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La endemia de la inflación exige pericia y prudencia

Domingo, 14 de enero de 2024 01:19

El primer dato de inflación recibido este año corresponde a diciembre y, aunque previsible, no deja de resultar desalentador para el ciudadano común: 25,5% de incremento generalizado de precios es un mazazo para cualquier bolsillo. El presidente Javier Milei consideró como un dato positivo que no haya llegado al 30%, especialmente después de la devaluación que él mismo dispuso ni bien iniciado su gobierno. De ese modo, la inflación acumuló en el año pasado 211,4%, el fin de ciclo del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, probablemente, el más inflacionario de la historia.

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El primer dato de inflación recibido este año corresponde a diciembre y, aunque previsible, no deja de resultar desalentador para el ciudadano común: 25,5% de incremento generalizado de precios es un mazazo para cualquier bolsillo. El presidente Javier Milei consideró como un dato positivo que no haya llegado al 30%, especialmente después de la devaluación que él mismo dispuso ni bien iniciado su gobierno. De ese modo, la inflación acumuló en el año pasado 211,4%, el fin de ciclo del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, probablemente, el más inflacionario de la historia.

El presidente es economista, pero sabe que un dato técnicamente alentador no basta para fidelizar a un electorado que le brindó un triunfo contundente, pero al que una inflación sostenida podría desencantarlo. Para la inmensa mayoría de la población, los responsables de la inflación son quienes ocuparon la Casa Rosada durante 16 años y medio; por eso confiaron la solución del problema a quien se ofreció como un transformador de la economía y del Estado.

Pero la inflación se hace sentir especialmente en áreas vitales, como los alimentos, los servicios de salud y las tarifas. El plan económico propone llegar a un superávit fiscal de 2% a fin de año es decir, cinco puntos del PBI por encima del -3% de déficit heredado de la gestión de Sergio Massa. Es muy ambicioso y tendrá sus costos. Eliminar las horas extras en la administración pública, sin analizar las funciones que en ellas se cumplen, puede perjudicar los servicios y afectará, seguro, a las economías domésticas. No debe darse un solo paso sin calcular la fragilidad social que genera una inflación como la que prevé el Gobierno para este año.

Según cálculos de la consultora Abeceb, el sueldo promedio que en 2017 era US$ 1.500, ahora merodea los US$ 400.

A su vez, el Gobierno porteño anticipó que una familia de la CABA necesitó para no ser pobre casi $495.000 en diciembre.

La inflación es una endemia que padece la Argentina y que hunde sus raíces en el retroceso de la actividad productiva, en la incapacidad de multiplicar exportaciones con valor agregado, en el deterioro del nivel de empleo y en la politización del Estado como empleador de última instancia; sin olvidar que las políticas sociales debieron aumentar exponencialmente junto con la pobreza y la indigencia.

Sin acceso a financiamiento genuino y descuidando por completo las políticas de desarrollo industrial y productivo, el país ingresó en un callejón sin salida. Lo que es fácil de comprender en el escritorio del analista económico, es desesperante para quienes han visto caer su ingreso a la cuarta parte.

Los empresarios calculan que la inflación de enero llegará a 25% y que irá decayendo paulatinamente hacia menos del 10% a fin de año, por lo que en 2024 los precios acumularían un incremento de 213% anual. Y, a su vez, al Banco Central proyecta para diciembre un dólar oficial a $1.700.

Esta realidad heredada obligará a Javier Milei a no dejar ningún cabo suelto. Contrariando a todas nuestras tradiciones, el Presidente deberá poner la proa en el verdadero modelo de la libertad, que es el Estado al servicio de las personas. Grande o chico, debe ser un Estado eficiente, que optimice los servicios públicos, la salud y la educación pública, que allí estará la clave para erradicar la inflación. Entre tanto, obligado como está a exigir fuertes sacrificios a toda la población, deberá acompañar cada decisión con muestras de fino tacto político, para que sean aprobadas en el Congreso, y con la sensibilidad necesaria para no profundizar las heridas de una sociedad agobiada.

 

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