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VIDEO: Relato del náufrago jujeño que estuvo perdido dos días en pleno mar abierto

Marcos Tabarcachi es un joven de 28 años que vive en Palpalá y se desempeña en la Policía de la Provincia. Su vida dio un giro rotundo cuando se fue de vacaciones a Punta Rasa y decidió ingresar a la costa atlántica en un kayak.
Viernes, 23 de febrero de 2018 00:00

Muchos leyeron o conocen la novela "Robinson Crusoe" que fue escrita hace tiempo e inspirada en la aventura que le tocó vivir a un hombre que estuvo perdido años en una isla desierta; los amantes del cine seguramente vieron la película "El náufrago" protagonizada por Tom Hanks, en la que el actor interpreta una narración similar a la de la novela. La historia de Marcos no es muy ajena a estas ficciones y ocurrió en la vida real. Sin un "Wilson" de compañero como Hanks en "El náufrago" pero con la misma esperanza y desesperanza a la vez por sobrevivir a todos los peligros que habitan en el mar.

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Muchos leyeron o conocen la novela "Robinson Crusoe" que fue escrita hace tiempo e inspirada en la aventura que le tocó vivir a un hombre que estuvo perdido años en una isla desierta; los amantes del cine seguramente vieron la película "El náufrago" protagonizada por Tom Hanks, en la que el actor interpreta una narración similar a la de la novela. La historia de Marcos no es muy ajena a estas ficciones y ocurrió en la vida real. Sin un "Wilson" de compañero como Hanks en "El náufrago" pero con la misma esperanza y desesperanza a la vez por sobrevivir a todos los peligros que habitan en el mar.

La crónica de su asombroso e inolvidable viaje tiene su inicio en un sueño que el joven palpaleño tuvo antes de partir a Buenos Aires. De ímpetu inquieto y aventurero, Marcos tenía dos propósitos para sus vacaciones en la casa de sus tíos de Mar de Ajó. Primero y principal, pasar días de descanso junto a su hijo y esposa, como cualquier otra persona. Y segundo, algo que lo marcó y que seguramente nunca volverá a hacer: calzar en su Volkswagen Gold Trend gris el kayak de su tío, para navegar por el mar y pescar. Un acto temerario que en cualquier playa no iba a poder hacer. Por eso eligió un lugar no muy concurrido de Punta Rasa para cumplir su sueño.

El domingo 11 de febrero, Marcos junto a Carla, su esposa, y su hijo "Marquitos" se dirigieron al lugar. El muchacho sacó el kayak, se puso un chaleco salvavidas, agarró su caña de pescar, besó a su familia y se adentró en la costa atlántica que le dio su bienvenida con potentes olas. Esos últimos besos no fueron una muestra más de amor, fueron besos que en los días posteriores iba a recordar frecuentemente. Besos que en los momentos más caóticos le dieron la energía necesaria para seguir adelante, estando al borde de la muerte.

Eran aproximadamente las 18, había un poco de viento que levemente fue aumentando en intensidad y fuerza. Las olas también fueron creciendo y el joven que no se había alejado tanto de la costa de a poco era arrastrado por el peligroso mar. Carla, desde el otro lado, empezó a preocuparse al ver que su esposo se iba alejando más de ella y su hijo. Al instante casi no lo veía. Desde adentro, Marcos inició una persistente lucha con olas enormes intentando volver. La situación empezaba a tornarse alarmante. Tiró el ancla, pero ya era tarde, el mar lo arrastraba sin piedad.

"Vi a otros pescadores que empezaron a volver y quise hacer lo mismo, pero se me hizo imposible. Avanzaba 100 metros y retrocedía 300. Empecé a dar aviso con el remo para que mi señora me vea y dio aviso a Defensa Civil que circulaba por la zona. Ellos notificaron a Prefectura que está ubicada a una hora de donde estaba yo, pero rápidamente iniciaron la búsqueda", contó Marcos Tabarcachi en diálogo exclusivo con El Tribuno de Jujuy.

Mientras tanto, la lucha del joven se iba intensificando. Las olas no paraban de crecer y la tarde de a poco iba cayendo. Su preocupación no era sólo avanzar hacia tierra firme, también debía mantenerse dentro del kayak y no dejar que la marea lo derribe.

Horas después, la tenebrosa y fría noche anunciaba su llegada en la Bahía de Samborombón. Carla ya no veía a su gran amor y Marquitos ya no tenía cerca a su papá. Desesperación, angustia y miedo era lo que ella empezó a sentir y a la vez debía mostrarse fuerte ante su pequeño de dos años porque con ese miedo de no ver a su amado nunca más, debía cuidar de él de la mejor manera.

Frío devastador, sed, cansancio y tiburones

 

TESTIMONIAL. EMPRENDIENDO UN VIAJE A LO INESPERADO (CAPTURA DE CELULAR).

 

Cuando cayó la tarde, Marcos vio en el cielo una luz de esperanza. Era un helicóptero que alumbraba algunos sectores de la inmensidad del mar que lo rodeaba. No tenía ningún objeto lumínico para avisar, sólo con los remos y con gritos quiso dar aviso, pero falló en el intento. Quizás eso le dio algo de tranquilidad al saber que lo estaban buscando. Pero debía pasar la noche y sobre todo las fuertes ráfagas heladas de vientos que estallaban en su cuerpo. Temblando, no dejó un instante de pelear, pero las horas pasaban y de a poco dejó de ver las luces de la costa. La luz de la luna era su única compañía.

Punta Rasa se encuentra en el extremo sur de la Bahía de Samborombón y el extremo norte del cabo San Antonio, Bs. As.

“Por la noche de a poco sentía que me iba alejando, cada vez veía menos el faro hasta que de pronto lo dejé de ver. A eso se le sumaba el frío que hacía, nunca sentí tanto frío. El agua estaba más caliente que el aire. Los que me rescataron me dijeron que ellos pensaban que podía haberme agarrado hipotermia, pero gracias a Dios eso no ocurrió. Esa fue la peor noche, mi único consuelo era ver el helicóptero que me buscaba”, mencionó el joven.

El segundo día cuando amaneció el viento bajó su intensidad y las olas también. Esperó que salga el sol para calentarse y reunir fuerzas para empezar a remar de nuevo. Su guía era el sol, temía equivocarse, porque si remaba en dirección contraria podía meterse aún más en mar adentro.

Llegó el mediodía del lunes y Marcos seguía en la nada. Para donde miraba había agua y ni siquiera un barco pesquero pasaba por ahí. Uno de los momentos más críticos de su odisea ocurrió cuando el kayak se le dio vuelta. “Me asusté mucho, ahí sí pensé que me moría, perdí el kayak y el remo. Sentía que iba a quedarme sin fuerzas y me iba a dejar caer. Insistía una y otra vez hasta que llegué al remo y después al kayak. Logré darlo vuelta, pero al principio no podía subirme, las olas no me dejaban. Me subí igual y pude descansar”, sostuvo.

Por la tarde ocurrió quizás el momento más aterrador. En pleno mar abierto empezó a ver algo que se acercaba hacía él. Pudo darse cuenta de qué era cuanto lo tenía a 10 metros. Lo que Marcos veía eran tiburones que se arrimaban hacia el kayak y atinó a quedase quieto, agachar la cabeza y rezar. Los vio de cerca, eran cinco, los más grandes medían dos metros. Eran dos enormes y tres chicos por detrás.

El terror pasó cuando vio que no les llamó la atención y pasaron debajo de él. Pero eso no fue todo, horas más tarde sintió otro ruido extraño, “me salpicaba agua y no eran olas, eran lobos marinos que iban saltando, me dio miedo porque podían chocarme, derribarme y morderme. Otra vez sentí que Dios estuvo cerca de mí porque no pasó nada y siguieron”.

El cansancio empezó a golpear al joven náufrago y la sed que tenía era abrumadora, aún así, sabía que no debía beber agua del mar y no lo hizo. Se hacía de noche y no observaba rastros de búsqueda. Con pocas fuerzas y casi sin aliento miraba al cielo y no paraba de rezar, “hice las paces con Dios, prometí todo lo que tenía que prometer. Pedí perdón por las cosas que había hecho mal y no me permitía bajar los brazos. Hice un balance de mi vida y no pensaba en otra cosa que volver con mi familia. Me destrozaba el corazón no verlos de nuevo”, relató.

Cayó la noche y después de un día sin ver nada más que agua y animales, vio un faro. Pensó que era el mismo de la costa de donde había partido, pero era otro, kilómetros mar adentro. Eso le dio más ánimos y siguió remando.      

Desgaste físico

Las consecuencias en su físico eran cada vez más crueles: calambres, dolores en las piernas y una sed arrolladora, aunque el frío no era fuerte como la noche anterior y eso lo mantenía más tranquilo.

Dormitaba por momentos y soñaba que un hombre le llevaba agua y le explicaba el camino para volver, pero cuando las olas lo volvían a golpear se despertaba y caía de nuevo en la dura realidad que atravesaba, “la sed que tenía era impresionante, quería cualquier tipo de líquido, al ver tanta agua alrededor me daban más ganas. Hacía filtros con el pantalón o la remera e igual era intomable. Tenía la boca seca, no podía salivar y seguía reflexionando sobre mi vida. Pensaba que me quedaba poco tiempo, sinceramente pensaba que me iba a morir pronto”. Decidió esperar que llegue el milagro.

 

El milagro del rescate,el martes 13

 

VOLVIÓ A NACER. MOMENTO EN QUE MARCOS VUELVE A TIERRA FIRME.

 

Su estado físico en el tercer día de haberse perdido en pleno mar ya era preocupante. Otros síntomas en su organismo empezaron a presentarse, pero la fuerza la tenía en la cabeza. No quería darse por vencido por nada del mundo y hablaba con Dios.

Era martes 13 y en contra de las supersticiones que lleva esa fecha, fue un día en el que Marcos Tabarcachi, con 28 años de vida, volvió a nacer.

Pasado el mediodía sintió otro ruido extraño que se asomaba. Primero pensó que era una lancha hasta que vio a un avión que pasó sobre él. No sabía si lo había visto hasta que giró y volvió hacia donde estaba. Dio unas cinco vueltas y fue ahí cuando, al margen de todo el desgaste corporal que sufría, sintió alivio.

La aeronave rápidamente dio aviso arrojando al mar una gran cantidad de humo para que el barco de la Prefectura Naval Argentina pueda localizar el lugar.

A los 20 minutos su sueño se hizo realidad. Ya no era lanzarse en una aventura en kayak al mar, su sueño fue volver a ver a su familia y seres queridos, y cuando el barco se asomó empezó a cumplirlo.

Al subir al barco se quebró en llanto y abrazó a sus rescatistas que al igual que él estaban muy contentos de verlo con vida.

“Vi en ellos las esperanzas, les dije que eran mis héroes, volví a sentirme vivo. Uno de ellos, el más grande, me dijo: "Sos una buena persona, por eso Dios te dio otra oportunidad, nosotros conocemos el mar’. Al llegar a la orilla fue el momento más lindo, me sorprendió ver a mis padres junto a mi esposa e hijo”, finalizó.

 

Un mensaje de superación

 

HOBBY. EL JOVEN PALPALEÑO SE RETRATÓ JUNTO AL KAYAK DE SU TÍO.

 

“Si yo bajaba los brazos no iba a poder volver a ver a mi familia, es por eso que no lo hice”.

“Antes de que me pase esto yo pensaba que podía llevarme la vida por delante sin tomar recaudos, pasando por delante de todo y sin escuchar al resto. Yo era una de esas personas que hacía lo que para mí estaba bien y me di cuenta de que debo llevar la vida con tranquilidad.

En la vida no se trata sólo de trabajar, comprar una casa o un auto, con esto aprendí que eso no es lo más importante, muchos pasan la vida buscando eso y pierden de estar tiempo con sus seres queridos. Ver sonreír a tus hijos es lo más importante, un niño no necesita los mejores juguetes, lo que necesita es jugar en una plaza con sus padres. Ahora valoro mucho compartir la cena con mi familia, estar con ellos.

En los peores momentos que atravesé repetía una frase que es "persevera y triunfarás’. Si yo bajaba los brazos no iba a poder volver a ver a mi familia, por eso no lo hice. Las cosas tardan en llegar, pero nunca hay que darse por vencido. Cuando se hacen bien las cosas, lo bueno llega en el momento que tiene que llegar. Era una persona impaciente y aprendí a esperar confiando en Dios que sabe poner las cosas en su lugar en el momento indicado. Quiero agradecer a toda la gente de Prefectura, del Hospital, a mis compañeros de la Policía, a mi familia, amigos y a todos los que estuvieron cerca en ese momento. A los medios de comunicación, en especial a El Tribuno de Jujuy, que fueron los que más difundieron lo que me pasó”.