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Una jornada diferente

El torneo organizado por la Asociación Jujeña de la especialidad cumplió con las expectativas de todos. Un espectáculo único.
Lunes, 30 de julio de 2018 19:43

No es algo muy sabido, pero el juego del pato tiene los mismos orígenes que nuestra tirada de cuartos. Para las fiestas patronales de San Juan, según las crónicas coloniales, y según el cronista Félix de Azara para las de la beatificación de San Ignacio, alguien del paraje donaba un ave que los paisanos, alardeando su destreza de a caballo, cinchaban para ver quién lograba escapar con la parte más grande hasta la casa del ofertante.

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No es algo muy sabido, pero el juego del pato tiene los mismos orígenes que nuestra tirada de cuartos. Para las fiestas patronales de San Juan, según las crónicas coloniales, y según el cronista Félix de Azara para las de la beatificación de San Ignacio, alguien del paraje donaba un ave que los paisanos, alardeando su destreza de a caballo, cinchaban para ver quién lograba escapar con la parte más grande hasta la casa del ofertante.

Quien haya visto tirar cuartos de cordero desde dos caballos, ya sea en la fiesta de la Cruz en Uquía o la de Santiago en Puesto del Marqués, podrá comprender las similitudes. Las nuestras quedaron en la veneración patronal, de la que partieron ambas, y aquella, la del pato, se transformó en deporte no antes de estar largamente prohibida porque a las pujas solían sumarse los cuchillos. Se jugaba la fama del paisano, que no es poca cosa, aunque en nuestra celebración quedó en decir que vence quien tiene menos pecados.

Para el primer gobierno de Perón se reconoce al pato como deporte nacional.

El domingo concluyó la Copa El Tribuno de Jujuy, donde la entrada fue un alimento no perecedero para la obra de la Fundación "Padre Pío" y con lo recaudado se realizará la fiesta del Día del Niño y ayudará a familias de varios asentamientos.

Fue en El Remate, un bello predio ideal para este deporte. A la sombra de la arboleda del fondo, esperaban los caballos amarrados a las argollas de las sogas que se tendían de árbol a árbol. Nos acercamos a los animales. Uno de los jugadores trataba a su bestia con un cariño encomiable. Nos explicó que se les vendan las patas para protegérselas, y que se eligen animales veloces, como en el polo. Luego le escuchamos gritar a sus contrincantes que no le anden mirando los animales, acaso para que no se los "ojearan", y ya escuchamos el golpeteo del galope en la cancha. La puja aún era lejana, tanto como un oído gaucho sería capaz de reconocer para saber cuántos y como llegan. En torno a la cancha, en un domingo diferente, padres cabalgando con sus hijos al trote suave de un paseo, familias sentadas en reposeras terminando lo que fue el asado de mediodía, y en la cancha los ocho jugadores, cuatro por cada equipo, que bichean la oportunidad al trotecito para echar el pique en cuanto ven que es el momento de cincharle el pato al contrario, y correr hacia el aro para convertir.

Las carreras con que se escapa quien encara un tanto, son dignas de verse. Tanto como verlo correr, causa admiración verlo detenerse, que a esa velocidad es toda una hazaña. Con una mano lleva al pato, que ya no es el animal sino una pelota con cuatro manijas, y en la otra el rebenque. Como lo correcto es tener siempre el pato a disposición de que se lo pueda querer "robar" el contrincante, el espectáculo es sumamente plástico.

Entre los espectadores, con una tribuna breve y muchos sentados en las cajas de sus camionetas, no todos conocían el juego más que este cronista. Pero es algo que parece aprenderse fácil, restando las reglas en que nos instruía el locutor. Sobre la mesa de quienes fiscalizaban el juego, además de los dos jueces montados, un cencerro daba el tono más telúrico que el silbato para el final de los cuatro tiempos de ocho minutos en que se divide el partido, que es de poco más de media hora de juego neto. Se comprenden pronto los gestos de los centauros: trote saltadito y pícaro cuando estudian la situación, marcas personales corriendo lado a lado, veloces carreras semicirculares y luego rectas para convertir, de las que los animales regresaban respirando más agitados que sus jinetes. Al público, al que da gusto sumarse sobre todo cuando se lo hace con una función benéfica, asistió en un muy buen número y se fue feliz por el espectáculo brindado. Y no sólo por el campeón El Algarrobal II, sino todo por todos protagonistas.

Por último, los organizadores agradecieron El Tribuno de Jujuy, Clínica Nuestra Señora de Fátima, Jujuy GNC, Carmotos, La Porcina y Maderera El Ceibo.