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El arte de la Busología en piezas a escala

Álvaro Villarrubia hizo de un hobby, una pasión sobre ruedas que, a través de maquetas, le permitió conocer todo el país.
Domingo, 14 de febrero de 2021 01:02

En algún punto de la primera infancia, ya sea por circunstancias distintas o influencias inevitables, la realidad maravilla la mirada de todo niño. A partir de la década de los años ’90, Álvaro Villarrubia como todo infante, estaba en la edad dorada del descubrimiento; en el observar con precisión milimétrica, cada detalle del mundo que lo rodeaba.

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En algún punto de la primera infancia, ya sea por circunstancias distintas o influencias inevitables, la realidad maravilla la mirada de todo niño. A partir de la década de los años ’90, Álvaro Villarrubia como todo infante, estaba en la edad dorada del descubrimiento; en el observar con precisión milimétrica, cada detalle del mundo que lo rodeaba.

Pero aquellas máquinas eran distintas. Eran sublimes. Tanto, que para él, dejaban a su paso destellos que veía cuando iba de la mano de sus padres por las calles céntricas de la ciudad.

El asombro, la adrenalina y el juego que le generaban los colectivos; se nuclearon en el verdadero punto de atención para este niño que rápidamente, empezó a crear un cuento distinto a sus 9 años y que establecería él mismo, cambiando su vida, acaso direccionándola hacia una pasión tan incipiente, como llamativa.

Y es que hay que tener “Cuidado cuando pasas cerca de un niño cuando imagina, porque puedes estar matando a un mundo”; frase lógicamente consciente del escritor Néstor Sánchez que tiene toda la razón. Más aún en esta historia, porque fue en ese momento, justo ahí; en ese punto de la primera infancia donde se generaron mundos nuevos en el ahora licenciado en Turismo, que en aquél momento (todavía) no sabía que lo que estaba pasando por delante de sus ojos -como un flash- se convertiría en el deseo enorme de sacarse de la cabeza cosas imaginadas para plasmarlas en obras que encontrarían en maquetas, su mejor versión.

Ya a los 12 años tenía la idea como muy concentrada en la cabeza y se dio cuenta de que si le dedicaba tiempo y una constancia en la intención, el tiempo le daría la razón al demostrar que eso era posible.

De todas maneras, la admiración siempre estuvo en la observación y en la faceta fotográfica, que poco a poco abarcaría un gran espacio en su memoria visual, como un anotador siempre presto a utilizar.

Así estacionados o rugientes, los transportes urbanos de cuatro ruedas se constituían en los actores protagonistas de su ficción-real con un argumento bien pensado en el cruce de calles o encendiendo motores inmóviles ante la señal vial en colores; y todo en un marco estético único que no dejaba de ser urbano, ni de tener legras gigantes.

Era la sensación de transcendencia, de pensar que todo eso que miraba, era capaz de trasladar gente; el concepto que se imprimió en su mente y que entendió de manera sobresaliente, con el paso de nuevos años.

El nacimiento de un busólogo

En ese punto es cuando nace un busólogo. Bajo un interés poco común y no menor, que era acaso, lo que lo hacía diferente.

“Desde que nací, recuerdo que me llamaban la atención los colectivos, todo lo que estaba relacionado a este medio de transporte, tanto de media y larga distancia como urbanos”, contó aquél niño que hoy es licenciado en Turismo y profesor de Geografía.

Incluso desde esa edad, él siempre que pedía un colectivo como regalo, recordó. “Siempre verlos pasar en la calle me llamaba la atención los modelos y a medida que fui creciendo, me fui interesando mucho más en el tema, los modelos de las empresas este medio de transporte”, relató.

Al “Loco de los colectivos” -como lo llaman sus amigos- le sirvió muchísimo darse cuenta desde edad temprana que podía capturar todos los cuadros que su retina enfocaba, en una pequeña cámara de fotografía.

De esta manera, comenzó a sacar fotos y siempre en los cumpleaños pedía rollos para poder inmortalizar las unidades urbanas y así, de esa manera, ir armando una pequeña colección que vería la luz a mediados del ’97.

“Yo coleccionaba de todo. Fotos, boletos y frases, tengo folletos con una buena cantidad de todo lo relacionado al transporte urbano de San Salvador y de San Miguel de Tucumán y, finalmente, transporte de larga distancia de todo el país”, contó.

Con el tiempo, otros proyectos tomaron relevancia y el armado de maquetas resultó un destacado saber encubierto que terminó siendo un proyecto con complejidades diferentes que no dejaban de ser atractivas.

Primero por los diseños tenían el toque manual a primera vista y con el pasar del tiempo fueron tomando matices digitales aplicando el uso de la computadora.

“Actualmente realizo maquetas a escala y utilizo algunos programas con las empresas que conocía o que las viajaba; ahora estoy haciendo de maquetas actuales, es para mí un trabajo me gusta, que me lleva tiempo, pero me encanta”, dijo Álvaro con cierto grado de emoción en su voz.

El verdadero desafío

Y es que las maquetas cuentan con detalles notables, tan fieles a la unidad de tamaño real que sorprenden por sí mismas. Ahí estaba impuesto el verdadero desafío; en hallar como tesoro, eso que no se puede hacer de manera fácil, en ver colectivos en menor dimensión y parpadear dos veces para apreciar mejor el conjunto que lleva, perceptible y prolijamente trabajado.

Participar de encuentros nacionales fue muy especial para Álvaro.

Los primeros fueron en Córdoba, La Rioja y Chaco. Ya en el año 2015 se hizo uno en Jujuy.

“Me encargué con otros amigos y vinieron 50 personas de todo el país, que visitaron los talleres de Balut, Evelia y Panamericano. Para mí es un orgullo, porque siempre uno realiza esto con mucho entusiasmo, está bueno porque la gente que quiere se interesa por las maquetas o cuando hacemos algún encuentro, quiere sacar fotos y lo

valora. Es un honor cuando otros busólogos amigos dicen: ‘me gustó tu maqueta‘,‘’quiero tener una‘”, finalizó.

El prototipo más soñado

El primer colectivo creado significó el punto de partida de todo un camino que emprendió, en el año 2007.

“Fue un modelo de Balut y me llevó mucho tiempo realizarlo. Recuerdo que comencé con todo lo que serían los planos, que en ese tiempo era un modelo de carrocería Sudamericana. El plano lo pude conseguir de la página de internet y tenía yo los planos, entonces podía ver todos los detalles y los pude ir realizando en escala”, recordó.

El trabajo se generó en lo que sería el interior. ‘Primero armé los laterales, las ventanas, tal cual como se va armando un colectivo real. Tenía sesenta asientos semi-cama en este caso, con el tapizado y luces.

Luego los detalles del baño, las escaleras, los televisores y luego fui sellando el colectivo con vidrios para, finalmente, terminar con la pintura que está realizada artesanalmente y pintado a mano‘, dijo Álvaro acerca de esta primera obra que realizó en 365 días.

No obstante, gracias a esta maqueta el resultado fue mejor de lo esperado. Porque esta obra le valió una invitación especial para una Feria de Turismo que presentaba un nuevo modelo de la carrocería Sudamericana.

‘En ese momento las autoridades de la empresa, vieron al colectivo de maqueta y junto a Raúl Sardina, un amigo que también realiza maquetas logramos conocer la fábrica de este modelo que está ubicada en Rosario‘, relató.

Entonces resultó ser una gran experiencia poder apreciar en primera persona todo el proceso de elaboración de construcción de un colectivo, desde el chasis hasta la flamante unidad terminada saliendo de la fábrica.

Es así como este modelo le abrió las puertas para ir a otros mercados para exhibir sus obras y mostrarlas al mundo.