó Viviana Báez, una de las herederas de la tradición. Viviana conduce la ceremonia todos los años. En esta oportunidad su alocución estuvo desbordada de emoción. “Será que una se va poniendo más vieja”, bromeó.

Desde que comenzó la pandemia, el matrimonio anfitrión comenzó a sahumar fervientemente a las 6 de la mañana.

“Ese día llegué de Cafayate y me dicen: ‘No va nadie a ningún lado’. Yo digo: ¿qué pasó? , y me dicen: ‘Hay una enfermedad fea, no podés salir de la puerta para afuera’. Desde ese día sahumo todos los días para ahuyentar el mal, con ese humo hasta el dengue se va a ir”, aseguró Rafaela. 

Con aires de Puna

Los productos de la Puna le llevaron a la ceremonia los aires de los cerros y los valles, como las tradicionales pulseras que se reparten a los presentes. “Allá en el campo, cuando llega el mal viento en agosto, yo digo que hay que sahumarse y ponerse hilo de yoke para que no nos lleven los males.

Aquí le decimos la pulserita de la buena onda, para que se entienda”, simplificó Rafaela, que invitó a que la gente busque el suyo. 

“Se ponen para la mala onda y la salud”, añadió Tomasa Marín, “la madrina de las pulseras”. “No es muy fácil de hacerlo. Primero tengo que hilar la lana blanca, luego se une y se tuerce. Luego hay que teñirla de varios colores y se va atando”, explicó la seclanteña, mientras sonaban cajas y coplas sobre la cuarentena.

También hubo productos vallistos de ofrenda. “Papa oca, habas, papa andina, nuez de Seclantás, yuyos de Las Tolas, de la Quebrada del Toro, para el sahumerio, mazorca de Gobernador Solá”, indicó Jorge Báez.

Catorce hijos

Severo Báez y Rafaela Gaspar tuvieron 14 hijos que participan activamente de la ceremonia. “Para nosotros es más que Navidad o Año Nuevo”, ejemplificó Viviana Báez.

Los hijos suelen trabajar en diferentes partes de la provincia. Algunos venden muebles, por lo que viajan constantemente. “Pero si estamos ocupados pedimos vacaciones, pero cada primero de agosto estamos aquí todos juntos”, aseguró Viviana, quien suele conducir cada ceremonia.

El menor de los Báez cocinó cabeza guateada en el horno de barro. “Me quedé sin trabajo por esto de la pandemia y comencé a hacer también para vender”, contó, y dio su contacto 3874791059.

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