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Tarifas: un laberinto que exige un plan energético

Domingo, 13 de febrero de 2022 02:11

La economía argentina se encuentra en un laberinto. El escenario actual, con una proyección del 50% de piso para la inflación de 2022 y un crecimiento pertinaz de la pobreza estructural y del deterioro laboral, convierte en ilusoria cualquier solución que se adopte pensando obsesivamente en las elecciones de 2023.

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La economía argentina se encuentra en un laberinto. El escenario actual, con una proyección del 50% de piso para la inflación de 2022 y un crecimiento pertinaz de la pobreza estructural y del deterioro laboral, convierte en ilusoria cualquier solución que se adopte pensando obsesivamente en las elecciones de 2023.

La fractura interna del Frente de Todos no solo debilita al gobierno de Alberto Fernández, sino que hace más intenso el tembladeral que, de por sí, soporta la sociedad.

Las decisiones sobre la reducción de los subsidios en servicios de gas y energía eléctrica requieren, en primer lugar, sensatez. La energía, como todo, alguien la paga. En las últimas dos décadas el país debilitó su generación de energía, aumentó la dependencia de las importaciones, los precios crecieron al ritmo de la inflación y los subsidios, para controlar esa suba, se tradujeron en déficit. La recuperación energética solo será posible con un plan de desarrollo, difícil de construir cuando son evidentes las posiciones encontradas en el seno de los ministerios de Economía y de Desarrollo Productivo, y de sus dependencias.

Tal es el desconcierto que hoy es imposible saber si habrá o no un "tarifazo" y cuál será la posición del Gobierno en la renegociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional, que pide como garantía una reducción sustantiva del déficit fiscal.

El dilema de las tarifas se aparece como un laberinto. Tal como están hoy, prácticamente congeladas después de dos años de alta inflación, los subsidios energéticos se vuelven insostenibles, pero un tarifazo provocaría una catástrofe para el sistema productivo, especialmente las pymes, y para las economías domésticas.

La teoría de que la emisión sin límites cubre cualquier déficit, está claramente demostrado, es un argumento ingenuo que no resiste el análisis sensato. Y sus consecuencias son letales.

Como en todos los problemas estructurales de la economía argentina el eje pasa por el desequilibrio entre la competitividad productiva, la fragilidad monetaria y cambiaria y el gasto público. Esto se traduce en déficit fiscal, endeudamiento e inflación.

Por lo poco que se sabe a ciencia cierta, el Gobierno habilitó aumentos de tarifas de gas, sin reducción de subsidios.

En los últimos tres años, con una inflación acumulada de 186%, se aumentaron 26% les precios de las distribuidoras y no hubo aumentos para las empresas de transporte de gas. Enargás autorizó incrementos de 40% para las distribuidoras y de 50% para las transportistas. Esto se traduciría en un 20% de aumento en las facturas, pero los usuarios seguirán pagando apenas el 29% del costo. El resto seguirá subsidiado.

El ministro de Economía, Martín Guzmán, había informado que es necesario subir las tarifas de gas entre 35% y 47%.

Con las tarifas del servicio eléctrico se espera un aumento de 35% en la generación y 20% en las boletas.

El año pasado, los subsidios a la energía equivalieron a US$10.910 millones, un 2,4% del PBI. El déficit fiscal primario total fue de 3% del producto.

El FMI espera por una "reducción en los subsidios energéticos" para cerrar el nuevo Programa de Facilidades Extendidas. Argentina se endeudó con el organismo cuando se quedó sin acceso al crédito internacional. Hoy, las prórrogas acordadas en 2020 con los acreedores privados no alcanzaron a fortalecer nuestra credibilidad.

Entrar en default agravaría todo. Lo que el país debe ofrecer al FMI es seguridad. Los 1.790 puntos de riesgo país no nos ayudan en absoluto. Ucrania, al borde de la guerra con Rusia, se ubica en los 793 puntos.

Si para reducir el déficit fiscal la alternativa es producir un tarifazo y multiplicar impuestazos, todo será peor. Fraccionando a la sociedad para segmentar los aumentos de tarifas no se va a resolver el problema del déficit energético. Privando de los servicios a quienes no puedan pagarlo, tampoco.

Estamos en un laberinto, del que solo se saldrá generando credibilidad ante los organismos internacionales y el mundo financiero, en general. Esto solo se logrará con un gobierno sin fracturas internas, con un plan económico (y energético) y una oposición que actúe con espíritu republicano.

 

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