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La era de los protocolos

Viernes, 17 de enero de 2020 01:04

De un tiempo a esta parte, comenzó a instalarse lo que podríamos definir como "la era de los protocolos". Un protocolo, es un conjunto de normas y procedimientos útiles para la transmisión de datos o para la aplicación de modos de actuar, conocidos tanto por el emisor como por el receptor. Eso ayuda especialmente en emergencias y situaciones imprevistas, pero también procede en casos que se deba recurrir a mecanismos de interrelación en una sociedad organizada. Tales son los casos de los desastres naturales, etc. que requieren el concurso de asistencia médica, policial o judicial, o cuando no existe la urgencia, en las formas de participar de espectáculos masivos, realizar un trámite o plantear reclamos de usuarios y/o consumidores. Pero como todas las cosas, parece haberse desatado la "fiebre de protocolitis", y el abuso está al orden del día.

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De un tiempo a esta parte, comenzó a instalarse lo que podríamos definir como "la era de los protocolos". Un protocolo, es un conjunto de normas y procedimientos útiles para la transmisión de datos o para la aplicación de modos de actuar, conocidos tanto por el emisor como por el receptor. Eso ayuda especialmente en emergencias y situaciones imprevistas, pero también procede en casos que se deba recurrir a mecanismos de interrelación en una sociedad organizada. Tales son los casos de los desastres naturales, etc. que requieren el concurso de asistencia médica, policial o judicial, o cuando no existe la urgencia, en las formas de participar de espectáculos masivos, realizar un trámite o plantear reclamos de usuarios y/o consumidores. Pero como todas las cosas, parece haberse desatado la "fiebre de protocolitis", y el abuso está al orden del día.

Hay protocolos necesarios, como para casos clásicos como accidentes, incendios, o resonantes como el de Kioto que obliga a los países a cuidar el planeta. Pero aparecieron otros para atender los casos de abusos a menores, mecanismos de calificación docente, sistemas para tratar el bullying o el grooming, llamadas por falsos secuestros, estafas virtuales, para atender la violencia contra la mujer, la educación ambiental, procedimientos policiales, de educación inclusiva, en caso de cyberbullying, publicidad engañosa, estafas con tarjetas de crédito (o de las tarjetas de crédito), simples trámites administrativos y cientos más. Y hasta un novedoso protocolo para actuar en contingencias eléctricas que se presentó en Jujuy días pasados (qué hacer si se producen, tormentas con rayos y hasta cortes de energía domiciliaria). Todo parte de la buena intención de ordenar las acciones, pero fracasa entre quién y cómo interpretan y aplican esos protocolos. La mayoría de las veces, los mismos se convierten en un interminable manual de excusas para dilatar los procesos, para justificar la burocracia y la presencia innecesaria de estructuras o personas encargadas. Y paralelamente se obliga al ciudadano común a realizar un acelerado curso de aprendizaje y capacitación en el uso de esos protocolos. Porque de no saber seguir los pasos adecuados, la queja, el pedido o la necesidad, y aún la emergencia, naufragarán en un mar de desencuentros entre el requerimiento y el tortuoso camino protocolizado. Otro si digo: hay protocolos que exigen comunicarse a los famosas centrales "0-800" donde quien llama puede pasar horas esperando que una máquina lo derive a algún operador de los que siempre "están ocupados", o le permita dejar grabado su reclamo o pedido, que a su vez se hundirá en el inexpugnable océano cibernético que montan los organismos del Estado y las empresas que sólo quieren evitar tratar con la gente.

Reitero: son útiles los protocolos en una sociedad organizada, pero son inútiles si sólo son una justificación para lo que nunca se quiere hacer. Lo importante será que esos métodos, no terminen como las famosas "comisiones". Ya lo había definido Napoleón Bonaparte: "Si quieres que algo sea hecho nombra un responsable. Si quieres que algo demore eternamente o no se haga