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Laberintos Humanos: Perla, la misteriosa

Sabado, 30 de mayo de 2020 01:02

No les hablo de la misma mujer, dijo Blanca con un franco gesto de melancolía, pero alguna vez tuve una amiga que fascinaba a los hombres. No les voy a negar que todas en el barrio le teníamos una envidia que no era tan sana. Cualquiera de nosotras podíamos estar en el mejor de los romances, pasaba ella con su perfume de misterio y se lo robaba.

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No les hablo de la misma mujer, dijo Blanca con un franco gesto de melancolía, pero alguna vez tuve una amiga que fascinaba a los hombres. No les voy a negar que todas en el barrio le teníamos una envidia que no era tan sana. Cualquiera de nosotras podíamos estar en el mejor de los romances, pasaba ella con su perfume de misterio y se lo robaba.

Se llamaba Perla y no era mala persona, sólo que era misteriosa. Las otras le buscaban cualquier excusa para pelearla, porque quedaba mal hacerlo por un hombre, y cada tanto se encontraba alguna causa para terminar arañándola, tirarle de los pelos y abofetearla, y no van a creerme pero, al otro día, con las heridas y todo, se la veía aún más inalcanzable, inentendible y fascinante para los hombres.

Yo, nos dijo Blanca, que era amiga suya, sentía cierta lástima porque conocía la verdad, no la peleaba porque sabía que ella era su peor enemiga, pero nunca lo hablamos. Nunca lo escuché de su propia boca, así que voy a contarles sobre su romance más desastroso: el que terminó en matrimonio comenzando, justamente, al pie de un altar enflorado de rosas blancas en el que Perla, justamente, no era la novia.

Allí estaba Paco con su traje alquilado y la que iba a ser su esposa, que no voy decir el nombre porque aún vive y para qué ensuciarle la memoria. El cura los tenía allí ya prontos como carne a punto, y se miraban a los ojos cuando se escuchó un murmullo entre las bancas de la iglesia. Las que conocíamos a Perla sospechamos que algo malo podía suceder con su presencia.

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