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Un cuento

Viernes, 15 de marzo de 2019 01:04

Muy a su pesar, el comisario Pierro había resuelto el caso anterior, se relajó entristecido en su sillón, puso los puños sobre el escritorio de su despacho y me dijo que me iba a contar un cuento. Yo sonreí. Hace meses que no hace otra cosa, le dije, y Pierro me devolvió la sonrisa. Es cierto, dijo. Este más bien es una fábula, agregó. Uno de los personajes, dijo, es una paloma. No es mi animal favorito, Dubin, pero esta era particularmente bonita. Su cuello largo y delgado era la continuación de sus alas grises, y si fuera posible decirlo, caminaba con elegancia, casi con sensualidad.

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Muy a su pesar, el comisario Pierro había resuelto el caso anterior, se relajó entristecido en su sillón, puso los puños sobre el escritorio de su despacho y me dijo que me iba a contar un cuento. Yo sonreí. Hace meses que no hace otra cosa, le dije, y Pierro me devolvió la sonrisa. Es cierto, dijo. Este más bien es una fábula, agregó. Uno de los personajes, dijo, es una paloma. No es mi animal favorito, Dubin, pero esta era particularmente bonita. Su cuello largo y delgado era la continuación de sus alas grises, y si fuera posible decirlo, caminaba con elegancia, casi con sensualidad.

Por alguna razón que se me escapa, los perros la acosaban obligándola a remontar el vuelo cada tantos metros. Los volvía locos. Bajaba alguna decena de metros más allá, mecía su cadera por un tramo y los pobres perros se volvían a poner de pie, corriendo hacia ella, ladrando enfurecidos. Los palomos, ni le cuento. Se inflaban sus pechos cada vez que la veían cerca, y emitían ese sonido que parece asmático, y que dicen que a las hembras las seduce. A las palomas, digo. La de picos rotos que había en ese tiempo entre los palomos de la terminal, meta pelearse por su cercanía. Pero ella no le prestaba la atención salvo a sí misma, convencida acaso de que ya llegaría el macho que la mereciera. Nadie entiende a las palomas, Dubin y, entre todas, esta era la menos comprensible. No sé cuánto viven los especímenes de su especie, pero supongo que menos que los de la nuestra, y no tardaría en declararse irremediablemente solterona.

 

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