El paseo por la ciudad permite descubrir postales hermosas de paisajes coloniales que se combinan con lo natural, replicándose en todas las direcciones, en un lugar que atrae por lo solitario, pero a la vez, por lo magnético.
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El paseo por la ciudad permite descubrir postales hermosas de paisajes coloniales que se combinan con lo natural, replicándose en todas las direcciones, en un lugar que atrae por lo solitario, pero a la vez, por lo magnético.
Y es que caminando por las calles de la Tacita de Plata, el arte también comienza a florecer en murales que sorprenden con su belleza ante todas las miradas.
Murales inmensos, murales pequeños, cuadros simples, detalles complejos, todos derrochan color y de vuelven a la vista de todos, parte de una historia que compartimos día a día.
Se constituyen puertas de entrada a un mundo lleno de riqueza visual y colorida, que hechiza a quien se adentra en la ciudad para contemplarlas.
Así, es que el arte comenzó a ser cada vez más importante y hoy cuenta con un espacio en el que se puede rastrear su historia, porque cada obra cuenta una que tiene como denominador común las tradiciones permanentes, desplegando su magia particular.
Entre Necochea casi esquina Independencia, se puede ver a "La tejedora", una mujer que eleva lo artesanal de su tradición vallista. Esta perla jujeña se encuentra tejiendo lanas-cables de colores en lo alto del edificio, es una obra producto del esfuerzo del artista plástico Alejandro Condorí y el grupo Jujeños Señores, fue un sueño hecho realidad, posible gracias a la imaginación y colaboración colectiva.
Fue muy bienvenida en la comunidad esta tejedora constante que nace entre las construcciones aledañas. Mientras las calles se abren como escenario de las pinceladas con esencia, la ciudad sigue su curso pero esta vez con la aparición de obras magníficas que emergen entre autos, casas de teja y edicios nuevos. La armonía simple que sólo el color puede ofrecer interrumpiendo el paisaje gris y cotidiano. se puede ver desde lo lejos, llegando a la avenida Senador Pérez, cómo el paisaje urbano cobra una nueva vida. Los niños juegan en las paredes, como perdidos en su mundo de juguetes y fantasía, casi en estado puro. Muñecas, sillas pequeñas y un sinfín de juguetes están dispersos y forman un submundo absorbido por la magia adorada de la niñez vivida en algún pasado compartido por todos.
Y entonces los juegos más representativos se pueden ver a lo lejos y, ya en la cercanía se vuelve espléndido, lleno de detalles puestos con el propósito de ofrecer la maravilla de ser niño, donde la inocencia parece eterna y cuyos trazos invitan a una pausa con el sólo propósito de contemplar aquella etapa de felicidad genuina. El niño kolla que juega con sus burbujas de jabón se convierte en un pequeño gigante que está intacto en las alturas, viviendo su propio cuento, soplando burbujas que flotan en el aire, mientras, abajo el viento sigue soplando y el camino conduce a la calle Independencia y Otero, donde otro mural sorprende en una esquina. Y lleva consigo la noche y el día, mostrado en un escenario con telones rojos y con un toro dividiendo cuadros, como si fuera el retrato de los días o la vida misma.
Otro desvío hace que llegando a Patricias Argentinas de nuevo los cuadros se multipliquen. Al mirarlas detenidamente, cada una las obras develan misterios escondidos, puentes a la imaginación donde la geografía se mezcla con la tradición para conocer aquellos relatos que cautivan por su permanencia. Relatos como los que recuerdan tiempos de Éxodo Jujeño, leyendas del norte impresas en pintura viva u hojas de coca prolijas junto al Inti, que dan testimonio de las costumbres que nunca dejaron de ser propias y que dan testimonio un pasado rico. El homenaje a la Pachamama está enmarcado por la combinación cálida de la luz que reflecta y cada mural tiene su espacio que recrea un sentido. Este recorrido por la ciudad permite acercarse a otros rasgos de la cultura, descubriendo diferentes sitios, donde un paseo por el centro deja entrever todo un mundo que se cierne en las esferas de lo productivo.
Después el viaje puede seguir en un puente, cerca del barrio Cerro Las Rosas, donde un grupo de jóvenes eligió lo religioso para presentar en comunidad y La Pasión de Cristo fue dibujada y pintada, mostrando la belleza de una creatividad incesante sin dejar atrás la fe.
En estos lares, el color comienza a encarnarse con el paisaje, la historia deja sus huellas hasta en los espacios más recónditos.
Sobre las capas de pintura que se superponen, brillan el arte y la vida misma que se mixturan para valorar recuerdos y recrear universos mágicos eternos.
Por la Quebrada
Más murales se despiertan en plena Quebrada.
En Tumbaya, Maimará y Tilcara, distintos cuadros son apreciados a la luz del sol. Pero en Huacalera no sólo las paredes de las casas bajas brindan mucho arte. Allí los refugios de colectivos se muestran coquetos, como dueños de un puñado de naturaleza que se va transformando y que deja ver cómo los espacios que sirven de descanso, pueden ser distintos. La particularidad de estos mini paraísos, radica en que cada mural es único en su tipo y fue pensado especialmente en el marco de un Encuentro de Muralismo "Quehabrá" en Jujuy. Artistas como Brígido Abán, Iván Dorado, Zaín Romitti, Daniel Ruíz, José Pérez y Marcelo Choque utilizaron este recurso como estratégico que más allá del atractivo que despierta contemplarlos, fueron motivados para dar vida a espacios no convencionales.
En Humahuaca, cuna de religiosiodad, también se descubre un hermoso trabajo realizado por los artistas Ariel Cortéz, Froilán Colque, Roger Justiniano y Oscar Zerpa quienes pintaron la aparición de la Virgen entre cerros en cercanías a la plaza central, para recuperar recuerdos y, al mismo, tiempo, reconstruir una época, acaso el perfecto cuadro para ofrecer a la virgen de manto azul y vestido rojo, como símbolo de la fe persistente de la gente del pueblo.