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Un carpintero y catequista solidario con su comunidad

En su taller se respira paz, optimismo y una profunda dedicación cristiana plasmada en sus hermosos trabajos.
Domingo, 05 de diciembre de 2021 01:04

Aldo Alancay se presenta con la simpleza y sencillez de quien sabe que puede enfrentar la vida con la alegría de la entrega, de quien procura estar siempre al servicio de sus vecinos, amigos y de la comunidad de San Pedro y San Pablo, donde se desempeña como catequista, pero que además limpia las aulas y fabrica con los restos de maderas de su carpintería pesebres, cunas para el Niño Dios y árboles de Navidad.

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Aldo Alancay se presenta con la simpleza y sencillez de quien sabe que puede enfrentar la vida con la alegría de la entrega, de quien procura estar siempre al servicio de sus vecinos, amigos y de la comunidad de San Pedro y San Pablo, donde se desempeña como catequista, pero que además limpia las aulas y fabrica con los restos de maderas de su carpintería pesebres, cunas para el Niño Dios y árboles de Navidad.

Aldo Alancay es un vecino del exbarrio 17 de Agosto, hoy San Pedrito, y su vocación y oficio los heredó de su padre, que desde los quince años lo inició en esta actividad que desarrolla hasta hoy, pese a las penurias que tuvo que sufrir, pero siempre contando con el apoyo de su esposa Mabel y el empuje propio de sus hijos Facundo de 24 años, estudiante de Arquitectura; Jessica de 23, que está cursando la carrera de Maestra Especial, y Guadalupe de 14 que concurre a la secundaria.

Es un jujeño neto: "yo nací en el barrio Cucharita, atrás del canchón de la Municipalidad, ahí transcurrió mi niñez y mi infancia", recuerda a la vez que agrega que "eran otras épocas, en las que todos los vecinos nos conocíamos, no había robos ni gente mala; éramos todos amigos, jugábamos a la pelota en la calle".

Cuando se le preguntó sobre los mejores momentos que le brindó a lo largo de los años su oficio, sin titubear afirma: "disfrutar de mi familia, poder manejar el tiempo, saber que uno tiene que hacer un trabajo, que el cliente espera con ansias pero no te condiciona, podes manejarte sin presión, sos tu propio jefe y aunque puede resultar algo complicado, la familia no tiene precio, puedo disfrutar de mis hijos, de mi esposa, tal vez eso sea lo mejor".

Con carpintería propia

"Mi padre fue quien me enseñó el oficio, juntos trabajábamos en una carpintería que era muy reconocida en la zona sur. Ahí mi papá era empleado, aunque el tenía una gran cantidad de herramientas, especialmente de mano, con el pude aprender el ABC del oficio".

ALDO ALANCAY / CON UNO DE LOS ÁRBOLES DE NAVIDAD PARA LA VENTA

La vida quiso que Aldo conociera a Mabel y al fallecer el padre de su mujer, Federico Castillo, y con algunas complicaciones, heredó su carpintería y de esa manera pudo desarrollar lo aprendido al lado de su padre, quien en una primera etapa lo acompañó, pero la vida quiso que al poco andar cada uno siguiera su camino.

"Mi papá se llama Donato Alancay y fue con quien intentamos sacar adelante el negocio que había sido de mi suegro. Las cosas no fueron fáciles y eso hizo que cada uno siguiera su camino. El negocio tenía muy mal prestigio, ya que cobraban y no entregaban los trabajos", aclara Aldo Alancay quien con mucho esfuerzo pudo sacar adelante su negocio.

"Más que beneficios económicos lo importante es que nos alcanza para sustentar los gastos de la familia, los chicos estudiando y todos muy felices por la gracia del Señor", cuenta Aldo en diálogo con El Tribuno de Jujuy, mientras recorre el amplio taller y observa los muebles que están en plena construcción.

Fueron los hijos quienes bautizaron la carpintería como A&M por Aldo y Mabel y allí en un sector de la calle Pachi Gorriti hay cedro, quina y palo amarillo, "aunque ahora la gente elige por el precio el pino misionero", afirma, y orgulloso exhibe sus trabajos navideños que serán vendidos para poder apoyar al Pesebre "El Milagrito"

Pesebre “El Milagrito”, el fruto de un amor

“Al pesebre ‘El Milagrito’ comenzamos a armarlo hace veinte años atrás por una promesa que le hice al Niño pidiéndole por la salud de mi madre Carmen Rosa Benítez, que en esos momentos estaba muy enferma”, relata Mabel Castillo, la esposa de Aldo Alancay.

“Luego mi madre se recuperó, yo había hecho una promesa por 3 años, pero cuando se cumplió el tiempo dije voy a seguir armán‑ dolo, porque a mis vecinos les gustaba mucho y veía cómo pasaba gente por donde estaba y se quedaba a rezar. Por eso decidimos seguir armándolo y cada año crecía un poco mas”, agrega Mabel con sus ojos encendidos por la emoción, bajo la atenta mirada de Aldo y su hija Guadalupe, El pesebre conjuga el amor de una familia, la pasión por un oficio y la devoción por el Niño Dios, a tal punto que Mabel y su esposo son los encargados de la elaboración de diferentes souvenirs, entre ellos las cunas, los pesebres y los arbolitos de Navidad de diferentes tamaños que están puestos a la venta y que elabora Aldo en su carpintería.

NIÑOS ADORADORES / PERTENECIENTES AL PESEBRE “EL MILAGRITO”

“La venta de estos artículos, a los que se le debe sumar las Coronas de Adviento realizadas con materiales naturales, como los frutos de jacarandá, restos de pinos y otros elementos, se constituyen en la fuente de recaudación del dinero necesario para solventar los gastos que implica la organización del pesebre, que cada año está integrado por alrededor de setenta niños y jóvenes, junto a los diez músicos que componen la banda de música”, afirman Mabel y Aldo. “Nuestros adoradores reciben un vaso de jugo y un sandwich o se colabora con la compra de las remeras”, cuentan, y ya preparan las actividades de los adoradores en las próximas fiestas.