El calendario electoral argentino genera un profundo temor entre los votantes, no solo los resultados y por la calidad de muchos de los candidatos, sino también y por sobre todas las cosas por el “castigo” que le infringen los “mercados” el día después.
Esta es una costumbre que se ha arraigado hace algunas décadas convirtiéndose en un verdadero y peligroso “clásico”, que se juega en las góndolas.
Nada ni nadie parece conformar al “fantasma” que maneja la maquinita de remarcar los precios, lo cierto es que después de cada elección Primaria Abierta y Obligatoria (PASO), gane quien gane o pierda quien pierda, la inflación se dispara. Y en el periodo que transcurre hasta los comicios generales reina la “incertidumbre”, bajo cuyo nombre todo está permitido.
Ni que hablar si la definición se traslada al balotaje, ya que por tercera vez el derecho de los argentinos a elegir a sus representantes es castigado con una nueva suba de precios.
Dadas estas reales circunstancias, quienes tienen el poder de cambiar las cosas deberían rever el sistema electoral a fin de generar menos “incertidumbre” y menos oportunidades a los especuladores para dar rienda suelta a su irrefrenable impulso de “remarcar” y obtener astronómicas ganancias en cuestión de días.