El talco aún se sentía en el aire y un perfume de albahaca se adueñó de Alto Padilla y alrededores. La tarde del sábado, día de carnaval grande, en el que se desentierra al diablo de la alegría y se da rienda suelta a la algarabía, había sido testigo de ese encuentro en el carnavalódromo de Ciudad Cultural.
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El talco aún se sentía en el aire y un perfume de albahaca se adueñó de Alto Padilla y alrededores. La tarde del sábado, día de carnaval grande, en el que se desentierra al diablo de la alegría y se da rienda suelta a la algarabía, había sido testigo de ese encuentro en el carnavalódromo de Ciudad Cultural.
El sol se iba escondiendo entre montañas que se pintaban de espuma y serpentinas y las luces del predio se encendían, anunciando que en minutos más, iniciaba el festival.
Lu Araya, enérgica, vivaz, decidida, con un brillo singular, llevó su mixtura pop tropical, con bailarinas y músicos en vivo. Si bien el público recién estaba ingresando para ubicarse cerca del escenario, todos cantaban, bailaban y aplaudían lo que proponía la cantante.
Pasadas las 21, las djs cortaron la música para recibir al próximo grupo invitado. Y llegó Tambó Tambó, que ofreció un recorrido por la historia musical que nació en 1998. "La cumbita", "El perdedor", "Ella me dejó", fueron algunos de los clásicos que cantaron y bailaron todos.
Diego Mujica, cantante y fundador del grupo, se mostró muy contento de estar en este escenario y de que el público se haya ampliado, sobre todo la franja etaria, quizás producto de la presencia de Agustín, su hijo.
Cada pausa era un show más con la música de los djs. Nadie, en ningún momento, estaba quieto. A fin de cuentas, de eso se trata el carnaval, de divertirse y sacar las penas.
Un montaje digno de los grandes shows se estaba preparando. Llegaba a carnavalear una de las bandas más convocantes y queridas del rock nacional, La Beriso.
Un solo de la banda, para terminar de ajustar el sonido, despertó el delirio de quienes presenciaban el show. Es preciso decir que, para esa hora, la cantidad de público, cuanto menos, se había duplicado.
Rolo Sartorio subió y cantó. Y se mostró carismático, cerca del público. Habló poco, pero expresó mucho. Las canciones de la banda le pertenecen a la gente y eso quedó plasmado esa noche en Ciudad Cultural. Durante poco más de una hora, la banda dejó mucha entrega y se llevó mucho cariño.
Nuevamente intervención de djs, pero ahora más breve. Es que la propuesta de Coplanacu no necesita mucho para despertar la fiesta. Como buenos santiagueños, se presentaron con chacareras. Mantuvieron diálogo con el público, que los sigue desde hace casi 40 años, en peñas, festivales y cuanto encuentro se concrete.
"Agitando pañuelos" y "Mientras bailas" fueron las dos zambas más coreadas por la gente. Y hasta le sumaron "Cuando nada te debía" al repertorio para cantar bailecito en esta tierra. Los despidieron con mucho cariño, ese mismo que ellos expresan desde sus inicios.
El despliegue de La Mulata anunciaba lo que venía. Esta agrupación que acompaña hace tiempo el Carnaval de Los Tekis volvió a sorprender con vestuarios, colores, coreografías... Esto último es lo primero que se vio en el escenario para que, de a poco, vayan sonando los acordes de "Todos vamos a morir igual", el éxito actual de Los Tekis. Espuma al aire, gritos, aplausos, todo cuando represente algarabía, tuvo rienda suelta para recibir a los anfitriones.
Coroico y luego La Kostumbre cerraron la noche con impronta jujeña.
Y sí, todos vamos a morir igual, pero ayer, hoy, mañana, en Jujuy es carnaval.