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Los desplazados rohingyas

Sabado, 23 de mayo de 2015 00:00
LA MIGRACIÓN FRAGMENTÓ LAS FAMILIAS BIRMANAS.

Las personas que están en el campo de desplazados de Ohn Daw Gyi, en la periferia de Sittwe, la capital del estado birmano de Rakhine (oeste), recibieron informaciones fragmentarias sobre sus hijos o nietos, y ahora viven con temor por lo que les podría haber ocurrido.

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Las personas que están en el campo de desplazados de Ohn Daw Gyi, en la periferia de Sittwe, la capital del estado birmano de Rakhine (oeste), recibieron informaciones fragmentarias sobre sus hijos o nietos, y ahora viven con temor por lo que les podría haber ocurrido.

"Oímos hablar de los barcos varados. Se dijo que la tripulación tiró gente al mar, que murió. Incluso los que eran niños. Cuando oí esto, pensé que mis dos nietos podrían haber muerto", dijo Tun Hla Shwe, sin noticias de su hija de 19 años, que zarpó con sus dos hijos hace dos meses.

Según Tun Hla Swe, sus nietos "no aguantan si no se les da algo de comer cada cinco minutos. Ya van más de dos meses. Si no comen nada se van a morir", agregó, llorando.

Birmania ayer llevó a cabo su primer rescate de un barco de migrantes, señal de un cambio de política muy esperado aunque, según la ONU, miles de personas siguen en peligro en el golfo de Bengala.

Sin noticias de sus parientes

Una decena de personas presentes en el campo de desplazados dijeron que estaban sin noticias de sus parientes que se habían ido en barco.

Algunos de ellos tenían fotos de sus seres queridos. En una de ellas, se veía a dos adolescentes con camisetas de fútbol, posando frente a la cabaña de bambú en la que vivían.

Mahmood Husoon dijo que su hijo Eimar, de 17 años, se fue de casa hace un mes sin decirle nada a su familia. "Es difícil vivir aquí", explicó.

Para muchos padres, el hecho de haber perdido a sus hijos amplificó el sentimiento de aislamiento que sienten por estar en esos campos de desplazados.

Una madre, llamada Janankhatu, contó que la última vez que oyó hablar de su hijo Abu Hashin, de 17 años, fue cuando una mujer le dijo que le había dado comida en un barco en aguas tailandeses dos meses atrás. "Aunque quisiera llamarme, no tengo teléfono", precisó.

En este contexto, el secretario de Estado adjunto estadounidense Antony Blinken se reunió ayer con el presidente birmano, Thein Sein, e instó a Birmania a darle la "ciudadanía" a los rohingyas (se calcula que hay 1,3 millones en el país), con el fin de poner fin a su éxodo por mar.

Birmania, inmersa en un año electoral crucial tras décadas de régimen militar, ha experimentado un ascenso del nacionalismo budista, y ningún político se atreve a poner en riesgo sus posibilidades de éxito tratando el problema de los rohingyas.

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