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A un año del cuádruple crimen de Remate Chico

Miércoles, 13 de abril de 2011 21:01

Era una mañana otoñal en el Remate Chico (Palpalá). Uno que otro gallo se había dormido mientras el sol regalaba sus primeros rayos por ese lado de la tierra. Serían las 7 cuando Adolfo Gutiérrez (70), a quien sus allegados cariñosamente apodaban "El Aviador" por su pasado en la Fuerza Aérea Argentina, se levantó, puso la pava y contemplo como siempre la mañana en el "campito" que le había arrendado a la familia Ficoseco.

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Era una mañana otoñal en el Remate Chico (Palpalá). Uno que otro gallo se había dormido mientras el sol regalaba sus primeros rayos por ese lado de la tierra. Serían las 7 cuando Adolfo Gutiérrez (70), a quien sus allegados cariñosamente apodaban "El Aviador" por su pasado en la Fuerza Aérea Argentina, se levantó, puso la pava y contemplo como siempre la mañana en el "campito" que le había arrendado a la familia Ficoseco.


Los minutos y las horas pasaron, mientras Gutiérrez realizaba las tareas habituales de un hombre de campo. Así fue que cerca o pasado el mediodía, de ese 13 de abril del 2010, un joven montado en una bicicleta llegó hasta la vivienda de "El Aviador".

Se trataba de Emanuel Olguín (23), chofer del camión del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palpalá, quien portando una carabina calibre 22 se presentó en el lugar. Según algunos rumores el bombero no estaba solo.

Lo cierto es que Olguín y Gutiérrez se conocían, por eso se saludaron y ahí nomás el "recién llegado" le pidió al "dueño de casa" que lo ayudara a limpiar y calibrar el arma de fuego.

Con la amabilidad que lo caracterizaba, el "El Aviador" aceptó colaborar con quien nunca penso que sería su asesino. Paradójica e inmediatamente se puso "manos a la obra", desarmó el arma y comenzó a limpiarla mientras Olguín observaba su labor. En medio de éstas acciones ambos dialogaron y hasta se habrían hecho chistes.

De ahí que cuando promediaban las 15 de ese día Gutiérrez terminó de limpiar el arma, la calibró y se la entregó a Olguín.


Al parecer, según lo confesado por el único acusado de este cuádruple crimen, "El Aviador", luego de entregarle la carabina, le solicitó que percutara el arma, que estaba cargada, para comprobar si había realizado bien su trabajo.

A partir de allí la situación se tornó confusa. Porque, según el criminal, al percutar la carabina el proyectil salió e impacto contra la humanidad de Santiago (2), quien junto a su padre Jorge Valeriano (30), llegaban hasta el lugar montados en un caballo.


Aparentemente el disparo habría ocasionado la instantánea muerte del niño, provocando que Gutiérrez y Valeriano descargaran su ira y amenazaran de muerte al bombero. Por eso es que el atribulado asesino, al ver que su vida corría peligro, disparo por la espalda a "El Aviador", cuando este, según sus dichos, se dirigía a buscar un arma de fuego para ajusticiarlo.


Seguido a esto, luego de asesinar a "El Aviador", el bombero con asombrosa sangre fría disparó contra la humanidad de Valeriano. A partir de allí Olguín habría entrado en "shock", por un intervalo de dos horas, hasta que a las 18, de aquel trágico día, observó que por el camino de tierra a esa vivienda llegaba Rosario Quiroga (29), esposa de Valeriano y madre de Santiago. Ante la imprevista llegada, el bombero sin dudarlo disparó y mató a la mujer.


Con los cuatro cadáveres en el patio, Olguín, según habría declarado, los arrastró hasta el interior de la casa, donde colocó los cuerpos uno arriba de otro sobre una cama elástica de hierro, sin colchón, prendió fuego e hizo una especie de "asado" con los cadáveres.


Después de semejante aberración, el efectivo del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Palpalá, regreso a su domicilio del barrio Florida, se ducho y fue para el domicilio de su novia embarazada, donde pernoctó hasta el otro día.


El caso


Si este caso llegó a juicio oral y público se debe principalmente al trabajo realizado por todos los peritos que participaron de este hecho que marca un antes y un después en la criminología jujeña.


Para comprobar esto solo basta saber que luego de conocerse los homicidios, el equipo técnico de peritos tuvo una difícil y notable tarea, por no contar con los insumos necesarios, al momento de levantar los cadáveres.


Esto se debe decir porque él asesino sabía que al cremar los cuerpos las pruebas y causas del crimen iban a desaparecer. Pero como dicen: "no hay crimen perfecto", los profesionales pudieron hallar los cráneos cristalizados, que en su mayoría habían soportado el calor infringido.
 

Con esos restos óseos los peritos se dirigieron al Departamento de Radiología del hospital "Pablo Soria", donde tres técnicos radiólogos lograron "sacar a la luz" unas reveladoras radiografías que mostraban las esquirlas y los proyectiles con los que él sanguinario criminal había asesinado a las cuatro personas.


Si bien estos proyectiles fueron providencialmente encontrados, allegados a las pericias expresaron que debido al calor de la cremación, los plomos se habían fundido con los huesos y que por ello la labor de los radiólogos había sido clave para conocer la causa real de las muertes.


 Por ello es que en su momento profesionales en el tema habían asegurado ante El Tribuno de Jujuy que "alguno de los criminales sabia manipular el fuego", porque de otra manera no se explicaban como el esmalte dentario de las cuatro víctimas había sido derretido de la forma en que se los encontró, evidenciando que el calor del fuego supero los 1200 grados.


Alrededor de este detalle también se pudo establecer que el crimen y la cremación de los cuerpos se había producido en la madrugada de ese 13 de marzo del 2010.

Dato que para los peritos surgió luego de analizar el largo proceso crematorio (entre 9 y 10 horas) que necesito el criminal para transformar los cuerpos en casi cenizas. Otro dato vital fue la confesión del "playero" de una estación de servicio siderúrgico quien ante las investigadores había confesado que el día de los hechos había visto al bombero acusado cuando compraba "combustible" en un bidón y montado en una bicicleta.


Luego de esto el propio Emanuel Olguín confesó su autoría al Juzgado de Instrucción Penal Nº 3, a cargo de Raúl Gutiérrez, y luego fue procesado por el delito de "cuádruple homicidio agravado por la alevosía, crimninis causa, cuatro hechos en concurso real".