"La Batalla de Salta, el 20 de febrero de 1813, es una fecha solemne e inolvidable, marcada de gloria y sacrificio. Por eso es muy bueno recordar cómo aquellos pueblos norteños del extinto Virreinato, llenos de orgullo y dignidad resistieron valientemente y en soledad la invasión real". Los conceptos pertenecen a Enrique Omar Zárate, Delia Ortiz y Guillermo López Salgado, quienes destacaron los valores patrios del combate en una nota enviada a este matutino.
inicia sesión o regístrate.
"La Batalla de Salta, el 20 de febrero de 1813, es una fecha solemne e inolvidable, marcada de gloria y sacrificio. Por eso es muy bueno recordar cómo aquellos pueblos norteños del extinto Virreinato, llenos de orgullo y dignidad resistieron valientemente y en soledad la invasión real". Los conceptos pertenecen a Enrique Omar Zárate, Delia Ortiz y Guillermo López Salgado, quienes destacaron los valores patrios del combate en una nota enviada a este matutino.
En la misma refieren a lo sucedido aquel día. "Al frente del ejército está el general, nada más parece importar: no se retrocede ni un centímetro más y de rendiciónà ¡ni qué hablar!. Salteños jujeños, tucumanos, tarijeños, altoperuanos de más allá, junto a porteños, españoles y quién sabe de dónde mas, testimoniaron para la posteridad que hay unidad en la diversidad.
Bajo las alas de la libertad se va gestando la futura unión nacional.
Al compás del tambor militar marchan los guardianes de la libertad, el día es favorable y el cielo parece exultar, el águila guerrera flamea por tercera vez en lo alto, otra gran victoria está por llegar.
El intrépido capitán Saravia, informa a su Mando Superior, el detalle de los últimos movimientos que enemigo acaba de efectuar.
El campo de batalla espera, Castañares será el escenario final.
Ahora se verá, como la estrategia y el coraje de estos hombres decididos serán capaces de doblegar las cadenas de opresión y maldad.
A la mañana del día 20, el general Belgrano, ordena atacar. En principio la pelea es dura, el enemigo resiste con fiereza, pero al mediodía las cosas comienzan a cambiar.
La batalla se extiende a la ciudad, hasta que al final acorralado en la Plaza Mayor de la ciudad se repliega confundida la tropa real.
Las campanas de la iglesia llaman a la paz, su incansable repiqueteo indicaba que la batalla debía terminar.
Entonces como un gran Caballero medieval, con la cruz grabada en su alma da su palabra de honor al enviado rea; otorgaría a Pio Tristán una Capitulación honrosa con la condición que no vuelvan jamás a empuñar la espada contra la causa de la libertad"
No solo fue un gesto de amistad o una decisión estratégico militar, su conciencia guiada por la misericordia cristiana quería evitar el derramamiento inútil de sangre americana; y como gran líder de la revolución estaba convencido que los ejércitos lucharían en el campo de batalla, pero que se ganaría la causa por la convicción y las ideas.
Vencido el enemigo, la guerra debía continuar. Jujuy, Salta y Tucumán estaban nuevamente en manos patriotas. Pero más arriba del Alto Perú otros pueblos hermanos también clamaban su liberación. Y allá fueron -todos juntos- con el mismo amor.
La senda dejada por el General Manuel Belgrano, en su esfuerzo por reunir a todos los pueblos tras una causa noble, es un camino que juntos podemos recuperar.
Aunque ya pasaron 200 años y los países libres de América del sur marcaron respectivamente sus soberanías en el mapa político, el concepto de Patria Grande sigue vigente, porque es como la sangre que corre por sus venas. Es lo más profundo y esencial de su identidad. Sangre india e hispánica mezcladas en la Conquista; herencia de aquellos guerreros y mártires de la libertad; ahora gime en las cumbres, los llanos y quebradas hasta el mar, esperando renacer de nuevo por medio del esfuerzo y la buena voluntad.
Este es el tiempo favorable para transformar las derrotas pasadas en victorias; la postergación y la entrega en justicia y dignidad.
¡Gloria a los pueblos libres y gloria a su líder Belgrano, que viven en esta tierra de paz, trabajo e igualdad!".