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"Ni una fila en el súper podía llegar a hacer"

En el trastorno de ansiedad puede aparecer el ataque de pánico. El testimonio de quien lo tuvo y lo supera a diario.
Miércoles, 08 de enero de 2020 01:03

Experimentar involuntariamente taquicardia, dificultad para respirar, mareos, y malestar inesperado es algo que asusta a cualquiera. Hay personas que sin saberlo son presas de estos episodios, ataques de pánico que aparecen luego de varios síntomas físicos, están vinculados con el estrés y llegan a generar aislamiento. Es clave pedir ayuda, se puede superar con atención psicológica y pequeños cambios, y así lo demuestra el testimonio de Noemí Alba.

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Experimentar involuntariamente taquicardia, dificultad para respirar, mareos, y malestar inesperado es algo que asusta a cualquiera. Hay personas que sin saberlo son presas de estos episodios, ataques de pánico que aparecen luego de varios síntomas físicos, están vinculados con el estrés y llegan a generar aislamiento. Es clave pedir ayuda, se puede superar con atención psicológica y pequeños cambios, y así lo demuestra el testimonio de Noemí Alba.

"Yo no me daba cuenta de lo que estaba sucediendo, yo me sentía mal físicamente, primero tuve una gastritis nerviosa y después tenía como vértigo. Y hubo una sola vez en que me dio taquicardia, me sentía tan nerviosa en ese momento que no sabía qué hacer para que se me pasara eso, era una situación horrible", precisó, Alba. Recordó que fue un domingo luego de almorzar, y sintió que le faltaba el aire y nauseas.

Es que cuando se trató la gastritis no le estaba haciendo efecto la medicación, y es que además su médica notó que estaba muy tensa. Asimismo le dolía la espalda y el cuello, lo atribuyó a su clase de zumba, pero en realidad no era así.

"Empecé a aislarme de mis amigas, no tenía ganas de salir, volvía rápido a la casa", recordó. Tenía problemas de sueño, dolor de cabeza, bajó de peso y notó que cambió sus hábitos cuando antes era más sociable y solía reunirse con amigas. "Es que me había dejado de lado a mí misma, todo eran los demás, los problemas de los demás, no tenía tiempo, todo era rutina, correr para la escuela, ni tiempo para ir a ver a una amiga, no me compraba nada para mí. Ni una fila en el súper podía hacer, porque me daba vértigo, me sentía mal pero lo tenía que hacer", precisó.

También había tenido una operación de vesícula el año anterior, y que luego de un tiempo comenzó con los síntomas y sucesos. Un sobrino le contó que había tenido algo similar, y ahí pudo darle nombre a lo que le venía pasando, "ataque de pánico" y le recomendó ir a consulta psicológica, pero no se animaba y lo asociaba a personas "locas".

Fue la madre de una compañera de su hija quien le contó su historia y coincidía con lo que venía sucediéndole, se sintió identificada y se abrió y pudo contar; y fue quien la impulsó a apelar a la psicoterapia.

"Fui a la psicóloga, ni bien atravesé la puerta largué mi llanto desconsolada, y le conté todo lo que me sucedía, porque no me podía desahogar ya que mis hijas son chicas, de 5 y 6 años y nunca podía llorar, me había reprimido tanto que me había hecho re dura y eso me estaba haciendo mal. Una vez que fui con la psicóloga mi vida dio un cambio rotundo, sentí que ahí sí me podía desahogar", precisó Alba.

Contó que la terapia le ayudó mucho a superarlo, tanto individual como grupal, que hizo con personas a quienes les pasaba lo mismo.

En la terapia le enseñaron que vale, que no debe dejar de hacer cosas importantes para sí misma, porque uno de los detonantes era el estrés. También empezó a hacer zumba de nuevo, reunirse con amigas, a cultivar plantas y cuidarlas.

"La psicoterapia te ayuda a ver de otra formal. Los síntomas empezaron a desaparecer, y aprendí a no sobrecargarme de cosas, porque todo lo que me pedían yo lo hacía, porque tengo una copa de leche, estoy en política, tengo mi trabajo independiente", explicó y dijo que con ello comenzaron a desaparecer los síntomas.

Para tratarse se tienen que tomar decisiones

La psicóloga clínica especializada en salud pública, Silvia Abraham, explicó que el trastorno de ansiedad tiene que ver con la vida, crisis y se da cuando las personas no tienen herramientas para afrontar crisis económicas o familiares. Pero también hay una base genética y una historia de vida que hace que haya personas más ansiosas que otras.

“El ataque de pánico es cuando la persona siente que se va a morir, taquicardia, sudoración algunos en las manos, en los pies, y esa sensación de ahogo, de que les falta el aire”, explicó. Aseguró que en algunos casos el ataque de pánico también está encubriendo una depresión crónica porque la ansiedad muchas veces es una máscara de síntomas depresivos. Y es que aseguró que las personas a veces no se dan cuenta porque siguen activas, trabajando y haciendo su vida pero que han tenido pérdidas, son negativas en su pensamiento, tienden al encierro o tienen episodios de mucha tristeza.

Se aborda desde la psicoterapia y en el caso de quienes tienen ataque de pánico, generalmente lo hacen con terapia cognitivo conductual. Supone orientar al paciente para que puedan afrontar las situaciones de crisis; y por otro lado los miedos. Hay otra terapia, la psicoanalítica para indagar el origen de los miedos y que es más larga.

En tanto, en la terapia cognitivo conductual se trabaja el aquí y el ahora, la parte consciente. Se los insta por ello a disminuir los niveles de exigencia consigo mismos, tener un ambiente menos nocivo, reducir las relaciones tóxicas, encarar proyectos y actividades saludables, caminatas al aire libre, deportes, venciendo de a poco el miedo a salir . “Deben entender que es un proceso y que sí o sí tienen que empezar a tomar decisiones que es priorizar su propia salud”, precisó. Explicó que se acompaña con medicación dependiendo del nivel de ansiedad que tenga la persona, por lo que deriva al psiquiatra si está acompañado de trastornos del sueño y alteraciones del estado de ánimo. Sin embargo, aclaró que algunos pacientes dejan el tratamiento por miedo a ser dependientes de la medicación, pero aseguró que es necesario en los primeros momentos pero luego pueden dejarlos con la terapia psicológica.

La única manera de prevenir es llevando una vida saludable, que implique priorizar la salud física y mental, espacios de relajación, organizar las tareas para no llegar a niveles altos de estrés y no ser tan autoexigente. Estimó que son las mujeres en quienes más se nota el síntoma, porque son quienes no saben delegar, no se organizan bien las tareas en la familia y se sobrecarga. En su experiencia en consultorio, suele ver más mujeres entre 35 y 50 años, y que generalmente tienen hijos, y muchas inclusive duelos no resueltos, pérdidas que no han podido resolver, que puede ser ruptura familiar, pareja que se fue y no se sanó.