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16 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Caseros: una bisagra en la construcción del Estado

Martes, 06 de febrero de 2024 01:39

Llevar a cabo la organización constitucional de la República fue el anhelo temprano en el espíritu de Justo José de Urquiza. Desde muy joven se pronuncia a favor del régimen federal. Legislador, comandante y gobernador de Entre Ríos, gana renombre militar y luego, el de gobernante progresista, fiel administrador de la cosa pública.

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Llevar a cabo la organización constitucional de la República fue el anhelo temprano en el espíritu de Justo José de Urquiza. Desde muy joven se pronuncia a favor del régimen federal. Legislador, comandante y gobernador de Entre Ríos, gana renombre militar y luego, el de gobernante progresista, fiel administrador de la cosa pública.

Desde 1810 la gran ciudad del Plata logra sentar su poderío económico y político sobre el interior a causa de la posesión del puerto único heredado de la colonia, y el correlativo cierre de los ríos al comercio extranjero. Esta última circunstancia se patentizó en el conflicto mantenido por el gobernador Rosas con los jefes de la escuadra anglo-francesa.

El problema de la libre navegación de los ríos de la cuenca del Plata se actualiza en una erudita polémica periodística, uno de cuyos sostenedores es Florencio Varela, redactor del "Comercio del Plata", órgano que aparece en Montevideo. En una serie de artículos destaca las ventajas aparejadas por el goce de este derecho entre las poblaciones ribereñas.

Desde 1846, Urquiza es visto por los opositores de Rosas como el que terminaría con la tiranía. En ese año Esteban Echeverría expresaba: "Nadie en la República está en situación más ventajosa que Vuestra Excelencia para ponerse al frente de ese partido nacional y para promover con suceso la fraternidad de todos los argentinos y la pacificación de nuestra tierra. Esa gloria es envidiable y si V. E. la conquista merecerá, sin duda, el título de primer grande hombre de la República Argentina".

Acuciado a porfía, madura su plan con calma. En 1851 se resuelve a emprender la campaña por la organización nacional. Así lo comunica el 3 de abril a los gobernadores de las provincias del interior: "Ha llegado el momento de poner coto a las temerarias aspiraciones del gobernador de Buenos Aires, quien no satisfecho con las inmensas dificultades que ha creado a la República por su caprichosa política, pretende ahora prolongar indefinidamente su dictadura odiosa…".

Epílogo de una etapa

El 1° de mayo de 1851, inicia Justo José de Urquiza su revolución constitucionalista. Lo impulsa la idea de completar la inaugurada en 1810, dotando al país de un instrumento jurídico que regule deberes y derechos de gobernantes y gobernados.

Urquiza se dedica con gran sigilo a preparar la campaña contra la dictadura de Rosas. Se entrevista primero con el gobernador de la provincia de Corrientes, General Benjamín Virasoro. Luego, por medio de agentes secretos, informa de sus propósitos a las autoridades de Uruguay y Brasil. El 29 de mayo de 1851 suscribe con sus representantes un convenio, cuyo fin inmediato es liberar a la República Oriental del Uruguay del dominio del General Manuel Oribe, aliado de Rosas. El objetivo se logra sin derramamiento de sangre. El 8 de octubre, Urquiza otorga a su oponente una capitulación, tal vez la más generosa de que haya noticia en la historia. Por ella se le reconoce la legalidad de sus actos gubernativos y la deuda contraída.

Actitud en notorio contraste con la violenta reacción operada en Buenos Aires. Por decreto del 20 de setiembre se pone a Urquiza fuera del amparo de las leyes, se le desconoce el carácter de gobernador y de sus grados militares, aplicándosele en forma oficial los motes de "loco", "traidor", "salvaje unitario". En las provincias del interior se imita al unísono dicho temperamento. La de Tucumán agrega el calificativo de "vándalo".

De acuerdo al convenio del 29 de mayo, los Estados de Entre Ríos, Corrientes, la República Oriental del Uruguay y el Imperio del Brasil, deciden el 21 de noviembre terminar con el dictador porteño. En el artículo primero expresan: "Los Estados aliados declaran solemnemente que no pretenden hacer la guerra a la Confederación Argentina, ni coartar de cualquier modo la plena libertad de sus pueblos, en el ejercicio de sus derechos soberanos que deriven de sus leyes y pactos". Y continúa: "Por el contrario, el objeto único, a que los Estados aliados se dirigen, es libertar al pueblo argentino de la opresión que sufre bajo la dominación tiránica del gobernador don Juan Manuel de Rosas".

Bajo la jefatura de Urquiza se organiza el "Grande ejército aliado libertador", con una formación de 28.189 hombres (20.179 argentinos) al que se incorporan la casi totalidad de los anti- rosistas. Entre ellos se encuentra Domingo F. Sarmiento, encargado de la imprenta volante, donde se imprimen boletines informativos de los móviles de la campaña.

Entre el 23 y el 25 de diciembre se pronuncian a favor las ciudades de Santa Fe y Rosario, con las cuales había ya tres provincias argentinas en lucha abierta contra la dictadura.

El 3 de febrero de 1852, en el campo de Caseros se libró la lucha. Los ejércitos eran parejos en número y disciplina, pero la conducción de Rosas fue totalmente estática y sus subordinados tampoco dieron muestra de iniciativa. Urquiza planeó bien su acción, aunque siguiendo una actitud que le sería típica: en un

momento de la batalla abandonó la conducción para mezclarse en la lucha como jefe de un ala. La victoria de los aliados fue total. Justo José de Urquiza triunfa rotundamente sobre Juan Manuel de Rosas en el campo de batalla de Caseros. Rosas regresa con unos seguidores a Buenos Aires, redacta su renuncia y a continuación se asiló en la legación británica. Esa misma noche, acompañado del encargado de negocios inglés, se trasladó con sus hijos Manuelita y Juan a una fragata inglesa. Cuatro días después partía hacia Inglaterra, concluyendo así su discutida carrera pública.

Rosas había fracasado en lograr la paz. Esto, y el desgaste provocado por casi veinte años de gobierno personalista, más los excesos del régimen, habían apagado muchos entusiasmos y alejado a más de un adherente.

La caída de Rosas dejó de hecho todo el poder político nacional en las manos del general Urquiza. Pero en el orden local porteño, el vacío de poder resultó más difícil de llenar, dada la anterior omnipresencia de Rosas en todos los aspectos de la vida política provincial.

La Constitución en marcha

Al día siguiente el jefe victorioso comienza a poner en práctica su plan político. En primer término la fusión de los partidos. Desaparecen "unitarios" y "federales". La proclama del 4 de febrero anuncia tiempos nuevos: "Olvido general de todos los agravios. Confraternidad y fusión de todos los partidos políticos", forman los letreros de las divisas libertadoras. "Todos somos amigos e hijos de la gran familia argentina …"

En prueba de ello, está el rechazo de la capitulación ofrecida por los defensores de Buenos Aires y el nombramiento de gobernador interino en la persona del doctor Vicente López, figura respetable, autor del Himno Nacional.

A partir de Caseros hay extraordinaria libertad de prensa. Treinta órganos de pensamiento ven la luz en el Buenos Aires de 1852. Bartolomé Mitre funda "Los Debates", Carlos Tejedor "La Crónica", Eusebio Ocampo "El Padre Castañeta", José Mármol "El Paraná". En "El Nacional" escriben Dalmacio Vélez Sarsfield y Domingo F. Sarmiento, en "El Correo Argentino" Tomás Guido. "El Progreso" y "El Federal Argentino" responden a la tendencia oficialista. Además, aparecen otros de simple carácter literario o satírico.

Libertad disfrutada asimismo en los comicios en que se eligen los nuevos miembros de la legislatura, al punto de triunfar una lista muy distante de las preferencias del vencedor de Caseros. Empero, no bien se constituye la Sala, le otorga un voto de gracias por haber liberado Buenos Aires " … del tirano que la oprimía y haber iniciado la organización nacional …"

Arduo camino por delante

A decir verdad, apenas pasado el júbilo, estallan rivalidades de grupo y de partido hasta amenazar seriamente los frutos de la victoria. En una proclama del 21 de marzo, Urquiza las fustiga con acritud. En las siguientes jornadas se produce la secesión de Buenos Aires, y una fractura política entre la capital y el interior. Después de una década, la Nación se unificaría nuevamente.

Caseros significa el principio del fin de un período de fragmentación política y territorial. Representa la aspiración de unificación de las provincias en una unidad nacional. Abre la perspectiva, habilita el diálogo para redactar y sancionar la Constitución Nacional en 1853, y fundamentalmente organizar institucionalmente a la Nación.

"La Constitución de la Confederación Argentina ha legitimado nuestra revolución" afirmó Urquiza en la apertura del Congreso Constituyente en septiembre de 1852.

Caseros representa la bisagra de la historia nacional. Configura la concepción de reconstruir el Estado bajo el imperio de una Carta Magna. De tal suerte, nuestra Patria, se incorpora al concierto de las naciones del mundo que habían avanzado y afianzado en Constituciones y Parlamentos.

Caseros representa un tiempo de fin de ciclo y de apertura hacia un nuevo paradigma, un tiempo de revisión y puesta en marcha de instituciones, de redactar códigos, de educar, de poblar.

Caseros fue un desafío para un conjunto de argentinos que proyectaron cambios y moldearon la grandeza de una Nación. Hoy nos encontramos ante un nuevo desafío que nos interpela a todos los habitantes de la Patria a compartir la labor de hacer de este suelo un lugar mejor para todos.

 

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