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Ayudan a detectar los factores de riesgo

Alcoholismo, consumo de drogas y pornografía, como también la carencia de una red de apoyo en el entorno cercano.

Martes, 03 de diciembre de 2019 01:02

Los principales factores de riesgo son el alcoholismo, el consumo de drogas y pornografía, como también la carencia de una red de apoyo en el entorno familiar. Cuando las fantasías aparecen en estado consciente las pueden controlar, pero bajo los efectos del alcohol u otras sustancias no pueden contenerse y terminan haciéndolas realidad.

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Los principales factores de riesgo son el alcoholismo, el consumo de drogas y pornografía, como también la carencia de una red de apoyo en el entorno familiar. Cuando las fantasías aparecen en estado consciente las pueden controlar, pero bajo los efectos del alcohol u otras sustancias no pueden contenerse y terminan haciéndolas realidad.

Entonces en la terapia los ayudan a detectar esos factores, apuntando a que puedan adquirir conciencia de responsabilidad para poder pedir ayuda. Por lo general no la piden porque les da vergüenza, por lo que en las sesiones trabajan con la vergüenza y la culpa, la asertividad, de cómo pueden pedir ayuda y la capacidad de empatía con la víctima. Ya en los últimos encuentros se focalizan exclusivamente en la víctima. Por lo general hay pacientes que se bajan del tratamiento y los que verdaderamente tienen la conciencia de responsabilidad siguen. En esa instancia comienzan a verse los resultados. "El objetivo es que pasen de la empatía egocéntrica a una empatía hacia la víctima", dijo Noelia Soruco al apuntar que muchos de los pacientes estaban alcanzando la meta.

Negligencia y complicidad

Tatiana Fecha puso de relieve que otros de los factores de riesgo importante es el hacinamiento, cuando "viven muchas personas en una misma habitación el facilitador es la negligencia de los otros adultos. Por ahí hay muchas madres que son entregadoras de las hijas, son cómplices", advirtió. Destacó que hay mucha negación "a veces de parte de la misma familia, también invalidación de parte de lo que le pasa a la víctima pero también al agresor, como por ejemplo, una persona que abusó comenta que tiene ciertos pensamientos muchas veces se los sanciona afuera, pero no le dicen vamos a buscar ayuda, te puede volver a pasar lo mismo. Por eso apuntamos mucho a la autonomía propia del paciente que se haga responsable", al tiempo que pueda armar una red de contención que podría ser un amigo "que no los va a juzgar pero que sí los va ayudar", o referentes religiosos. Sin olvidarse de la víctima, tienen puestas sus energías en estas personas que en algún momento van a recuperar su libertad y es imperioso que salgan con un tratamiento y las herramientas que les permitan identificar los factores de riesgo para evitar la reincidencia.

¿Es un mito o es real que quien abusó reincidirá irremediablemente una y otra vez?, fue la pregunta, a lo que Soruco respondió que "eso tiene que ver con una estructura de su personalidad. Si es una estructura perversa, sí. Si es una estructura de personalidad neurótica, donde hay una angustia, tiene un mejor pronóstico a largo plazo". En el ámbito penitenciario disponían de dispositivos para abordar el alcoholismo y la drogadicción, pero nadie se ocupaba del abuso sexual que es una problemática de la sociedad.

Con más cárcel no se soluciona

RITA SEGATO / ANTROPÓLOGA ESPECIALISTA EN VIOLENCIA DE GÉNERO.

Rita Segato está considerada una de las voces más lúcidas de América Latina para pensar la violencia de género. La antropóloga, que estudia las violaciones, sostuvo que “no es un delito como todos los otros. Es un crimen del poder. Lo que se debe hacer es ofrecer más educación de género en las escuelas, con docentes capacitados, y que el abordaje sea integral, que abarque la violencia machista en sus varias formas”, aseguró en declaraciones a la prensa.
Advirtió que “los políticos tienen que entender que no es necesario cambiar la ley y partir hacia un punitivismo mayor para solucionar el fenómeno. El punitivismo no lleva a ningún lugar. La prueba es Estados Unidos, donde tienen las penas más severas y tasas de violación altísimas”. Segato entrevistó a condenados por violación en la Penitenciaria de Brasilia, para entender qué pasa por la cabeza de un hombre cuando somete por la fuerza a una mujer. Contó esa experiencia en el libro “Las estructuras elementales de la violencia”.
Para la pensadora es “un error, que el pensamiento feminista eliminó hace muchísimo tiempo, la idea de que el violador es un ser anómalo. En él irrumpen determinados valores que están en toda la sociedad. Entonces, nos espantamos y el violador se convierte en un chivo expiatorio pero él, en realidad, fue el protagonista de una acción que es de toda la sociedad, una acción moralizadora de la mujer. No es con más cárcel, mucho menos con su castración química, que vamos a solucionar el problema. La violación no es un hecho genital, es un hecho de poder.

Puede realizarse de forma genital y de muchas otras formas. Si no cambia la atmósfera en que vivimos el problema no va a desaparecer”. Agregó que las feministas, las estudiosas del tema, saben que “en una violación no hay una relación sexual, hay deseo de control, de apropiación. El órgano sexual masculino entra como un arma para destruir. Es indispensable para el hombre ser hombre por la necesidad de ser un ser humano viril. Tiene que demostrar su capacidad de control y secuestro sobre el cuerpo de la mujer. Por lo general se consigue por otros medios que no son criminales. El violador se rinde ante un mandato de masculinidad que le exige un gesto extremo aniquilador de otro ser para verse como un hombre, para sentirse potente, para verse en el espejo y pensar que merece el título de la hombría.

El interés del violador es la potencia y su exhibición frente a otros hombres para valer como un hombre. Hay que hablar más del tema, sobre qué es una agresión sexual, qué es una agresión íntima en el mundo de las relaciones de pareja, qué es una violación anónima, en la calle, y qué es una violación en la guerra: cada vez más la violación es un arma de guerra. Si no se comprende qué papel tiene la violación y la masacre de mujeres en el mundo actual, no vamos a encontrar soluciones. No hay recetas fáciles”.

Cuando le preguntaron qué opinaba de la creencia generalizada de que la reincidencia es ineludible en el caso del violador respondió que “es obligatorio pensar que todo ser humano puede cambiar. Es muy difícil a veces y en el caso de la violencia sexual, más aún. Pero es un principio ético fundamental pensar que revisar actos y desinstalar chips de programación que nos hacen actuar de una determinada forma que hace daño al mundo, es posible. Esa desinstalación de la conducta puede ser efectuada por todo ser humano. Ahora bien, para lograrlo es necesario dar las condiciones que permitan hacerlo. Un sistema de justicia que piensa que la cárcel es la solución para los problemas es un sistema absurdo. La amenaza de la sentencia no causa comportamiento y no modifica comportamiento. La ley tiene que persuadir y disuadir. Y el trabajo de rehabilitación de cualquier ser humano requiere tiempo”.