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El pensamiento del filósofo Carlos Cullen

El Tribuno dialogó con el pensador durante su visita a Tilcara para la inauguración del Instituto "Rodolfo Kusch".
Miércoles, 22 de agosto de 2018 00:00

Carlos Cullen participó ayer de la inauguración del Instituto "Rodolfo Kusch", de la Unju, por lo que aprovechamos para conocer su rica historia en el campo de la filosofía. Empezó por recordar que "la Filosofía de la liberación emerge a fines de la década del sesenta, cuando estábamos bajo un gobierno militar, y con un grupito de colegas pensábamos en qué podemos hacer con las universidades nacionales intervenidas, ganándonos la vida como podíamos". En diálogo con El Tribuno, contó que "hubo un congreso de filosofía en Alta Gracia, y decidimos ir y darnos el gusto de decir algunas cosas. Dimos cada uno nuestra ponencia, pero en un momento nos fuimos a un café, donde decidimos fundar el movimiento. Escribimos un manifiesto, y así nació. Estábamos cansados de que no se tocaran temas como el colonialismo. Esto coincidió con el movimiento de la Teología de la Liberación, que fue muy importante, y con Paulo Freire, con la Pedagogía del Oprimido. Es todo de la misma época". Las primeras reuniones se realizaron en un seminario jesuita en San Miguel, provincia de Buenos Aires. "Ya éramos unos cuantos", nos dice. "Empezamos a hacer jornadas, empezó a venir más gente, y a fines del 72 recibí una beca para ir a hacer el doctorado en Alemania. Me fui cuando se anunciaba la democracia, y volví en el 75. Me fui con un país y volví con otro, con compañeros que empezaban a ser perseguidos y empezó a darnos miedo". Algunos de los fundadores de Filosofía de la Liberación, como Enrique Dussel y Walter Mignolo, se exiliaron con el golpe de 1976. Nos cuenta que "decidimos seguir pero cambiarle el nombre por el de Pensamiento y Cultura, y nos reuníamos en casas, en consultorios de algunos colegas. Rodolfo Kusch y Mario Casalla, que era del grupo inicial, vinieron a la Universidad Nacional de Salta, pero con el golpe los echaron y Rodolfo decidió irse a Maimará".

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Carlos Cullen participó ayer de la inauguración del Instituto "Rodolfo Kusch", de la Unju, por lo que aprovechamos para conocer su rica historia en el campo de la filosofía. Empezó por recordar que "la Filosofía de la liberación emerge a fines de la década del sesenta, cuando estábamos bajo un gobierno militar, y con un grupito de colegas pensábamos en qué podemos hacer con las universidades nacionales intervenidas, ganándonos la vida como podíamos". En diálogo con El Tribuno, contó que "hubo un congreso de filosofía en Alta Gracia, y decidimos ir y darnos el gusto de decir algunas cosas. Dimos cada uno nuestra ponencia, pero en un momento nos fuimos a un café, donde decidimos fundar el movimiento. Escribimos un manifiesto, y así nació. Estábamos cansados de que no se tocaran temas como el colonialismo. Esto coincidió con el movimiento de la Teología de la Liberación, que fue muy importante, y con Paulo Freire, con la Pedagogía del Oprimido. Es todo de la misma época". Las primeras reuniones se realizaron en un seminario jesuita en San Miguel, provincia de Buenos Aires. "Ya éramos unos cuantos", nos dice. "Empezamos a hacer jornadas, empezó a venir más gente, y a fines del 72 recibí una beca para ir a hacer el doctorado en Alemania. Me fui cuando se anunciaba la democracia, y volví en el 75. Me fui con un país y volví con otro, con compañeros que empezaban a ser perseguidos y empezó a darnos miedo". Algunos de los fundadores de Filosofía de la Liberación, como Enrique Dussel y Walter Mignolo, se exiliaron con el golpe de 1976. Nos cuenta que "decidimos seguir pero cambiarle el nombre por el de Pensamiento y Cultura, y nos reuníamos en casas, en consultorios de algunos colegas. Rodolfo Kusch y Mario Casalla, que era del grupo inicial, vinieron a la Universidad Nacional de Salta, pero con el golpe los echaron y Rodolfo decidió irse a Maimará".

Dice que "Kush era un autor que leíamos. América Profunda era leído porque la Academia Nacional de Letras lo había premiado, yo creo que sin leerlo. A comienzos del 76 hubo una manifestación de estudiantes universitarios frente a la Facultad de Medicina. Nos persigue la policía montada y Casalla me dice que nos vayamos, entramos a un café y me presenta a Rodolfo Kusch".

Recuerda que "mi primer libro tiene una relectura de Hegel con categorías de Kusch, pero nunca nos habíamos cruzado. El grupo nuestro siguió reuniéndose, cambiando de nombre, y el padre Juan Carlos Scannone, que también formaba parte del movimiento, consiguió que una fundación alemana nos financiara una investigación como parte de un proyecto internacional. Con ese dinero sólo podíamos pagar un salario, y propuse que el subsidio sea para Kusch".

Nos dice que "vivían de lo que podían. En alguna carta Rodolfo, con mucho humor, me preguntaba cuándo le llegaba la plata, porque su mujer sembraba papas y cebolla, y a mí la cebolla no me gusta, me escribe. Eso habla de cómo eran las cosas. Kusch tenía su pensamiento anclado en una crítica profunda al colonialismo. Para nosotros tenía una enorme importancia".

Otro participante del proyecto fue Emmanuel Levinas. "Agradezco a la vida el conocer a Kusch y a Levinas", nos dice Cullen. "Levinas plantea que la intelectualidad europea estaba queriendo romper con la modernidad, pero lo hacía desde el mismo eurocentrismo. Kusch muere en el 78, muy joven, y en una reunión internacional, que se realizaba en París, yo expuse por el grupo argentino, se me acerca Levinas, me da un abrazo y me dice: no pierdan la pasión con que piensan, nosotros los europeos la perdimos".

Cullen cuenta que "decidimos dar un paso más, y sin renunciar a la idea de liberación, empezamos a hablar de filosofía intercultural. Nadie hablaba de eso, y fueron elementos que se fueron amasando y te puedo decir, con mucha alegría, que ya son temas que están en muchos lados. Me alegra que la Unju se anime a poner un instituto con el nombre de Rodolfo Kusch, cuando en un momento éramos cuatro gatos locos".

Nos dice que "queríamos presentar alternativas al modelo hegemónico. Al recuperarse la democracia regresamos a las universidades y empezamos a hablar del tema. Al principio el rechazo era muy fuerte, pero había alumnos que se animaban a presentar sus tesis sobre Kusch. Algunos lo confundían con el tema del indigenismo, que es algo muy distinto aunque hay un recuperar del pensamiento de nuestros pueblos originarios. Yo lo apliqué a la filosofía de la educación, aunque venía trabajando sobre la ética, y los estudiantes jóvenes de entonces fueron abriendo otros terrenos".

Nos dice que "el año pasado, la Universidad Nacional del Oeste, en San Antonio de Padua, organiza un encuentro con los sobrevivientes de Filosofía de la Liberación, y había quinientos chicos hasta sentados en el piso. Pese a que algunos mal entendieron de Kusch, empezó a aparecer en la universidad. Para los grupos hegemónicos hay una sola forma de entender, y decir, con Kusch, que el pensamiento está gravitado por el suelo que habita, es algo a lo que la academia se resiste".

Nos explica que "Platón decía que hay que desgravitarse. ¿Qué es la belleza?, preguntaba Sócrates, y le respondían que los cuerpos bellos, las almas bellas, las virtudes bellas, y él les decía que no, más arriba, hasta llegar a la idea de la belleza en sí. Cuanto más desgravitado, mejor filósofo se era, y este pensamiento se cree un pensamiento único. Es importante trabajar bien a Kusch para que no se convierta también en un pensamiento único que lo falsee, poniéndolo como un místico cuando incluye la sabiduría popular".

Finaliza diciendo que "el movimiento de los filósofos de la liberación se mantiene vivo, con todos los matices, porque ninguno de nosotros se cerró, hemos tratado de abrirnos, de seguir pensando, de relacionar asignaturas, y es algo que se está dando en toda nuestra América. Fui invitado veintiún veces a México, y una vez, tras una conferencia, una maestra me pregunta: ¿y ahora qué hacemos? A mí me salió decir: resistir con inteligencia".