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La historia de Santiago Lara, el joven que pide exhumar el cuerpo de Maradona

Nacido en La Plata, exige desde hace años un ADN. A dos días de la muerte del ídolo popular, presentó un nuevo reclamo en la Justicia. El vinculo de su mamá con Diego y el rol de su padre legal.

Sabado, 28 de noviembre de 2020 13:09

Diego Maradona todavía no descansa en paz. Luego de un velatorio que terminó en caos, con una extensión acotada que impidió que vinieran personalidades como Lionel Messi a dar su último adiós, del escándalo por la filtración de las fotos en la cochería, la polémica por la prohibición a Rocía Oliva de ingresar a Casa Rosada, y la investigación abierta por las causas de su deceso, este viernes un joven de La Plata llamado Santiago Lara presentó un recurso en la Justicia. Pide la exhumación de los restos del astro con el fin de comprobar si es su padre. A través de su abogado, José Núñez, solicitó la extracción de una muestra de ADN que le permita conocer su identidad.

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Diego Maradona todavía no descansa en paz. Luego de un velatorio que terminó en caos, con una extensión acotada que impidió que vinieran personalidades como Lionel Messi a dar su último adiós, del escándalo por la filtración de las fotos en la cochería, la polémica por la prohibición a Rocía Oliva de ingresar a Casa Rosada, y la investigación abierta por las causas de su deceso, este viernes un joven de La Plata llamado Santiago Lara presentó un recurso en la Justicia. Pide la exhumación de los restos del astro con el fin de comprobar si es su padre. A través de su abogado, José Núñez, solicitó la extracción de una muestra de ADN que le permita conocer su identidad.

El caso de Santiago llegó a los medios en noviembre de 2014 cuando su familia retomó un juicio de filiación en los Tribunales platenses. Hasta entonces, con 13 años, tenía una certeza absoluta sobre lo que parecía una obviedad: su padre era Marcelo Lara. Pero un día cualquiera, cumpliendo con los mandados ordenados por su abuela, pasó por un kiosco para comprar el diario y en la tapa de una revista vio dos fotos: arriba estaba la cara del ídolo y abajo una suya, pixelada, tomada de su cuenta personal en Facebook. “El supuesto hijo de Maradona”, leyó en el título. Y quedó consternado.

Volvió corriendo a su casa y primero habló con su abuela, quien se enojó por la manera en la que su nieto se había enterado. Furiosa, la mujer lo llamó a Lara. Y Santiago se sentó con los dos: necesitaba que alguien le diera una explicación, una respuesta que lo sacara del desconcierto de un interrogante que acababa de inaugurar. La encontró en las palabras de quien suponía que era su papá.

El hombre le contó entonces que en 2005 Natalia Garat sabía que el cáncer de pulmón la iba a derrotar más temprano que tarde. No, no, en rigor, demasiado temprano: tenía solo 23 años. Y por eso necesitaba cerrar una historia, una herida. O abrir un secreto, descubrir una verdad; vaya uno a saber. Lo cierto es que llamó a su pareja para contarle que Santiago -por aquel entonces de cuatro años- no era hijo suyo sino de Maradona, a quien había conocido en un encuentro ocasional durante la breve etapa en la que trabajó como modelo. Y le rogó que, pese a esa revelación, lo criara como venía haciéndolo, y sin decirle nada al respecto hasta que cumpliera 15 años. Marcelo aceptó. Una semana después Natalia murió. Nueve años más tarde, la foto de esa tapa precipitaría sus planes.

Los Lara se presentaron en la Justicia, retomando los trámites que había iniciado Natalia, aquellos que no pudo proseguir al enfermar. No obstante, se buscó preservar la identidad de Santiago, protegerlo de lo que podría ser un posible asedio de la prensa. El joven terminó apareciendo en la televisión de manera paulatina. Recién en octubre de 2016 se difundió su imagen, y lo primero que llamó la atención fue su aspecto: esa abundante cabellera enrulada que parecía taparle los ojos, y que de inmediato remitía a la adolescencia de Diego, cuando era el Pelusa y brillaba (¿cuándo no lo hizo?) en Argentinos Juniors.

Santiago explicó en esos días que cuando veía juntos a su hermano -Ian- y a su papá -lo sigue siendo, al menos para la Justicia-, hallaba parecidos físicos entre ellos que no vislumbraba en él. “Los comparo conmigo y hay muchas diferencias”, dijo. En cambio, sostuvo que cuando ante una foto de Maradona, su impresión era otra.

“Me veo parecido: la cara, los rulos, todo. Después me pongo a pensar en las diferencias que tengo con mi papá, Marcelo, y son muchas -afirmó un Santiago ya de 16 años, en su primera entrevista-. Hoy, siento una gran confusión porque tengo un papá, y por el otro lado me dicen que tengo otro papá. Veo a mi viejo (por Lara) y sé que no somos iguales. No es fácil despertarse con eso. Pero tengo que salir adelante”.

Pese a su búsqueda, el ADN no se realizó, Diego no lo reconoció, y el caso fue perdiendo la atención de la prensa.

En septiembre de 2019 Santiago se sentó en el living de Intrusos para hablar en profundidad sobre su caso. El pelo peinado con prolijidad hacia atrás y rapado a los costados: ya no había rastros de la melena. “Hay muchas cosas que no puedo hablar, no quiero hablar tampoco porque me toca un poco, digamos, pero dentro de todo lo que me contaron, es cómo se conoció mi madre con Maradona: a través de Ferrito (Carlos Ferro Viera). No sé si presentarla: sé que eran amigos, que se conocían. (Es) lo que me contaron a mí”.

Ese mismo año el abogado Matías Morla reconoció que era posible que Santiago fuera hijo de Diego. Y se mostró dispuesto a colaborar para arribar a la verdad. Tampoco hubo avances.

De allí que, ante la muerte de Maradona, Santiago Lara presentó un escrito frente a la Justicia en el reclamo de filiación que se tramita en el Juzgado de Familia N° 7 de La Plata, solicitando que se designe un perito especialista en examen de tipicidad de ADN con el objetivo de establecer los porcentajes de compatibilidad con el astro. Por esa razón, sus restos deberían trasladados a la morgue de La Plata “para su conservación”.

Más allá de los silencios de tantos años, de lo no dicho, de las revelaciones provocadas por la fatalidad, la última palabra la tendrá la Justicia.