"Desde ese solitario cardón guardián de las alturas más andinas de
Jujuy, vamos bajando por entre las tolas puneñas.
La Quebrada con sus molles y sauces que crecen libres en las orillas de las acequias, acompañan este andar.
Llegando al Valle el verde despierta en nogales, tipas, tuscas y jacarandas.
El viaje continúa, mientras las veredas de la ciudad nacida entre dos ríos, albergan paraísos, gomeros y serenos.
Siguiendo el camino los lapachos nos despiden para seguir rumbeando valle adentro, donde vendrán a acompañarnos los ceibos, los algarrobos y los cebiles.
La selva nos espera con sus veredas, patios y baldíos, desbordados de papayas, mangos y paltas, que nos reciben con su grito verde.
Hasta que el fin llegamos al yuchán florecido.
Un viaje por la diversidad, un encuentro con las raíces, el florecer de una nueva canción jujeña, la semilla de algo que aún ni hemos podido soñar.
"Desde ese solitario cardón guardián de las alturas más andinas de
Jujuy, vamos bajando por entre las tolas puneñas.
La Quebrada con sus molles y sauces que crecen libres en las orillas de las acequias, acompañan este andar.
Llegando al Valle el verde despierta en nogales, tipas, tuscas y jacarandas.
El viaje continúa, mientras las veredas de la ciudad nacida entre dos ríos, albergan paraísos, gomeros y serenos.
Siguiendo el camino los lapachos nos despiden para seguir rumbeando valle adentro, donde vendrán a acompañarnos los ceibos, los algarrobos y los cebiles.
La selva nos espera con sus veredas, patios y baldíos, desbordados de papayas, mangos y paltas, que nos reciben con su grito verde.
Hasta que el fin llegamos al yuchán florecido.
Un viaje por la diversidad, un encuentro con las raíces, el florecer de una nueva canción jujeña, la semilla de algo que aún ni hemos podido soñar.