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La violencia no es tan solo una pesadilla del pasado

Domingo, 24 de marzo de 2024 02:02

Hoy se cumplen 48 años del golpe de Estado perpetrado por las Fuerzas Armadas en 1976 que, desde una perspectiva histórica, fue la culminación de un ciclo durante el cual la democracia estuvo permanentemente condicionada por la amenaza de la intervención militar. Entre 1930 y 1983, la violencia política e institucional fue instalándose en el país hasta quedar naturalizada.

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Hoy se cumplen 48 años del golpe de Estado perpetrado por las Fuerzas Armadas en 1976 que, desde una perspectiva histórica, fue la culminación de un ciclo durante el cual la democracia estuvo permanentemente condicionada por la amenaza de la intervención militar. Entre 1930 y 1983, la violencia política e institucional fue instalándose en el país hasta quedar naturalizada.

Fue en ese período, también, que el mundo conoció el mesianismo criminal de los nazis, la segunda guerra mundial, con millones de víctimas entre la población civil y la amenaza nuclear.

Fue tan profundo el miedo que atravesó al planeta, que el 10 de diciembre de 1948, la Organización de las Naciones Unidas aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, con el propósito de frenar la violencia. Pero la Argentina siguió viviendo como un país al margen de la Ley, tal como lo definió el jurista Carlos Nino, de decisiva influencia intelectual en el enjuiciamiento impulsado por el presidente Raúl Alfonsín contra los máximos responsables de las violaciones a los derechos humanos cometidas en las décadas de 1960 y 1970. En ese juicio fueron condenados los altos oficiales de las Juntas militares y los cabecillas de las formaciones guerrilleras. No se incluyó la hipótesis de que haya existido una guerra y se diferenció claramente entre los responsables del terrorismo ejercido desde el Estado y la violencia de las organizaciones insurgentes.

Allí se condenó a la frivolización de la muerte y la conculcación brutal de los derechos consagrados en la Declaración de la ONU, entre ellos el derecho a la vida y a la libertad y la condena a las torturas y a la detención arbitraria de personas.

Tomando un concepto de la filósofa Hannah Arendt, el juicio de 1985 condenó la "banalidad del mal", que es la violencia terrorista de cualquier signo.

Hoy, numerosos miembros de las Fuerzas Armadas y de Seguridad continúan detenidos y cuestionan las condenas establecidas por los jueces de la democracia. Incluso, algunos círculos cercanos a ellos reivindican las acciones por las cuales fueron condenados, aunque nunca ninguno de ellos informó por qué utilizaron como método el secuestro extrajudicial, la tortura y la desaparición de personas; nunca mostraron los archivos donde constan las identidades y el destino que tuvo cada uno de los detenidos/ desaparecidos. Tampoco se ocuparon de informar qué había pasado con los niños nacidos en los campos de concentración ni de explicar masacres de personas desarmadas, como las de Palomitas, Margarita Belén o San Patricio.

Al mismo tiempo, la política de Néstor y Cristina Kirchner utilizó el impacto de la derrota en el Atlántico Sur y del develamiento de los crímenes de lesa humanidad para construir una épica heroica de la guerrilla, que nunca existió. Las organizaciones revolucionarias llevaron a cabo atentados, secuestros y ejecuciones que la ciudadanía no convalidó nunca, ahora tampoco, y los convirtió en una secta minoritaria que sólo produjo dolor y odio.

El escritor búlgaro Tzevan Todorov escribió tras una visita a la ESMA: "Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo".

Si el juicio contra el terrorismo de Estado y la violencia armada puso a la Argentina a la cabeza de la defensa de la dignidad y la vida humana, en los años posteriores se ha diluido la conciencia de la universidad esencial de los Derechos Humanos. La malversación de la política ha logrado que los crímenes se midan con la vara de la ideología. En el mundo, la vigencia de estos derechos tambalea, junto con la paz y la democracia. Nuestro país debe estar muy atento para no repetir su historia.

 

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