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La familia: importancia en prevención de adicciones

Martes, 08 de diciembre de 2020 01:02

Por LIC. VIVIANA ZAIEK fundación Luz de Vida.

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Por LIC. VIVIANA ZAIEK fundación Luz de Vida.

Hablar de la problemática de las adicciones lleva a pensar, inmediatamente, en las personas que consumen (en los efectos negativos que les producen, en las causas que pueden llevarlas a incursionar y transitar ese mundo, etc.).

Sin embargo, las adicciones no solo dañan al sujeto que consume, sino también a su entorno, y de manera muy significativa a la familia.

Es una realidad (no siempre es advertida mientras haya sido vivida) que cuando en la familia uno o más de sus miembros consumen, toda la familia sufre y se ve afectada.

La comunicación, la dinámica de las relaciones y la conducta de cada uno cambian y se hacen disfuncionales. Esos cambios forman parte del cuadro de la adicción, y provocan, por un lado, lo que se denomina codependencia en los familiares, y por otro, fortalecimiento de la conducta adictiva.

La codependencia (o coadicción) es un desorden aprendido en respuesta al proceso adictivo, que se caracteriza por una preocupación y dependencia excesivas hacia la persona que consume. El codependiente vive su vida a través de la persona adicta, a costa de sus propias necesidades, con el último fin de controlarla.

Es característico: la obsesión, falta de límites, y conductas inapropiadas, de rescate, compulsión y control, deseos de cambiar a la persona adicta, necesidad obsesiva de controlar su conducta, relación idealista ("si él/ella cambia, todo va a estar bien"), manipulación, relación de victimización, profundos sentimientos de incapacidad, vergüenza tóxica, baja autoestima, depresión, relación de celos e inseguridades, y hasta enfermedades físicas como dolores de cabeza y espalda crónicos, gastritis y diarrea crónicas.

Esa conducta codependiente, lamentablemente, es un factor clave en la evolución de la adicción, que también se favorece con la distorsión de roles que se va produciendo en cada uno de los miembros. A modo de ejemplo, hay integrantes que asumen el rol de: el rescatador (trata de resolver todas las crisis que el adicto produce o los problemas que resultan de su adicción. Por ejemplo, inventa las excusas, paga las cuentas, llama al trabajo para justificar las ausencias, etc.); el héroe (se empeña en desviar la atención de la familia hacia él, a través de logros positivos, haciendo que se sienta orgullosa, y distrayendo la atención que tiene en el adicto); el recriminador (se encarga de culpar al adicto de todos los problemas de la familia); el desentendido (se mantiene "al margen" de las discusiones y de la dinámica familiar); el disciplinador (presenta la idea de que lo que hace falta es un poco de disciplina y agrede al adicto); o el rebelde (busca desenfocar a la familia y atraer la atención sobre sí mismo, a fin que todos puedan volcar sobre él su ira y frustración).

La disfunción descripta se va convirtiendo en el estilo de vida familiar (crean hábitos) y produce en muchos casos el aislamiento de la familia de los contactos sociales cotidianos. Se establece un sistema familiar que solo gira en torno al adicto.

Detrás de una persona adicta, hay por lo general toda una familia enferma (emocional, psicológica y hasta físicamente), y necesita, por ende, al igual que el adicto, recibir ayuda. Así como este último puede recuperarse y vivir una nueva vida, libre de toda dependencia y con una mejor calidad en las relaciones, la familia tiene derecho y necesidad de recuperase. Sólo una familia organizada y que entra en ese proceso de recuperación podrá ser un vehículo de intervención excelente.

En muchos casos, en nuestra institución, la recuperación de quien consumía comenzó con la recuperación de los familiares.

Lo expuesto nos interpela a la sociedad toda a prestar especial atención a la institución familiar, que debe asumir el rol que le corresponde. De ella depende la formación de sus miembros. Y de allí su importancia y valor.

La familia debe satisfacer necesidades materiales y emocionales, donde deben recibir amor, demostraciones de afecto, valoración, confianza, reconocimiento de sus habilidades, refuerzo de la autoestima, contención, sentido de pertenencia, al mismo tiempo que reglas y límites claros.

La familia debe ser el espacio donde sus integrantes deben desear estar, y el primer lugar al que recurran en caso de atravesar una dificultad.

Por eso, y como conclusión, en la problemática de las adicciones, la familia tiene un papel central, no solo en la comprensión, intervención y manejo clínico de las mismas, sino primeramente en la prevención. Familias sanas y fortalecidas formarán hijos sanos y fuertes, y esa es la mejor manera de prevenir.

La Fundación Luz de Vida trabaja fuertemente en "educar, prevenir y restaurar". Contáctenos! Alvear 731, primer piso, oficina Nº2. Comuníquese al 388-4544620, o ingrese a nuestra página de Facebook: Fundación Luz de Vida. Estamos para ayudarles!

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