¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

23°
26 de Abril,  Jujuy, Argentina
PUBLICIDAD

El arduo oficio del agricultor

Conversamos con Walter Paulino Llampa, de San Pedrito en la Quebrada, sobre su trabajo y la memoria de sus abuelos.
Domingo, 24 de marzo de 2019 01:03

Entre los oficios de la Quebrada, el de los agricultores es, acaso, del que dependemos todos. Uno puede no consumir algo o no recurrir a algún servicio, pero todos tenemos alguno de los productos de la tierra en nuestros platos, cierto que no siempre tienen el reconocimiento merecido. Por ello nos acercamos a San Pedrito, entre las localidades de Tilcara y Maimará, para conocer a Walter Paulino Llampa.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Entre los oficios de la Quebrada, el de los agricultores es, acaso, del que dependemos todos. Uno puede no consumir algo o no recurrir a algún servicio, pero todos tenemos alguno de los productos de la tierra en nuestros platos, cierto que no siempre tienen el reconocimiento merecido. Por ello nos acercamos a San Pedrito, entre las localidades de Tilcara y Maimará, para conocer a Walter Paulino Llampa.

Cuenta que nació allí mismo en 1962. "Trabajo tanto en la producción agrícola como en la construcción, como en este caso colaborando con la comunidad, porque soy presidente del Centro Vecinal. Yo me crié aquí, donde hoy tengo mi casa, frente a los terrenos que son de mis abuelos, y de ahí aprendí y me crié en la agricultura. Desde los 9 años empecé a trabajar en la tierra".

Recuerda que "mis abuelos cultivaban tanto maíz como papas, trigo, habas, frutales y alfalfa. En ese tiempo ponían poca verdura. Cuando fallecieron, siguieron mis padres, que entonces araban con bueyes y animales mulares o caballos, pero mi mami me contaba que los abuelos sabían hacer todo a pala y pico. Ellos entregaban la cosecha en la estación del ferrocarril, y vivían con lo poco que sacaban".

Según le contaba su madre, María del Carmen Chuchuy, los abuelos "reservaban la producción en cercados de caña, donde ponían todo, las frutas, los maíces, la papa, en medio de pajas. La verdura era para consumo diario y la zanahoria en pozos bajo tierra. Hoy usamos poco ese sistema, porque destinamos todo al intermediario que la lleva a vender".

Dice que "cuando falleció mi padre, ya quedó mi madre vendiendo su verdurita en el canasto por Tilcara para sustentarnos. Los hermanos mayores se fueron y tuve que dejar la escuela para salir a trabajar. Desde quinto grado me dediqué a la agricultura, golpeando las puertas para conseguir clientes y salí a trabajar en otras quintas, para otras personas. Llegué hasta Río Negro, Santa Fe y con el tiempo formé el hogar, y empecé con algo de albañilería".

“Antes no había mucha peste”

“Años anteriores el invierno era más frío y la tierra descansaba un poco más. En julio se empieza con la siembra y en mayo se termina la cosecha. Hay otros tiempos de barbecho, de preparación del suelo y desde mayo nada. Ahora prácticamente se pone rotativa, apio y espinaca en invierno porque es muy resistente para el frío. Lo que se producía en primavera y verano, era para sobrevivir todo el año”, recuerda.
“El resto -dice- se iba por distintos lugares, para el Ramal a trabajar con las cañas, y no eran tan cultivadas las tierras entonces, menos extensión, más parte de pastizal y alfalfa para los animales, que había mucho. Antes no había mucha peste, se echaba abono de chivo, de corral que decimos, y con eso se mantenía y no había que curar las plantaciones. Cuando empecé de chico no se usaban agroquímicos y daba excelente las plantaciones”.
Nos dice que “ahora cambió mucho. Es mucha la peste que está avanzando y ponen mucho químico, será por el cambio climático. En noviembre, diciembre, nos empieza la merma del río y sufrimos la sequía, y dependemos de cuatro canales para el riego. Si no hay lluvia, empiezan los turnos, que a veces nos toca una vez a la semana. Cuando llega la creciente, a veces se lleva la toma y es otro sufrimiento, porque no hay agua”.
Dice que “la lluvia nos ayuda a controlar las pestes. La agricultura es complicada. Día a día, desde que amanece hasta que anochece, a veces en la madrugada hay que salir a sacar la verdura. Nos vienen de Tucumán, de Córdoba, de Salta, de San Salvador, Santiago, Santa Fe, llevan por cantidad y nos conviene aunque sea a menos precio. La lechuga a veces se lo tira, a veces tiene su precio, como la lotería, pero siempre ha tenido más salida, llenan los camiones completitos”.
De las semillas, agrega que “no siempre viene la misma calidad, aunque venga con el mismo nombre. Le pedimos al Gobierno que se dedique a los que trabajan en la tierra, en las defensas son muy descuidados porque el río va tomando altura. Le pediría que escuche la voz del agricultor, porque todos vivimos de los agricultores, así se alimenta la población. Hasta los mismos gobernantes no tienen qué comer de no ser por nuestro trabajo”.
“Los hijos siguen muy poco. Ya tienen otro estudio, no les gusta la tierra y agarran otros oficios. Antes estábamos toda la familia en la quinta y así sacamos adelante a nuestros hijos. Estudiaron, hoy trabajan. Hoy estoy solo o con medieros, con quienes ponemos todo por igual, desde la arada hasta la cosecha. Este año fue muy duro, la lechuga estuvo sin precio. Se tiró mucha verdura, llegó a valer hasta $ 25 la jaula, pero ya para diciembre levantó, y la lechuga llegó a 350”.
Aclara que “vendiendo a $ 100 se cubren los gastos, pero menos precio no se llega. Está todo carísimo: los insumos, los abonos, los fertilizantes, las semillas, los peones que tenés que ocupar. Pero tenemos que seguir peleando en la agricultura, que es lo que nos gusta. Hasta mayo se va a seguir sacando producción. Poner un poco de maíz, algo de papa, eso se vende”.