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Una reunión con dimensión política y estratégica

Sabado, 13 de febrero de 2016 01:30

La reunión que el Vaticano trató de organizar en vano por décadas en Europa se fraguó en gran secreto, en parte debido a las resistencias de algunos sectores del patriarcado de la Iglesia ortodoxa rusa, que representa a 130 millones de fieles sobre un total de 250 millones de ortodoxos.

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La reunión que el Vaticano trató de organizar en vano por décadas en Europa se fraguó en gran secreto, en parte debido a las resistencias de algunos sectores del patriarcado de la Iglesia ortodoxa rusa, que representa a 130 millones de fieles sobre un total de 250 millones de ortodoxos.

Para muchos analistas, los estrechos vínculos entre el patriarcado y el presidente ruso Vladimir Putin, dieron a la reunión una dimensión política y estratégica.

"Entre bambalinas hay un tercer protagonista, el presidente Putin", sostiene en su blog el vaticanista Marco Politi, quien recuerda que Francisco recibió el año pasado en dos ocasiones al líder ruso en el Vaticano.

"Sería una ingenuidad pensar que la repentina disponibilidad del patriarca no está relacionada con el papel de Rusia en este momento geopolítico", escribió Politi.

El jueves, Rusia y Estados Unidos acordaron una "suspensión de las hostilidades" en Siria en el plazo de una semana, con el objetivo de reactivar el proceso de paz y frenar el desplazamiento masivo de civiles.

La estabilización de Siria y el freno al terrorismo yihadista son dos asuntos que Moscú sopesa con Estados Unidos.

Acusada durante décadas de proselitismo por parte de los ortodoxos rusos, la Iglesia católica intenta superar la desconfianza y evitó condenar la política intervencionista de Putin en Ucrania, gesto apreciado por la Iglesia rusa aunque criticado por los católicos ucranianos de rito griego, que apoyan al gobierno de Kiev.

La situación es compleja y lo cierto es que este acercamiento deja varios puntos para analizar y no sólo desde lo religioso.