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Osvaldo Bayer y Jaime Torres en el recuerdo

Algunas remembranzas de dos hombres valiosos que supieron amar sus oficios y dejaron un legado eterno.
Sabado, 29 de diciembre de 2018 01:04

TILCARA (corresponsal) El ejercicio del periodismo nos otorga algunos placeres extras. Uno de ellos fue una cita en Música Esperanza. Esperaba en el bar cuando lo vi llegar con su impermeable claro, cansado más por los años que por la altura, con las manos cargadas de lunares y una barba blanca que certificaba su sabiduría.

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TILCARA (corresponsal) El ejercicio del periodismo nos otorga algunos placeres extras. Uno de ellos fue una cita en Música Esperanza. Esperaba en el bar cuando lo vi llegar con su impermeable claro, cansado más por los años que por la altura, con las manos cargadas de lunares y una barba blanca que certificaba su sabiduría.

De Osvaldo Bayer había leído varios libros hacía muchos años, pero lo que más me quedaba en la memoria eran las escenas de "La Patagonia Rebelde", película basada en una de sus investigaciones. Charlamos largo rato. Le preocupaba el problema de las tierras de las comunidades indígenas jujeñas y la ética del periodismo. Recuerdo que, a una pregunta que le hice, me respondió con otra cosa que luego repitió en la conferencia.

Más allá de los temas y de las opiniones, siempre pasajeros, me queda la imagen de ese hombre que se sabe un referente, que conoce sus propios kilates, pero que aprendió con la vida la humildad que nos pone en el lugar correcto. Por aquel entonces, ya pasados los ochenta, mantenía una envidiable curiosidad por la situación de nuestra provincia, y esperaba las respuestas con la tranquilidad de sus ojos calmos.

Más generoso fue mi contacto con Jaime Torres. Cuando llegábamos con el amigo Gabriel Plaza, corresponsal de La Nación, a alguno de sus Tantanakuy, nos tomaba del brazo y nos presentaba al resto sorprendido de que un colla representara al diario de Mitre y un gringo al Tribuno de Jujuy. "Así anda el mundo", concluía antes ensanchar su personalísima sonrisa.

Cuando alzaba su charango, esa sonrisa se le volvía extrema, contagiosa. Alguna vez le pregunté por esa felicidad, me miró y me preguntó a su vez si yo no sonreía igual al tener a una bella mujer entre mis brazos. "Es lo mismo", concluyó. Como Bayer, como todo aquel que es realmente grande, se preocupaba por saber del otro, y atendía con la misma mirada inquieta que don Osvaldo.

OSVALDO BAYER FALLECIÓ EL LUNES.

De la última entrevista que le hice, recuerdo que me comentó que ya se sentía un referente del folclore. "Como un Jaime Dávalos, como un Ariel Ramírez", me dijo y le dije que me parecía maravilloso, que se lo merecía. Jaime me tomó la mano, me miró a los ojos y me respondió que "es una verdadera m... Quiere decir que se me acaba la cuerda". En la Nochebuena despedimos a Bayer y a Torres. Dios nos diera tanto amor al oficio como ellos lo tuvieron.