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Benjamin Britten, audaz compositor inglés

Lunes, 07 de diciembre de 2020 01:03

Aprovechando que el mundo virtual se abre cada vez más a nuestros ojos y oídos vamos a hacer un viaje imaginario. El lector seguidor de esta columna sabe que nos dedicamos a la música y a todo aquello que tenga que ver con la música en general, sobre todo la música clásica.

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Aprovechando que el mundo virtual se abre cada vez más a nuestros ojos y oídos vamos a hacer un viaje imaginario. El lector seguidor de esta columna sabe que nos dedicamos a la música y a todo aquello que tenga que ver con la música en general, sobre todo la música clásica.

Pero debido a las circunstancias que todos sabemos, la mejor alternativa sigue siendo ver a nuestros músicos y cantantes favoritos a través de la emisión en vivo por las redes sociales en internet.

Sin embargo, no sólo el recital o la música en sí misma determinan a los compositores y a los artistas, sino el entorno, el ambiente que rodea o en el que se ha criado el hacedor de música o su intérprete, músico o cantante. Vamos a ir de la mano por lugares emblemáticos, aprovechando que a través de internet podemos viajar indefinidamente y a donde queremos. Hasta eso habremos descubierto nuevos destinos y también teatros, anfiteatros, festivales y también nuevos artistas.

Es una oportunidad para conocer artistas y apoyarlos en este tiempo tan difícil, no sólo siguiéndolos en las redes sociales sino haciendo donaciones o quizás hasta comprando una entrada para un concierto online. También podemos aprender a tocar un instrumento online... Clases de canto no, pues el canto es un arte muy personal y, por experiencia propia, el maestro tiene que estar muy próximo al alumno a fin de escuchar la voz pero también ver en el cuerpo si hay libertad, tensión, posición correcta de la voz y del cuerpo.

Quizás dentro de unos años o décadas, cuando la tecnología lo permita, clases de canto a distancia serán posibles, pero por ahora es un tema a futuro. Sin la presencia de un maestro al lado y que no sólo escucha pero mira y sobre todo, percibe, es la clave del canto, un arte difícil pero reconfortante.

Pero hoy vamos a recordar a un compositor británico audaz y revolucionario: Benjamin Britten.

Su obra musical revolucionó el mundo de la música clásica y en especial el de la ópera. El inglés no es uno de los idiomas en el que se conocen las óperas. La mayoría están escritas en italiano, francés, muchas en alemán, algunas en castellano y checo y gracias a Britten, también en inglés.

Benjamin Britten nació en 1913 y murió en 1976. Su vida la transcurrió su vida mayormente en Inglaterra. Fue pareja del tenor Peter Pears, para quien compuso algunos roles de sus óperas y muchas canciones. Se conocieron en 1936 y fueron pareja hasta la muerte.

Precisamente es interesante que en una época en que la homosexualidad no estaba aceptada, y más aún, mal vista, esta pareja de hombres hacía una vida común y normal. Tal es así, que la reina Isabel de Inglaterra los invitaba al palacio de Buckingham a ambos para tomar el té de las cinco de la tarde, como una verdadera reina, merecedora de los respetos de todos sus súbditos, sin discriminación.

Como testigo de su época, compuso el "Requiem de Guerra", conmemorando el fin de la Segunda Guerra Mundial y con su corazón en las ciudades que fueron destruidas como consecuencia de una ocupación irracional y abusiva, así como el odio racial y las ideas descabelladas de un idiota fanático pero falto de sentido común.

Britten fundó el Festival de Aldeburgh, que se celebra cada año en el mes de junio desde 1948 en el pueblo de Aldeburgh. Es una pequeña localidad pesquera de Suffolk, siendo la principal sala de conciertos Snape Maltings.

Este pequeño pueblo pesquero, idílico y hasta mágico era el lugar donde Britten encontraba la inspiración para escribir sus óperas, en especial Peter Grimes, la historia de un marino que lleva a su aprendiz para pescar en un día de tormenta y que muere por el temporal. Todo el pueblo juzga como culpable a Peter, que debe vivir marginado.

Quizás así Britten nos traducía en música el hecho de no ser aceptado por ser homosexual en una sociedad que no estaba preparada.

Pero quizás hoy Britten estaría feliz, no sólo porque su música se ha aceptado por su gran calidad sino también porque la homosexualidad ya no es un tabú en el mundo occidental y que más allá de la sexualidad o la elección de pareja, a una persona se la debe juzgar no por sus preferencias sexuales sino por su calidad de ser humano.