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Salvadoreños rinden tributo a la muerte

Lunes, 30 de noviembre de 2015 01:30
TONACATEPEQUE / POBLADORES FESTEJARON EL DÍA DE TODOS LOS SANTOS.
Disfrazados de esqueletos y haciendo rodar tenebrosas carretas, jóvenes salvadoreños rinden tributo a la muerte con el bullicioso y tradicional desfile de La Calabiuza (calavera) en el Día de Todos los Santos en Tonacatepeque, un pueblo rodeado de violentas pandillas, 25 km al norte de San Salvador.
Bajo una rigurosa vigilancia de efectivos del ejército y de la Policía y venciendo el encierro impuesto por la confrontación de las pandillas, los jóvenes salieron a las calles para dar paso al evento que la noche del domingo y la madrugada de ayer hizo olvidar la violencia en la zona.
La colorida actividad se inició al anochecer a un costado del cementerio, ubicado en el oeste del pueblo, donde vestidos con ajustadas licras los jóvenes se pintaron de blanco, negro o rojizo, simulando ser esqueletos.
"La Calabiuza es de nuestra cultura opuesta al Halloween y es sinónimo de vida y alegría, porque la muerte a todos nos llegará", declaró René García, de 25 años, quien se presentó disfrazado de llorona. Estas plañideras (madres) vestidas de blanco con negro llamaron la atención del público con sus aterradores gritos en busca de sus hijos muertos.
A ritmo de tambores y del estruendo de juegos pirotécnicos, las carretas con antorchas inician el recorrido para mostrar calaveras, "zanquilibrijos" (esqueletos) y otros personajes que generan espanto.
Además de los jóvenes con atuendos que simulan esqueletos o los hombres sin cabeza vestidos de negro que salen de la caravana para asustar a niños y adultos, también provocan terror los personajes de las leyendas de la mitología local como el cipitió, el enano panzón de sombrero puntiagudo que come ceniza y enamora a las más bellas jovencitas, y la Siguanaba, la mujer despeinada y de senos desproporcionados que por ser infiel fue condenada por los dioses a permanecer nómada.
Los jóvenes repiten el estribillo "Ángeles somos, del cielo venimos pidiendo ayote (calabaza) para todo el camino, mino, mino".
Durante la caravana, las "almas en pena" eran representadas por jovencitas que muy bulliciosas corrían de un punto a otro junto a los diablos negros y rojos que buscaban conquistarlas.
"El mensaje es que en vida debemos portarnos bien, ayudar a los demás, sin cometer pecados para gozar de paz eterna", comentó Sandra Henríquez, de 17 años, un alma en pena.
En esta línea, el Congreso salvadoreño estudia declarar patrimonio nacional, la tradición de La Calabiuza, por su combinación de las costumbres que trajeron los españoles en 1530 y las propias de la comunidad, que celebraban el final de las cosechas y el día de los muertos con Mictlantecuhtli, dios del inframundo y de los muertos. "Esperamos que la Asamblea Legislativa declare La Calabiuza como patrimonio nacional", dijo Ronal Escobar, del directorio de la alcaldía.

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Disfrazados de esqueletos y haciendo rodar tenebrosas carretas, jóvenes salvadoreños rinden tributo a la muerte con el bullicioso y tradicional desfile de La Calabiuza (calavera) en el Día de Todos los Santos en Tonacatepeque, un pueblo rodeado de violentas pandillas, 25 km al norte de San Salvador.
Bajo una rigurosa vigilancia de efectivos del ejército y de la Policía y venciendo el encierro impuesto por la confrontación de las pandillas, los jóvenes salieron a las calles para dar paso al evento que la noche del domingo y la madrugada de ayer hizo olvidar la violencia en la zona.
La colorida actividad se inició al anochecer a un costado del cementerio, ubicado en el oeste del pueblo, donde vestidos con ajustadas licras los jóvenes se pintaron de blanco, negro o rojizo, simulando ser esqueletos.
"La Calabiuza es de nuestra cultura opuesta al Halloween y es sinónimo de vida y alegría, porque la muerte a todos nos llegará", declaró René García, de 25 años, quien se presentó disfrazado de llorona. Estas plañideras (madres) vestidas de blanco con negro llamaron la atención del público con sus aterradores gritos en busca de sus hijos muertos.
A ritmo de tambores y del estruendo de juegos pirotécnicos, las carretas con antorchas inician el recorrido para mostrar calaveras, "zanquilibrijos" (esqueletos) y otros personajes que generan espanto.
Además de los jóvenes con atuendos que simulan esqueletos o los hombres sin cabeza vestidos de negro que salen de la caravana para asustar a niños y adultos, también provocan terror los personajes de las leyendas de la mitología local como el cipitió, el enano panzón de sombrero puntiagudo que come ceniza y enamora a las más bellas jovencitas, y la Siguanaba, la mujer despeinada y de senos desproporcionados que por ser infiel fue condenada por los dioses a permanecer nómada.
Los jóvenes repiten el estribillo "Ángeles somos, del cielo venimos pidiendo ayote (calabaza) para todo el camino, mino, mino".
Durante la caravana, las "almas en pena" eran representadas por jovencitas que muy bulliciosas corrían de un punto a otro junto a los diablos negros y rojos que buscaban conquistarlas.
"El mensaje es que en vida debemos portarnos bien, ayudar a los demás, sin cometer pecados para gozar de paz eterna", comentó Sandra Henríquez, de 17 años, un alma en pena.
En esta línea, el Congreso salvadoreño estudia declarar patrimonio nacional, la tradición de La Calabiuza, por su combinación de las costumbres que trajeron los españoles en 1530 y las propias de la comunidad, que celebraban el final de las cosechas y el día de los muertos con Mictlantecuhtli, dios del inframundo y de los muertos. "Esperamos que la Asamblea Legislativa declare La Calabiuza como patrimonio nacional", dijo Ronal Escobar, del directorio de la alcaldía.