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26 de Abril,  Jujuy, Argentina
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General Juan Galo Lavalle, el león de Riobamba

Lunes, 22 de abril de 2019 01:04

Por Martín Barrandeguy. Se desentumecía la primavera de 1841, y con 43 años Juan Lavalle eligió San Salvador de Jujuy para tomar un respiro, venía huyendo de la política, de la guerra civil, de las traiciones, y quizás de sí mismo. Solo le quedaban pocos fieles amigos y una guarnición de 200 hombres, hay varias teorías sobre lo que pasó, amantes, el tiro por la cerradura, un suicidio.

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Por Martín Barrandeguy. Se desentumecía la primavera de 1841, y con 43 años Juan Lavalle eligió San Salvador de Jujuy para tomar un respiro, venía huyendo de la política, de la guerra civil, de las traiciones, y quizás de sí mismo. Solo le quedaban pocos fieles amigos y una guarnición de 200 hombres, hay varias teorías sobre lo que pasó, amantes, el tiro por la cerradura, un suicidio.

Pero retrocedamos en el tiempo, él contaba con gloriosos 25 años y era el comandante del cuerpo de Granaderos a caballo que había creado San Martín, ellos estaban incorporados al ejército, que a las órdenes del Mariscal Antonio Sucre luchaban contra los realistas en lo que un mes después sería Ecuador tras la definitiva batalla de Pichincha.

El 21 de abril de 1822 llegaban las tropas americanas desde el sur y se enfrentaron en la llanura de Tapicerca de la villa de Riobamba, Sucre ya en conocimiento de las condiciones y experiencia de los granaderos los envió en una misión de reconocimiento.

Parte del Combate de Riobamba, escrito por el Capitán Juan Galo Lavalle González Bordallo, para el General José Francisco de San Martín y Matorras:

"Exmo. Señor

El día 21 del presente se acercaron a esta villa las divisiones del Perú y Colombia y ofrecieron al enemigo una batalla decisiva. El primer escuadrón del regimiento de Granaderos a caballo de mi mando, marchaba a vanguardia descubriendo el campo, y observando que los enemigos se retiraban, atravesé la villa, y a la espalda de una altura en una llanura me vi repentinamente al frente de tres escuadrones de caballería, fuertes de ciento veinte hombres cada uno, que sostenían la retirada de su infantería. Ordené formar en batalla, poner sable en mamo y los cargamos con firmeza. El escuadrón que formaba noventa y seis hombres parecía un pelotón respecto de 400 hombres que tenían los enemigos: ellos esperaron hasta la distancia de quince pasos, poco más o menos, cargando también: pero cuando oyeron la voz de a degüello y vieron morir a cuchilladas tres o cuatro de los más valientes, volvieron caras y huyeron en desorden. La superioridad de sus caballos los sacó por entonces del peligro con pérdida solamente de doce muertos, y fueron a reunirse al pie de sus masas de infantería. El escuadrón llegó hasta tiro y medio de fusil de ellos, y temiendo un ataque de las dos armas, le mandé hacer alto, formar, y volver caras por pelotones: la retirada se hizo al tranco del caballo, cuando el Coronel Tolrá, puesto a la cabeza de sus tres escuadrones, los puso a la carga sobre el mío.

El coraje brillaba en los semblantes de los bravos granaderos, y era preciso ser insensible a la gloria para no haber dado una segunda carga. En efecto, cuando los godos habían llegado a cien pasos de nosotros, mandé volver, caras por pelotones y los cargamos por segunda vez: en este nuevo encuentro se sostuvieron con alguna más firmeza que en el primero, y no volvieron caras hasta que vieron morir dos capitanes que los animaban. En fin, los godos huyeron de nuevo, arrojando al suelo las lanzas y carabinas y dejando muertos en el campo cuatro oficiales y cuarenta y cinco individuos de tropa. Cincuenta Dragones de Colombia que vinieron a reforzar el escuadrón nos acompañaron en la segunda carga y se condujeron con braveza.

El Mariscal Sucre en su parte el 23 de abril hace merecida justicia a Lavalle y expresa: Mande al Escuadrón de Granaderos y Dragones a un reconocimiento a poca distancia de la Villa de Riobamba, el Escuadrón de Granaderos se halló al frente de toda la caballería enemiga y su Jefe tuvo la elegante osadía de cargarlos y dispersarlos, con una intrepidez que habrá raros ejemplos. Su Comandante ha conducido su cuerpo al combate, con un valor heroico, con una serenidad admirable y sus oficiales se han distinguido particularmente".

Después de este combate se conocería a Lavalle como El León de Riobamba.

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