Pensando en qué sería de Bautisto Solón en cuarentena, ya desde el carnaval sin poder moverse de un pueblo, Blanca miró hacia el ventanal que da al jardín para poder imaginarlo. ¿Será que se habrá enamorado? Los viajeros se enamoran como todos, dijo Pierre Donadou Quispe como que sabía de andar.
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Pensando en qué sería de Bautisto Solón en cuarentena, ya desde el carnaval sin poder moverse de un pueblo, Blanca miró hacia el ventanal que da al jardín para poder imaginarlo. ¿Será que se habrá enamorado? Los viajeros se enamoran como todos, dijo Pierre Donadou Quispe como que sabía de andar.
Que se enamoren no quiere decir que acepten las cadenas que el amor implica, más bien lo lamentan, a veces hasta lo lloran en la soledad de algún cuarto de pensión hasta que se resignan, porque no es que lo olviden sino que saben que no será bueno quedarse, que el quedarse termina por arruinar los sentimientos, dijo Pierre Donadou como si lo recordara.
De todos modos la vida no es más que ese andar perpetuo, dijo el padrecito, que para algunos será como escapar pero, para los más sabios, es una decisión. Todos, de alguna manera, envidiamos a gente como Solón, dije yo y Blanca agregó que no en estos momentos, porque la pandemia lo habrá obligado a quedarse.
Hasta se me hace verlo, dijo la mujer, porque en esos almacenes, en esos bares donde tantos filosofan, donde se cuentan cuentos que a veces son recuerdos y a veces fantasías maravillosas, suele haber cada tanto una mujer sola, una mujer que a veces también viaja pero muchas veces vive allí, trabaja allí, y escucha a los hombres solitarios que viven viajando.
Pongamos que esta se llama Aurelia Cintitas, dijo y todos nos volvimos para verla. ¿Por qué se te ocurrió ese nombre?, le preguntó el marido. Vaya a saberse, dijo ella, pero es como si la estuviera viendo ahora.