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Gregorio”Goyito” Velázquez, el artesano de la madera

De sus manos nacieron las guitarras para Jorge Cafrune, Francisco Barroso y otros tantos artistas.
Jueves, 18 de abril de 2024 01:02
LUTHIER SAMPEDREÑO | NUMEROSOS ARTISTAS LLEVARON SUS GUITARRAS POR EL MUNDO.

Otro nombre se va sumando y hoy se abre la página que resalta la tesonera labor del gran luthier sampedreño, Gregorio "Goyito" Velázquez, el artesano de la madera, que en un humilde taller hizo cuatro guitarras de abeto y de nogal para Jorge Cafrune, el gaucho cantor que honró el talento de "Goyito" y partió abrazado a sus guitarras. Otros tantos artistas, como el maestro Francisco "Pancho" Barroso, llevaron sus guitarras por el mundo. Y cada una de ellas se llevó un pedacito de su vida y sus sueños de artesano.

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Otro nombre se va sumando y hoy se abre la página que resalta la tesonera labor del gran luthier sampedreño, Gregorio "Goyito" Velázquez, el artesano de la madera, que en un humilde taller hizo cuatro guitarras de abeto y de nogal para Jorge Cafrune, el gaucho cantor que honró el talento de "Goyito" y partió abrazado a sus guitarras. Otros tantos artistas, como el maestro Francisco "Pancho" Barroso, llevaron sus guitarras por el mundo. Y cada una de ellas se llevó un pedacito de su vida y sus sueños de artesano.

El otoñal mes de abril marcó su nacimiento y su partida, Gregorio Velázquez que nació el 25 de abril de 1926, en San Pedro de Jujuy. Sus padres fueron Eleucadio Velázquez y Berta Rodríguez. Su infancia fue dura, difícil, pasó grandes penurias para poder vivir. Según relataba, era una época dura para el país, vendía diarios en la estación del ferrocarril y era lustrabotas. Su corazón de niño creció con el dolor y el vacío que dejó su madre, quien falleció cuando tenía 11 años. Ya adolescente se las ingenió para aprender otros oficios y fue ayudante de mecánico. Su padre era autodidacta, observaba y se animaba a arreglar todo, fue para "Goyito" un excelente maestro, pero Eleucadio, no pudo soportar el dolor por la pérdida de su compañera y nueve años después falleció.

A poco de cumplir los 20 años "Goyito" quedó huérfano. Sólo frente a la vida, tuvo que afrontar el gran desafío de sobrevivir y fue entonces cuando comenzó a pulir el don, el talento que Dios le había dado y que estaba dormido, como esos pedazos de madera que muchas veces acariciaron sus manos, sin saber que podía obrar el milagro de arrancarle trinos. Y así, de a poco nacieron sus guitarras, las maderas que utilizaba eran de abeto y de nogal. Solía recordar y agradecer la ayuda de un buen hombre, don Castillo, quien le regalaba maderas de abeto que se utilizaban para embalajes que venían desde Europa. Comentaba que después de la segunda guerra mundial fueron quemados los bosques de abeto y no se exportaron más. Hasta sus últimos días, "Goyito" conservó muchas de esas maderas que tenían más de 100 años.

El encuentro con Cafrune

JORGE CAFRUNE

Gregorio Velázquez conoció al gaucho cantor en la casa una prima, Graciela Cafrune, quien vivía a una cuadra de la suya, por aquel entonces ubicada en calle Vélez Sarsfield. José Cafrune le había encargado una guitarra para regalársela a su hijo porque el gaucho tenía la intención de ser guitarrero. Esa fue la primera guitarra, la que luego Jorge Cafrune, se la regaló a un cabo del ejército cuando hacía la "colimba" para poder salir en la primera baja. Luego le encargó la segunda guitarra, porque por esa época, Jorge Cafrune integraba el conjunto salteño Las voces del Huaira y cuando se separó, la guitarra quedó con ellos. Fue entonces cuando le encargó la tercera guitarra, porque tenía que partir rumbo a Córdoba. Por el mal tiempo reinante, no pudo hacerla y recurrió a la madre de los hermanos Negrito, Pelado y Lalo Sánchez, para que le diera la que había realizado para sus hijos, con la promesa de hacerle una mejor cuando mejorara el tiempo. Así, el gaucho Cafrune partió para Córdoba con una guitarra hecha por sus manos. Tiempo después le pidió que le hiciera la cuarta guitarra, porque según relató, que estando de gira por Uruguay, le habían cambiado el estuche y él sólo cantaba con sus guitarras.

Esa fue la historia de las cuatro guitarras para Jorge Cafrune, cuatro guitarras que se fueron lejos, quizás las sentía en la distancia y en las postrimerías de su vida, escuchaba las canciones interpretadas por el gaucho cantor y sus ojos se llenaban de lágrimas al escuchar los acordes.

En junio de 1960, las guitarras de Gregorio Velázquez engalanaban la primera Exposición Agrícola Industrial y de Artesanías jujeñas, muchos artistas llegaban a su taller para llevarse una guitarra hecha por sus manos, como el maestro Francisco "Pancho" Barroso, que las llevó por tantos lugares del mundo por donde paseó su música.

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FRANCISCO BARROSO

El artesano de la madera, uno de los más grandes luthiers del país, no tuvo la oportunidad de contar con el apoyo del gobierno o de instituciones para que sus guitarras levantaran en alto el nombre de San Pedro o el de la provincia de Jujuy. Muy por el contrario, en numerosas oportunidades, debió enterrar sus pocas y viejas herramientas para que no se las confiscaran y sufrió amenazas si continuaba haciendo guitarras.

Se casó con quien fue su compañera de toda la vida Primitiva Cruz, tuvieron cinco hijos, Silvia, Mirtha, Natalia, Daniel y José Luis, eximio guitarrista que le regaló la inmensa felicidad de escuchar trinar sus guitarras. Con el tiempo, construyó su casa en barrio 14 de Abril y ubicó su taller debajo del viejo algarrobo que estaba en el patio del fondo.

En 1996 y habiendo conocido la trayectoria de Gregorio "Goyito" Velázquez, la revista cultural Grito Verde le tributó un merecido reconocimiento y en la noche del mes de mayo, le otorgó el máximo galardón, la estatuilla "Duende de Plata". El humilde artesano, abrazado a su duende, afirmó en numerosas oportunidades que fue el premio más querido y con el que se identificaba plenamente.

La mañana del 13 de abril de 2017, las guitarras nacidas de sus manos de luthier, sin dudas presintieron su partida y socavaron en lo profundo del silencio para recordar las horas en aquel pequeño taller de artesano, donde fueron forjadas con la técnica perfecta de la pasión por el trabajo bien hecho.

BIEN MÁS PRECIADO | CON EL DUENDE DE PLATA QUE LE TRIBUTÓ GRITO VERDE.

Obrero de la vida, sembrador de sabiduría y de amor, en el tiempo que le fue prestado para honrar el humilde designio de su existencia. Artesano, trabajador, esposo, padre, abuelo, amigo, hombre de bien que construyó sus años, junto a las más nobles virtudes que marcaron su vida. Grande fue el privilegio para su familia y para los que lo conocieron y disfrutaron de su espontaneo dialogo, de su alegría, de su sabia oratoria que, con las palabras más simples, definía las cosas importantes de la vida. El artesano de la madera, querido por toda la comunidad sampedreña, partió en un vuelo de pájaros como partieron sus guitarras, esas de las que nadie supo hasta donde llegaron y que despertaron la admiración de multitudes en distintos escenarios.

En ese mes de abril iba a cumplir los 91 años, pero su corazón se detuvo y su alma de duende enamorado, ya libre de toda atadura, levantó vuelo hacia la libertad plena, infinita, eterna.