En todos los actos de la vida la pasión debe estar presente. Sin pasión es imposible encarar un proyecto, ya sea personal, laboral o de voluntariado.
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En todos los actos de la vida la pasión debe estar presente. Sin pasión es imposible encarar un proyecto, ya sea personal, laboral o de voluntariado.
Y en el periodismo, la pasión cumple un rol determinante porque con la solvencia intelectual no basta. Otro ingrediente es la capacidad de asombro que nos permite percibir lo subyacente, la esencia del hecho noticiable.
La observación es otra de las herramientas al servicio del periodista que en estos tiempos de noticias falsas debe salir a la calle, apelando a las viejas prácticas que le aseguren presentar los acontecimientos con veracidad.
Bob Woodward es un afamado periodista norteamericano que, junto a su compañero Carl Bernstein, destapó en los años 70 el escándalo político más sonado de la historia de su país que terminó con la renuncia del presidente Richard Nixon. A fines del año pasado Woodward instó al periodismo del continente a retomar las "viejas técnicas" como reunirse con las fuentes cara a cara y privilegiar ese vínculo por sobre lo obtenido en contactos vía web. Lo hizo en el marco de una videoconferencia que ofreció durante la asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa realizada en Salta.
El ganador de un premio Pulitzer al dar su visión sobre el periodismo en la actualidad, promovió disminuir el uso de internet y volver a pensar en el desarrollo del proceso de producción de la noticia. "Hay que salir de internet y conectar con las personas cara a cara. Necesitamos enfrentar la realidad de que muchas personas ya no confían en los medios. Tenemos que volver a ganar esa confianza y para volver a construir esa relación debemos ser específicos" y hacer bien nuestro trabajo, sostuvo.
En definitiva se trata de volver a las fuentes, buscando la noticia en el lugar de los hechos, privilegiando el contacto directo con la gente y fundamentalmente con la misma pasión que nos llevó a elegir el periodismo, el mejor oficio del mundo, como lo definió el genial Gabriel García Márquez.