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Así fue como sucedió el trágico accidente de Rodrigo

Miércoles, 27 de mayo de 2015 00:00
El 12 de junio del año pasado con su patrón y otros tres obreros Rodrigo amuraba una rejilla en el exterior de una vivienda. Un viento caliente empujó una de las escaleras metálicas que estaba apoyada en una pared y se enredó en unos cables de alta tensión.
Rodrigo sintió el ruido y dio media vuelta. Supone que extendió los brazos para frenar la escalera que se le venía encima pero no se acuerda: "No sé qué pasó porque ahí me desmayé, me electrocuté y me desmayé, se me puso todo negro y no me acuerdo más nada".
Despertó tendido en el piso y al ver los ojos desorbitados de su patrón lloró del susto pero no de dolor, porque no sentía nada. Las manos le habían quedado en puño y no podía abrirlas.
Lo llevaron al hospital "Salvador Mazza" para las primeras curaciones y después al "Pablo Soria", de San Salvador. "Estuve internado ahí dos semanas más o menos, en esos días empecé a mover un poco las manos pero después ya no me respondieron más". Un avión sanitario lo trasladó con su madre al Hospital del Quemado en la Capital Federal.
A poco de estar internado tomó conciencia de que pese a los esfuerzos de los médicos la piel chamuscada de sus antebrazos se resecaba como un cartón.
De esta manera, sus familiares le improvisaron un aparato sencillo que consistía en una botella de plástico cortada para que encaje en el muñón, a la que le adhieren una cuchara para comer, un cepillo para lavarse los dientes y hasta una maquinita de afeitar.
Rodrigo asegura que lo que más disfruta de lo poco que puede hacer con lo que le queda de brazos es alzar a Alex, su bebé de seis meses.

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El 12 de junio del año pasado con su patrón y otros tres obreros Rodrigo amuraba una rejilla en el exterior de una vivienda. Un viento caliente empujó una de las escaleras metálicas que estaba apoyada en una pared y se enredó en unos cables de alta tensión.
Rodrigo sintió el ruido y dio media vuelta. Supone que extendió los brazos para frenar la escalera que se le venía encima pero no se acuerda: "No sé qué pasó porque ahí me desmayé, me electrocuté y me desmayé, se me puso todo negro y no me acuerdo más nada".
Despertó tendido en el piso y al ver los ojos desorbitados de su patrón lloró del susto pero no de dolor, porque no sentía nada. Las manos le habían quedado en puño y no podía abrirlas.
Lo llevaron al hospital "Salvador Mazza" para las primeras curaciones y después al "Pablo Soria", de San Salvador. "Estuve internado ahí dos semanas más o menos, en esos días empecé a mover un poco las manos pero después ya no me respondieron más". Un avión sanitario lo trasladó con su madre al Hospital del Quemado en la Capital Federal.
A poco de estar internado tomó conciencia de que pese a los esfuerzos de los médicos la piel chamuscada de sus antebrazos se resecaba como un cartón.
De esta manera, sus familiares le improvisaron un aparato sencillo que consistía en una botella de plástico cortada para que encaje en el muñón, a la que le adhieren una cuchara para comer, un cepillo para lavarse los dientes y hasta una maquinita de afeitar.
Rodrigo asegura que lo que más disfruta de lo poco que puede hacer con lo que le queda de brazos es alzar a Alex, su bebé de seis meses.