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"Eso no me permitía caminar así que tuve que dejar el colegio"

Nació sin un riñón y el trasplante en 2009 le posibilitó mejorar su nivel de vida. Leonor Erazo hoy tiene 30 y sigue su lucha. También tiene genu valgo severo bilateral que no le permitía caminar, y hoy espera la tercera operación para su pierna
Miércoles, 06 de enero de 2021 01:03

Desde que nació tuvo problemas, ya que llegó al mundo sin un riñón, lo que le trajo problemas. Creció además con una malformación llamada genu valgo bilateral, que le dificultó caminar y minó mucho su adolescencia, al punto que dejó de estudiar porque no podía movilizarse desde su casa en una zona rural. Años después logró el trasplante y la alegría, pero luego inició la lucha por las cirugías de sus piernas, y aún le falta una para poder caminar.

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Desde que nació tuvo problemas, ya que llegó al mundo sin un riñón, lo que le trajo problemas. Creció además con una malformación llamada genu valgo bilateral, que le dificultó caminar y minó mucho su adolescencia, al punto que dejó de estudiar porque no podía movilizarse desde su casa en una zona rural. Años después logró el trasplante y la alegría, pero luego inició la lucha por las cirugías de sus piernas, y aún le falta una para poder caminar.

Es la historia de Leonor de los Ángeles Erazo, quien tuvo que superar cada problema de salud desde muy pequeña, y continúa en la lucha que -asume- por momentos agotadora por la burocracia. Pero salió airosa de varias batallas: logró el trasplante hace varios años y dos operaciones de su pierna, por lo que espera con fortaleza lograr la tercera operación.

A los seis meses descubrieron que no tenía riñón, y desde los dos hasta los seis tuvo una vesicostomía, una técnica de derivación urinaria. Tuvo complicaciones por la falla en el riñón, por lo que toma medicación desde que tiene memoria, y de hecho le quedó grabado que ingería, sodio, hierro, calcio y vitamina B.

"Debido a que tenía problemas renales, tenía otros en las piernas, que se comenzaron a desviar a partir de la rodilla y cadera no estaban derechas. Se llama genu valgo severo bilateral que comenzó a desviarse a los doce años", explicó. El problema afectó a su vida de adolescente y debido a que vive en el barrio Loma Hermosa de la localidad de San Antonio, debía caminar dos kilómetros hasta una parada de colectivo, algo que comenzó a ser imposible para ella y soportar el dolor.

"Eso no me permitía caminar, así que tuve que dejar el colegio. En ese tiempo también entré en diálisis peritoneal cada seis horas, eso me complicó bastante, y para salir de mi casa de campo a las seis y media era volver a las cuatro de la tarde", explicó, "por lo que dejé en tercer año, lo completé a distancia y me quedaron dos materias", recordó. "Era adolescente, quería tener amigos, salir, y no podía salir por las piernas y por la diálisis", recordó.

Tenía 15 años cuando inició la diálisis, y el trasplante fue en 2009 cuando tenía 19. "Con el trasplante pude crecer un poco, empecé a conocer los temas de salud y a pelear porque te ponen muchas trabas", afirmó.

En 2010 empezó la gestión de la operación de las piernas, ya que apenas caminaba por tener "las piernas en x". Fueron muchas madrugadas durmiendo fuera del hospital "Pablo Soria" para el turno y la sucesión de postergaciones hasta 2016. "Es cansador, agotador que te digan lo mismo", dijo y recordó que le negaban la derivación a Córdoba pese a siete años perdidos; y finalmente se la otorgaron para que se la hagan en el sector privado, donde finalmente le hicieron dos en un sanatorio, la última en 2018. "Gracias a Dios desde que me operaron pude caminar", recordó Leonor. Aún espera la tercera operación, pero se la niegan.

Resiliencia frente a las limitaciones 

OPERADA / FUE UN LOGRO, PERO LA MITAD DEL CAMINO EN SU SALUD.

Hoy la lucha de Leonor pasa por lograr la tercera cirugía para su pierna, pero debido a que Incluir Salud pasó al Estado le negaron la misma en el sector privado donde la habían derivado, argumentando que se podía en salud pública, renovándose así la burocracia y la espera, que se extendieron aún más en 2020 por la pandemia. “Ahí se detuvo todo”, explicó y aunque por momentos flaquea, por los repetitivos pedidos de análisis y falta de camas, espera lograr que le autoricen para poder ser operada y lograr caminar bien definitivamente. El certificado de discapacidad fue otra lucha, ya que se le cuestionaba por la potencial cirugía que por entonces no le habían hecho, y ahora logró que le dieran con un vencimiento hasta 2022. 

“Todo esto es tan agotador, porque una no pidió nacer así; entiendo que trabajan pero yo necesito ayuda y no me lo dan; me dicen vení más tarde como si yo pudiera caminar”, explicó llorando. Y es que también peligra la entrega de inmunosupresores que usan todos los trasplantados, que están retrasados. Tampoco pudo lograr que le autoricen, como sus pares, el control por el trasplante en Córdoba, que están suspendidos. Sus padres le ayudan, pero llevan su propia lucha, haciendo changas y tratando de cuidarse pese a la falta de agua en la zona, ya que solo reciben cada dos semanas el aporte del camión, y tampoco hay gas. La ayuda llega de una de sus hermanas mayores, quien debe llevar algo de agua cada vez que los visita.

Mientras tanto, debido a que nunca pudo trabajar por su salud, ayuda en los quehaceres junto a sus hermanos menores, en pandemia. Su hermano menor perdió el año en Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Jujuy (Unju), porque en su zona no tienen conectividad; y su hermana quien es hipoacusica, logró sus clases por Whatsapp, pero no podía acceder a videollamadas por falta de datos, lo que da cuenta de las limitaciones que afronta con su familia a diario.