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Sentimientos mundanos

Viernes, 14 de agosto de 2020 01:03

Sentimientos mundanos

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Sentimientos mundanos

Vladisdava estaba decidida a cumplir con el propósito para el que la habían contratado: adivinar qué sentimientos guardaba el Pleuro Díaz por la Martelia, y decía que los leería en galletas de avena, de tal modo que tomó tres del plato, las miró con detenimiento, las olfateó y mordió apenas una escama del repulgue para escupir de lado.

No me cabe la menor duda, dijo sin asegurar cuál era su certeza. Acaso el aspecto no sea claro porque son sentimientos ocultos por mucho tiempo, tal vez el aroma no lo diga todo porque se esfuerza en negarlo, pero ese sabor me dice claramente que usted sigue habitando en su corazón, dijo y la sonrisa iluminó el rostro de Martelia.

El padrecito estaba alarmado. Aquel hombre que vivía junto a la vertiente, el ermitaño, merecía que no se lo atormentara con sentimientos mundanos desde que esa fuera su elección, pero para su sorpresa fue la misma Martelia quien cambió de expresión, escandalizada, para manifestar su desaprobación.

Yo ya rehice mi vida, dijo entonces, armé una familia y amo a mi marido, aseguró, ¿con qué derecho se cree el Pleuro para venir ahora a molestarme con amores pasados? ¿No sabe que, aunque quisiera, no podría corresponderle?, preguntó y le respondió Blanca, llena de sentido común y ya cansada.

El ermitaño no la viene a importunar, le dijo, es usted la que contrató a esta mujer para que le dijera si aún la recordaba. Y me recuerda, dijo la Martelia con los ojos ya mojados, eso es lo que me saca de quicio. ¿No podía haberme amado cuando estaba a su lado?

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