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Un año de pulsos acelerados

Martes, 31 de diciembre de 2019 01:04
GERARDO MORALES

Como en todo año político, la Provincia estuvo metida de cabeza en los vaivenes que terminaron consolidando una especie de bipartidismo de baja gama que a su vez, cerró el abanico de ideologías y expresiones que una sociedad madura necesita para dar cabida a todas las líneas de pensamientos y sentimientos. Escondidos detrás del radicalismo y del peronismo, decenas de partidos provinciales y municipales, corrientes, tendencias, agrupaciones, etc., encontraron la posibilidad de sentirse vivos de esa manera: como simples actores de reparto, cero protagonismo y cero incidencia en las decisiones, recibieron la bendición de unas fotos y algunos fondos para sumar votos en el momento final. Es cierto que sumando de a uno, aportaron su cuotita, pero no es menos cierto que su supervivencia es engañosa: no muestra el real caudal de votos detrás de cada sello de goma y les permite a los socios mayoritarios presentarlos como masivas expresiones de apoyo. En esa vorágine que mezcla militancia y afán de figuración, sucumbieron decenas de partidos políticos "históricos" de Jujuy, y un centenar de agrupaciones que después de las elecciones volvieron a freezer. Definido el panorama, es bueno hacer una escala en el peronismo, hoy principal fuerza de la oposición y ganadora de las elecciones de octubre.

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Como en todo año político, la Provincia estuvo metida de cabeza en los vaivenes que terminaron consolidando una especie de bipartidismo de baja gama que a su vez, cerró el abanico de ideologías y expresiones que una sociedad madura necesita para dar cabida a todas las líneas de pensamientos y sentimientos. Escondidos detrás del radicalismo y del peronismo, decenas de partidos provinciales y municipales, corrientes, tendencias, agrupaciones, etc., encontraron la posibilidad de sentirse vivos de esa manera: como simples actores de reparto, cero protagonismo y cero incidencia en las decisiones, recibieron la bendición de unas fotos y algunos fondos para sumar votos en el momento final. Es cierto que sumando de a uno, aportaron su cuotita, pero no es menos cierto que su supervivencia es engañosa: no muestra el real caudal de votos detrás de cada sello de goma y les permite a los socios mayoritarios presentarlos como masivas expresiones de apoyo. En esa vorágine que mezcla militancia y afán de figuración, sucumbieron decenas de partidos políticos "históricos" de Jujuy, y un centenar de agrupaciones que después de las elecciones volvieron a freezer. Definido el panorama, es bueno hacer una escala en el peronismo, hoy principal fuerza de la oposición y ganadora de las elecciones de octubre.

GERARDO MORALES

Cuando despuntaba la carrera electoral allá por marzo, y el peronismo intuía -o ya sabía- que Gerardo Morales iba a adelantar su elección. Pero el PJ no supo, no quiso o no pudo ver que podía acelerar su regreso al Gobierno de la Provincia. El Gobierno nacional había dejado la estrategia en manos del mercado, del ecuatoriano Jaime Durán Barba experto en armar candidatos y ganar elecciones pero neófito en el arte de gobernar (especialmente un país como el nuestro), y de su alter ego el jefe de Gabinete Marcos Peña, un yuppie de la política de alta preparación teórica y nulo "feeling" con la gente. En Jujuy, el GM y su gobierno también intuía -o ya sabía- que jugaba por su lado o desaparecía, pero el justicialismo enredado en internas incongruentes, personalismos recalcitrantes, y tremendas ambiciones de poder que si bien son legítimas en todos a algunos les quedan inmensamente grandes -al menos todavía- no le dio la importancia que tenía la preocupación del gobernador y priorizó encarnizarse "hacia adentro" despellejando a todo el que aspiraba a la gobernación. Lo hizo de la peor manera: con el agravio, el insulto, las actitudes totalmente carentes de elementales códigos de la política. Visto desde afuera, el peronismo preelectoral era una guerra entre caníbales. Finalmente, por obra y gracia de su propia miopía, ayudada por alguna operación política tan siniestra como magistral (algo que en política es una virtud) de sigilosos operadores de la Casa de Gobierno, el peronismo fue dividido. Don Julio Ferreyra, histórico y emblemático director del Registro Civil de Jujuy, el boom inesperado del justicialismo (creación de un insólito error del Gobierno del GM) encabezó la fórmula del PJ sostenido por la interpretación y la precisa visión de coyuntura del presidente del Partido, Rubén Rivarola, un puñado de dirigentes y por el clamor popular que no se po día detener. Lo acompañó el destacado dirigente carmense Adrián Mendieta, con su gran carga de militancia y trayectoria de base desde el interior jujeño. Obtuvieron el 32,77% de los votos. Intentando mostrarse más peronistas que los otros, el senador Guillermo Snopek y la contadora Fernanda Colque con el Frente Juntos por Jujuy, alcanzaron un 10,43%. Una tercera línea de expresión justicialista, encabezada por la fórmula René Casas Gamboni y Gustavo Briones, obtuvo el 3,36%. La simple suma arroja un total de 46,56%. El Frente Cambia Jujuy había alcanzado 43,76%. El peronismo eligió perder la Provincia, antes que ganarla y darse un descarnado y sustancioso debate postriunfo entre todos los sectores para elegir el rumbo y el destino de un gobierno estratégicamente diferente. Además, si se hubiese logrado la unidad, el impacto en la sociedad jujeña, hubiese levantado varios puntos el resultado final. Pero en vez de tragarse los sapos de adentro, ahora deberán tragarse los de afuera (léase el gobierno de Cambia Jujuy), durante cuatro años más. Que además, le causará uno que otro dolor de cabeza al gobierno del presidente Alberto Fernández. Algo más: si se hubieran sumado también los porcentajes de Unidad Ciudadana 2,54% (Paula Álvarez Carrera/Néstor Martearena); del Frente Patriótico 0,86% (Alejandra Cejas/Rafael Vargas) y el Frente de Unidad del Pueblo Pluricultural 0,82% (Víctor Aramayo/Gabriela Arroyo), que hoy rodean a F&F la suma hubiese alcanzado 50,78%. Claro, en aquellos meses, nada hacía presumir la jugada magistral de Cristina Elisabet Fernández que luego elegiría un candidato presidencial para volver al poder por la puerta grande. En octubre, una unidad a regañadientes hundió a Cambia Jujuy y se llevó los laureles. En el PJ local, cada quien cargará en su conciencia sus actitudes, traiciones y culpas. Y también (tal vez) el aprendizaje que les puede haber dejado el ejercicio de tanto egoísmo político pintado de principios inalterables y sostenido por un peronómetro demodée.

El radicalismo de Jujuy, con una ayudita de sus amigos peronistas, ganó nuevamente el gobierno. El GM hizo lo lógico: su propia elección local. Tomó distancia del macrismo con críticas que subían de tono a medida que se acercaba la votación y apostando fuertemente una vez más al eslogan de unión, paz y trabajo. Como quedó demostrado, la unión entre jujeños no se reflejó ni en las elecciones ni en la calle; la paz, sólo tiene para el gobierno la chapa de haber aquietado los estilos violentos de la Agrupación Tupac Amaru, ensañada con sitiar ciudades y pueblos como método primario para lograr sus reclamos. Lo del trabajo es relativo: a excepción del megaemprendimiento solar de la Puna y uno que otro bolsón de realizaciones, no se pudo crear trabajo productivo provincial. Las pymes como las grandes empresas están jaqueadas por la crisis y en vilo por el riesgo de corte de la cadena de pagos del Estado. Las condiciones nacionales no ayudaron a crear empleo. Pero el Gobierno insiste con ese mensaje que ya comenzó a hacer agua. Políticamente, la alegría de Junio desapareció en octubre y obligará a los radicales a mirarse en el espejo del PRO y tratar con más consideración a sus socios de Primero Jujuy, donde cada día brotan voces más demandantes de espacios y respeto. Desde la oposición hoy, ya fantasean con que el gobierno de Cambia Jujuy tiene el boleto picado por varias razones: 1) el desgaste de la gestión, 2) promesas faraónicas y exageraciones incumplibles, 3) un gobierno nacional afirmará al peronismo local. Y más que todo eso, porque en cuatro años, ni Gerardo Morales ni Carlos Haquim -las dos figuras consulares del pacto- tendrán acceso a otra reelección, y porque hasta hoy no han permitido que aparezcan figuras capaces de tomar la posta con la misma potencia de esa fórmula. A excepción de multiganador intendente Raúl "Chuli" Jorge y en menor rango el senador Mario Raymundo Fiad, no hay otros "números puestos" en línea de sucesión. En medio del tembladeral, entre otras tareas, deberán comenzar a fortalecer lo que hay, o armar nuevos referentes presentables ante los jujeños. Y deberán evitar, como primera medida, repetir los errores del PJ y abrirse generosamente. Para empezar abandonando la clásica soberbia radical, capaz de llegar a enfrentar un paredón de fusilamiento, antes que reconocer errores y evitar pagar las culpas de la necedad o la impericia de algunos colaboradores "intocables".

La izquierda de Alejandro Vilca, Natalia Morales, Gastón Remy y un puñado más, involucionó peligrosamente y su futuro es un enorme misterio.

Todo será difícil. Pero siempre lo fue. A los argentinos y jujeños, eso no nos asustará nunca. Pero de persistir las torpezas políticas, el esce nario puede contraer una enfermedad terminal. Ojalá que no ocurra. Feliz año 2020.