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Laberintos Humanos: La guerra

Lunes, 21 de diciembre de 2020 01:01

A raíz de la historia de Perla, que había vivido una semana siendo zorro, el padrecito nos habló de los capiangos, esos brujos que se transformaban en tigres para acompañar las tropas de Facundo Quiroga en esos tiempos de guerra fratricida. Lo cierto es que al caudillo riojano lo matan en Córdoba, y el padrecito nos dijo que no todos los soldados toleran que se les cambie el general.

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A raíz de la historia de Perla, que había vivido una semana siendo zorro, el padrecito nos habló de los capiangos, esos brujos que se transformaban en tigres para acompañar las tropas de Facundo Quiroga en esos tiempos de guerra fratricida. Lo cierto es que al caudillo riojano lo matan en Córdoba, y el padrecito nos dijo que no todos los soldados toleran que se les cambie el general.

Lo heredaron en el mando Peñaloza y luego Varela, y las situaciones del país fueron otras. Los capiangos, se decía, se revolcaban en un cuero de fiera que tenían oculto en una cueva, y entonces corrían para mezclarse con las montoneras, correr y lanzarse sobre el cuerpo de los soldados enemigos, que despedazaban.

Uno de ellos era don Toribio Melquiades, que tenía su rancho a varios kilómetros del pueblo más cercano. Allí curaba dolencias de ganados y pastores hasta que le llegaba el aviso de presentarse en el campamento. Llevaba entonces ese cuerito hediondo en la mochila, y al sonar la fanfarria de combate lo desenroscaba en alguna cueva oculta para presentarse transformado.

En su rancho, dicen, vivía con una mujer que era la belleza misma, una de esas paisanas de coquetas trenzas y ojos negros con quien no había llegado a tener hijos. Se decía, dijo el padrecito, que esa infertilidad le venía al Toribio por causa de sus gualichos, sobre todo el de capiango.

Lo cierto es que esa vez acudió al llamado, y cuando regresó de la cueva en cuatro patas, furioso y sediento de sangre, oyó lo de la desgracia de Facundo y lo del nuevo general.

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