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"La música en tiempos de Cervantes"

Lunes, 24 de octubre de 2016 01:30
Cuarta parte
Prosiguiendo con la música en las novelas de Miguel de Cervantes Saavedra en su aniversario, incluiré la novela más cómica y más musical de todas.
En su obra tragicómica "El celoso extremeño" se presentan varias obras musicales, cuyos extractos se pueden encontrar en algunos CD s de música española antigua.
"El celoso extremeño"
Felipo Carrizales, regresa con 68 años desde las Indias (como se conocía a América en esa época) a España, cargado de barras de oro y plata. Viéndose tan sólo, sin familia y amigos, quería casarse pero era muy inseguro: era el hombre más celoso del mundo.
Un día, pasando por una calle vio en una ventana una joven, muy bonita y sin remedio, el buen viejo Carrizales se rindió ante la belleza de la jovencísima Leonora. Cuando compró su casa, cerró todas las ventanas que daban a la calle: levantó las paredes de las azoteas de tal manera que el que entraba en la casa no podía ver nada.
La vida de Leonora transcurría entre las cuatro paredes de su casa, al cuidado de sus criadas, esclavas y el eunuco. No le faltaba nada. A Leonora no se le ocurría salir de su casa. Sólo cuando iba a misa salía a la calle.
Hay en Sevilla un género de gente ociosa y holgazana, a quien comúnmente suelen llamar "gente de barrio". Uno de estos galanes, mozo soltero, asestó a mirar la casa de Carrizales y tuvo ganas de saber quién vivía adentro. Se enteró del viejo celoso, de la hermosura de su esposa y del modo en que la tenía encerrada: lo que le encendió el deseo de entrar. Como un pordiosero, se ponía cada noche por la tarde a la puerta cerrada de Carrizales. De guardián estaba el eunuco negro Luis. Allí Loaysa sacaba una guitarrilla falta de algunas cuerdas y comenzaba a tocar sones alegres, fingiendo la voz para no ser conocido. Cantaba romances de moros con tanta gracia que todos se paraban a escucharle. Luis, poniendo los oídos por entre las puertas escuchaba encantado y daría un brazo para poder abrir la puerta y escucharle mejor. Aquí Loaysa canta el romance de Luis de Milán, maestro vihuelista español (1500-1561) "Con pavor recordó el moro" y que recuerda la pérdida de los reinos árabes de la península en manos de los reyes españoles. La vihuela es un instrumento que sólo se desarrolló en el territorio español. El sonido era como un laúd. Se extendió paralelamente al laúd y a la guitarra renacentista. Los maestros de la vihuela, que compusieron y transcribieron para ese instrumento obras solas y con canto, revolucionaron la época, pues España es el primer país en el Renacimiento europeo donde se cantaron obras a una voz sola con un instrumento. En esa época la polifonia dominaba.
"¿Será posible, Luis, darme un poco de agua? Tengo sed y no puedo cantar", dijo Loaysa.
"No, porque no tengo llave de esta puerta y no hay agujero por donde pueda dártela" respondió Luis.
"Yo soy un hombre pobre que gana su vida pidiendo a la gente y enseño a tocar a algunos morenos y a otra gente. Si me permites entrar algunas noches, en menos de quince días serías experto en la guitarra. Soy muy buen maestro y he escuchado que tienes talento, se nota en tu voz: debes cantar muy bien".
"Sé todas las del moro Abindarráez, con las de su dama Xarifa", concluyó Loaysa.
Nuestro amigo Loaysa canta entonces una obra famosa, La mañana de Sant Juan, de Diego Pisador, (+1557). Esta obra narra la vida de los moros durante el reino de Granada y los amores suyos. Ya rota la cerradura, Luis metió a su Orfeo y maestro en casa. Loaysa lo abrazó y luego le puso una bota de vino en las manos y dulces. Loaysa le dio un poco de vino a su alumno. Así, el eunuco que tenía cuatro dedos de vino sobre los sesos no acertaba ni una nota y tocó toda la noche la guitarra desafinada. Mientras tanto Loaysa deleitaba a las muchachas de la casa de noche tocando danzas y canciones, el endemoniado son de la zarabanda, nuevo entonces por España, no quedó vieja por bailar ni moza que no se hiciera pedazos, poniéndose centinelas por si el viejo despertaba pero las muchachas querían que Leonora también oyese la música. "Prometo traer unos polvos para hacer dormir en sueño profundo al bendito celoso" gritó Loaysa. Las siervas y el ama de llaves hicieron bajar a Leonora pero Loaysa tenía que jurar no conquistarla. Dijo el ama de llaves:­Cántanos una canción de moda, una copla, amigo Loaysa! A lo que se hicieron pedazos todas bailando. Canta y bailan "Madre la mi madre", obra anónima incluida en el Cancionero de Turín, S. XVI-XVII). Bajo la excitación de la música, el ama de llaves encerró a Leonora con Loaysa en una habitación y se puso a dormir afuera, fantaseando lo que hacían los dos jóvenes encerrados. Carrizales se despertó y buscó a su esposa por todas partes. Abrió la puerta del ama de llaves y vió lo que nunca quiso haber visto: Leonora durmiendo en los brazos de Loaysa. Si bien Cervantes no escribe si hubo algo entre los dos, Carrizales murió literalmente de celos.
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Cuarta parte
Prosiguiendo con la música en las novelas de Miguel de Cervantes Saavedra en su aniversario, incluiré la novela más cómica y más musical de todas.
En su obra tragicómica "El celoso extremeño" se presentan varias obras musicales, cuyos extractos se pueden encontrar en algunos CD s de música española antigua.
"El celoso extremeño"
Felipo Carrizales, regresa con 68 años desde las Indias (como se conocía a América en esa época) a España, cargado de barras de oro y plata. Viéndose tan sólo, sin familia y amigos, quería casarse pero era muy inseguro: era el hombre más celoso del mundo.
Un día, pasando por una calle vio en una ventana una joven, muy bonita y sin remedio, el buen viejo Carrizales se rindió ante la belleza de la jovencísima Leonora. Cuando compró su casa, cerró todas las ventanas que daban a la calle: levantó las paredes de las azoteas de tal manera que el que entraba en la casa no podía ver nada.
La vida de Leonora transcurría entre las cuatro paredes de su casa, al cuidado de sus criadas, esclavas y el eunuco. No le faltaba nada. A Leonora no se le ocurría salir de su casa. Sólo cuando iba a misa salía a la calle.
Hay en Sevilla un género de gente ociosa y holgazana, a quien comúnmente suelen llamar "gente de barrio". Uno de estos galanes, mozo soltero, asestó a mirar la casa de Carrizales y tuvo ganas de saber quién vivía adentro. Se enteró del viejo celoso, de la hermosura de su esposa y del modo en que la tenía encerrada: lo que le encendió el deseo de entrar. Como un pordiosero, se ponía cada noche por la tarde a la puerta cerrada de Carrizales. De guardián estaba el eunuco negro Luis. Allí Loaysa sacaba una guitarrilla falta de algunas cuerdas y comenzaba a tocar sones alegres, fingiendo la voz para no ser conocido. Cantaba romances de moros con tanta gracia que todos se paraban a escucharle. Luis, poniendo los oídos por entre las puertas escuchaba encantado y daría un brazo para poder abrir la puerta y escucharle mejor. Aquí Loaysa canta el romance de Luis de Milán, maestro vihuelista español (1500-1561) "Con pavor recordó el moro" y que recuerda la pérdida de los reinos árabes de la península en manos de los reyes españoles. La vihuela es un instrumento que sólo se desarrolló en el territorio español. El sonido era como un laúd. Se extendió paralelamente al laúd y a la guitarra renacentista. Los maestros de la vihuela, que compusieron y transcribieron para ese instrumento obras solas y con canto, revolucionaron la época, pues España es el primer país en el Renacimiento europeo donde se cantaron obras a una voz sola con un instrumento. En esa época la polifonia dominaba.
"¿Será posible, Luis, darme un poco de agua? Tengo sed y no puedo cantar", dijo Loaysa.
"No, porque no tengo llave de esta puerta y no hay agujero por donde pueda dártela" respondió Luis.
"Yo soy un hombre pobre que gana su vida pidiendo a la gente y enseño a tocar a algunos morenos y a otra gente. Si me permites entrar algunas noches, en menos de quince días serías experto en la guitarra. Soy muy buen maestro y he escuchado que tienes talento, se nota en tu voz: debes cantar muy bien".
"Sé todas las del moro Abindarráez, con las de su dama Xarifa", concluyó Loaysa.
Nuestro amigo Loaysa canta entonces una obra famosa, La mañana de Sant Juan, de Diego Pisador, (+1557). Esta obra narra la vida de los moros durante el reino de Granada y los amores suyos. Ya rota la cerradura, Luis metió a su Orfeo y maestro en casa. Loaysa lo abrazó y luego le puso una bota de vino en las manos y dulces. Loaysa le dio un poco de vino a su alumno. Así, el eunuco que tenía cuatro dedos de vino sobre los sesos no acertaba ni una nota y tocó toda la noche la guitarra desafinada. Mientras tanto Loaysa deleitaba a las muchachas de la casa de noche tocando danzas y canciones, el endemoniado son de la zarabanda, nuevo entonces por España, no quedó vieja por bailar ni moza que no se hiciera pedazos, poniéndose centinelas por si el viejo despertaba pero las muchachas querían que Leonora también oyese la música. "Prometo traer unos polvos para hacer dormir en sueño profundo al bendito celoso" gritó Loaysa. Las siervas y el ama de llaves hicieron bajar a Leonora pero Loaysa tenía que jurar no conquistarla. Dijo el ama de llaves:­Cántanos una canción de moda, una copla, amigo Loaysa! A lo que se hicieron pedazos todas bailando. Canta y bailan "Madre la mi madre", obra anónima incluida en el Cancionero de Turín, S. XVI-XVII). Bajo la excitación de la música, el ama de llaves encerró a Leonora con Loaysa en una habitación y se puso a dormir afuera, fantaseando lo que hacían los dos jóvenes encerrados. Carrizales se despertó y buscó a su esposa por todas partes. Abrió la puerta del ama de llaves y vió lo que nunca quiso haber visto: Leonora durmiendo en los brazos de Loaysa. Si bien Cervantes no escribe si hubo algo entre los dos, Carrizales murió literalmente de celos.

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