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La inflación es lo urgente, la democracia, lo esencial

Domingo, 31 de diciembre de 2023 01:16

La Argentina llega a 2024 en un momento inédito de transición. Una transición cuyo desenlace es tan incierto como antes de las elecciones, donde se hizo evidente que nuestra democracia es una construcción inconclusa y que la política sigue atravesada por una crisis de representación.

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La Argentina llega a 2024 en un momento inédito de transición. Una transición cuyo desenlace es tan incierto como antes de las elecciones, donde se hizo evidente que nuestra democracia es una construcción inconclusa y que la política sigue atravesada por una crisis de representación.

La incuestionable legitimidad de los gobernantes y de los legisladores los obliga a revalidar la confianza abordando el profundo deterioro macroeconómico; una decadencia provocada por veinte años de errores de fondo que impidieron al país aprovechar las ventajas que brindó la producción primaria y avanzar en el desarrollo humano.

Hoy, la inflación es lo urgente, pero la reconstrucción de la democracia representativa es lo más importante. En esta coyuntura nadie debe ponerse en el rol de "salvador de la Patria". Los mesianismos, inexorablemente, culminan en autoritarismo y pobreza.

El país no puede vivir en un eterno estado de emergencia que justifique la delegación de facultades extraordinarias en uno de los poderes.

El pensador José Ortega y Gasset escribió, en plena guerra civil española, que "las horas de bienestar, de equilibrio y de sensatez no han sido regaladas nunca a un pueblo".

De nada sirve la política facilista y rendidora, porque el impacto dura poco tiempo si la sociedad no percibe sus beneficios. La crisis de estos días es el precio que se paga por no haber diferenciado las bonanzas transitorias de un crecimiento sostenido, de haber desalentado la inversión con una visión antiproductiva y por haber propuesto el autoengaño de los "brotes" que aparecerían en el corto plazo.

Más allá de las retóricas envolventes, a las que Carlos Marx definió como "ideologías", es decir como recursos del poder, si no se comprenden los límites y un presidente se ilusiona con que es posible "ir por todo", la democracia es una utopía.

El filósofo francés Jacques Maritain advirtió en 1942 que "la tragedia de las democracias modernas consiste en que ellas mismas no han logrado aún realizar la democracia".

Es imposible salir adelante como sociedad si no se aprende a convivir con las diferencias y si, por sobre esas diferencias, no asume que nadie es dueño de la verdad absoluta. La idea de pertenencia a una nación se torna inviable si prevalece la intolerancia.

El voto legitima el ejercicio del gobierno y del poder, pero nadie debe enceguecerse pensando que hay triunfadores y derrotados, como en el deporte. El voto universal refleja, por sobre todo, la pluralidad de visiones. Los poderes del Estado, justamente, están divididos para que todos los ciudadanos se vean representados en las instituciones.

Y esa es la clave para salir de la crisis o para que esta se agrave.

El presidente Javier Milei presentó un decreto de necesidad y urgencia y un proyecto de ley ómnibus que él considera legítimos para producir una transformación total de la economía, con consecuencias directas en el desarrollo social. Nada en el contenido de ambos instrumentos justifica el rechazo ideologizado de parte de la oposición y de la CGT, aunque sí hay aspectos que se deben corregir. Para eso, el Congreso tiene tanto poder, o más, que el presidente para eliminar distorsiones e improvisaciones y comenzar a legislar para la gente.

Allí está la esencia de la democracia representativa. El caudillismo y el presidencialismo la desnaturalizan. La endémica manipulación del Congreso y de todos los organismos de control y auditoría, y la confrontación grotesca contra la Justicia que hemos vivido en los últimos cuatro años no son más que síntomas de autocracia.

La democracia representativa no es una utopía, sino el sistema más humano y el único que conduce al desarrollo social. Hoy, la Argentina necesita que así lo asuman el presidente y los legisladores que han sido elegidos para garantizarla.

 

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