Estefanía, la muchacha que había interpretado el papel de Blanca en aquella serie policial jujeña, no parecía querer cambiarse mi remera al menos hasta terminar el desayuno, pero le quedaba bien y no se lo iba a reclamar. A pesar de haber actuado hace ya medio siglo, tenía el aspecto de treinta, acaso menos años, y eso me intrigaba.
inicia sesión o regístrate.
Estefanía, la muchacha que había interpretado el papel de Blanca en aquella serie policial jujeña, no parecía querer cambiarse mi remera al menos hasta terminar el desayuno, pero le quedaba bien y no se lo iba a reclamar. A pesar de haber actuado hace ya medio siglo, tenía el aspecto de treinta, acaso menos años, y eso me intrigaba.
No encontraba la forma de sacar el tema cuando llamaron a la puerta y se puso de pie para atender. Mi remera le quedaba como una minifalda que le resaltaba el diseño de los muslos, y así entreabrió la puerta. Yo no vi lo que ella vio, pero su gesto de sorpresa me lo dijo todo. Dio un paso atrás y lo dejó pasar.
De su boca ya despintada de rouge le escuché decirle que estaba igual que entonces, que para él no parecían haber pasado cincuenta años, y al decirlo dio paso al joven Bautisto Pierro que dejó el sombrero sobre el respaldo de una silla y me miró con desconfianza. El comisario aún no me conocía ni podía hacerlo a esa edad.
Era a simple vista menos cauto, más impulsivo que el Pierro mayor que conocería tantos años después, pero tampoco creo que ahora, en Tilcara, aceptara con gusto ver a otro hombre semidesnudo en la cocina de una Blanca semidesnuda. Y si ahora, en el presente, me veía como a alguien más joven, entonces me miraba como a un tipo grande en la intimidad de la mujer que amaba.
Hablaba con ella pero no me sacaba la vista de encima, le preguntó por lo que había sido de ella en tantos años, se respondieron frases incomodas y de compromiso y se puso de pie.
.
.