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Fulvia Chagra, apasionada maestra que deja huella

Lunes, 03 de octubre de 2016 01:30

La danza clásica requiere disciplina y autoexigencia, virtudes primordiales que se reflejan en la mirada diáfana de Fulvia Chagra de Gruber. Bailarina, maestra, sensible personalidad de nuestro medio cuyo temple, voluntad y entrega hacia el ballet la llevaron a ser mentora de generaciones de jujeños que de ella aprendieron que la tenacidad es el medio para alcanzar templanza y superar las adversidades. Sin duda su trabajo en nuestra ciudad dejó y deja huella y como ejemplo de superación, hoy es un sello del arte jujeño.

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La danza clásica requiere disciplina y autoexigencia, virtudes primordiales que se reflejan en la mirada diáfana de Fulvia Chagra de Gruber. Bailarina, maestra, sensible personalidad de nuestro medio cuyo temple, voluntad y entrega hacia el ballet la llevaron a ser mentora de generaciones de jujeños que de ella aprendieron que la tenacidad es el medio para alcanzar templanza y superar las adversidades. Sin duda su trabajo en nuestra ciudad dejó y deja huella y como ejemplo de superación, hoy es un sello del arte jujeño.

"Mi vocación por la danza me llevó por caminos muy difíciles, fueron muchos los obstáculos pero también los momentos gratos y todos con historias inolvidables. Trabajé mucho y todo lo hice por amor a la danza con vocación de servicio para lograr mis objetivos", dijo la maestra entrevistada por El Tribuno de Jujuy.

Así, la bailarina nacida en San Salvador de Jujuy demostró inclinación por la danza desde muy pequeña, "toda mi vida supe lo que quería, mis padres tenían gustos finos, sus inquietudes tenían que ver con el arte, ellos fueron los fundadores del teatro vocacional de Jujuy en la agrupación cultural ´Renacimiento´, en mi casa se dibujaba, se pintaba. Era normal para mí y mis hermanos que llegara el fin de semana y que mi papá nos hiciera escuchar en su vitrola clásicos ligeros con la voz de grandes como Lily Pons o Enrico Caruso y otras obras, ese medio para mí era normal", relató evocando su infancia.

Luego habló sobre sus inicios y contó que comenzó a tomar clases de danza a los 6 años, "el profesor Alfonso Montenegro, radicado en Salta, venía a Jujuy los sábados y domingos y dictaba clases en la Sociedad Sirio Libanesa, recuerdo que no había barras y trabajaba con respaldos de la sillas y yo practicaba escondida detrás, cuando él vio todo lo que había aprendido habló con mis padres que luego de muchas vueltas accedieron a que tomara clases. Montenegro vino por muchos años hasta que dejó de hacerlo, fue cuando mi madre comenzó a acompañarme a Salta para seguir con mi formación", relató.

Así egresa del estudio de Alfonso Montenegro y de la escuela de Eduardo Thevenon y paralelamente realiza el magisterio en la Escuela Normal Superior.

En 1956 abre la academia "Terpsícore", allí armó un grupo que se presentó en distintas localidades y establecimientos de Jujuy, "en esa época la danza clásica era una disciplina poco conocida y muy selectiva", indicó. Además daba clases en San Pedro, El Carmen y Palpalá. Fue por estos años que montó el ballet "Silfides" donde actuó como solista junto a su ballet para recaudar fondos para la construcción del salón de actos del Colegio del Huerto.

"Presento mi espectáculo y autoridades de Cultura que lo vieron me apoyaron para concretar un gran anhelo: la instalación de una escuela de danza en Jujuy. Y en 1957 me dan la noticia que Jujuy tendrá su escuela de producción de música y danza y el 15 de marzo de 1958 comenzó a funcionar y yo era profesora. En 1959 cuando queda sin dirección me designan como directora interina, cargo que acepto con gran entusiasmo", resaltó. Durante su desempeño en el cargo reorganiza la institución y reestructura los planes de estudio incorporando materias como francés, anatomía aplicada, historia del arte, dibujo y música y teoría y solfeo.

En 1961 como directora creó el ballet de la Escuela de Danza integrado por alumnas de la misma, cuerpo de baile que figuraba en los programas de los actos oficiales de la provincia.

Aquí evoca un recuerdo que atesora con cariño, "para una actuación del ballet de la Escuela de Danza, convocamos a muchachos de un centro de fisicoculturismo del barrio Gorriti y a otros que trajeron las mismas bailarinas para que pudieran levantarlas y ser parte del espectáculo y durante una presentación oficial con la sala del Mitre totalmente colmada y con presencia del gobernador, ofrecimos un espectáculo brillante, maravilloso y ¡con gente que no bailaba! pero con muchas condiciones. Cuando terminamos el aplauso fue monumental y la gente gritaba ¡Fulvia!, ¡Fulvia!, jamás hubiera imaginado, ni soñado algo así, realmente fue una presentación que le llegó a todo el mundo", relató.

Siempre inquieta y con afán de superación en el año 1963 es la primera en obtener el título provincial de Profesora Superior de Danza otorgado por el entonces Instituto de Arte y Cultura de Jujuy.

Así continúa con una prolífera carrera en Jujuy hasta el 1969 "cuando me caso y me voy a Buenos Aires y regreso en 1974", contó.

Retorna a la provincia y abre el emblemático "Estudio de Danzas y Movimientos" donde hasta la fecha se desempeña como maestra.

"En una escuela oficial para entrar se requieren ciertas condiciones físicas en mi estudio eso se deja de lado, entran las que quieren bailar y tienen la voluntad de hacerlo. Los que vienen lo hacen por vocación. Yo soy muy estricta, muy rígida y exijo porque la danza consiste en enfrentar desafíos, en conquistar nuevas cosas constantemente. Lo importante es imponerse metas", expresó.

Y valoró especialmente su labor como docente, "enseñar es una vocación y no todo el mundo tiene esa vocación de servicio, porque el docente no solo enseña, debe saber transmitir, disfrutar, vivir la danza. La danza te eleva, es un medio, es un instrumento que sirve para cautivar al público y eso hay que saber transferirlo", explicó.

Fulvia Chagra, jamás dejó de capacitarse, realizó infinidad de cursos y siguió su instrucción con importantes figuras, "en 1993 viajé a Rusia donde tomé clases con Ninel Kourgapkina (profesora de danza y prima ballerina del Kirov Ballet). En mi vida hubiera pensado tomar clases con ella", aseveró.

Hoy con un impecable camino recorrido es poseedora de gran cantidad de premios, reconocimientos y diplomas, distinciones que honran su entrega y profesionalismo. "Yo nunca deje de hacer cosas, no dejo de ser porque no dejo de hacer", indicó.

Dueña de un espíritu inquieto y de un sexto sentido que detecta las vibraciones especiales de las cosas vinculadas con el arte, toda ella es pasión, acción y emoción y a lo largo de los últimos 60 años, generosamente ha tocado con su llama a muchos jujeños transmitiendo lo que sabe, brindándose a sus alumnos.

"La danza es mi vida, mi amor, siempre quiero más, me encanta. Yo escucho la música y me transporto, llevo la danza en el alma. Con la danza nunca atravesé cosas tristes y son muchos los momentos de alegría. Y por todo eso soy una verdadera agradecida", concluyó.

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