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Al son de la tambora

Domingo, 14 de febrero de 2021 16:04

En estas vacaciones estivales y de carnavales tan entrañables, el lector festivo podrá recurrir a los carnavales de la Quebrada, con sus colores tan vivos, sus olores a pan o tortillas en sus parrillas humeantes y la tierra que golpea los rostros sin cesar por el viento de Tilcara o Purmamarca.

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En estas vacaciones estivales y de carnavales tan entrañables, el lector festivo podrá recurrir a los carnavales de la Quebrada, con sus colores tan vivos, sus olores a pan o tortillas en sus parrillas humeantes y la tierra que golpea los rostros sin cesar por el viento de Tilcara o Purmamarca.

Aunque se ha recomendado a la población que se quede en casa mientras la situación del coronavirus sigue sin control, la mejor forma de proteger a los más vulnerables de la sociedad es no participar de las celebraciones y esperar. Tener empatía y aprender a esperar.

Esperar, que llegarán tiempos mejores. Tiempos donde podremos salir libremente, bailar en las calles, cantar y en el recuerdo quedarán los momentos donde tuvimos que permanecer en casa en carnavales, un carnaval distinto. Es interesante cómo trascendió y el color diferente que cobra en cada lugar.

Nuestro Jujuy tiene sus colores: todos conocemos el carnaval del Norte, con sus diablillos, su música de anatas, bombos y erkenchos. Son los resabios de las celebraciones prehispánicas de las culturas que habitaban la Quebrada y Puna.

Sus dioses, sus personajes populares, sus animales y la costumbre de la chaya. Todo esto asociado a una fiesta religiosa andina que empezaba en diciembre y terminaba en febrero. Seguramente el diablito fue una representación de un dios o figura mitológica que el conquistador español al ser ajeno a tal cultura catalogó como diablo, un ser maligno que habita en el Inframundo.

Quizás este ser habita en el "Mundo de Abajo" o Ucu Pacha no era necesariamente maligno ni mucho menos pecaminoso, pues este concepto de pecado de la religión cristiana era ajena a los pueblos andinos pero a fuerza de negociar la coexistencia de ambas culturas, una suerte de camuflaje aceptado pasó a formar parte de la tradición del carnaval, como lo conocemos actualmente en el norte de Jujuy pero también en otros países andinos.

Menos conocido o quizás con menos marketing nacional es el auténtico carnaval de los pueblos guaraníes, asentados en la parte oriental de la provincia de Jujuy.

El pueblo ava guaraní tenía ya su fiesta agraria, celebrando la cosecha del maíz y que coincidía con el florecimiento del "candavare" (Senna spectabilis) cuyas flores anuncian el inicio la "Fiesta Grande" o "Arete Guasu" y el reencuentro con las almas de los que se fueron pero que en esta celebración vuelven para reunirse con los vivos en la fiesta más importante del pueblo guaraní, presente en la Región Verde y Roja de Jujuy, como la bandera del pueblo ava.

Su música está representada por la tambora, anteriormente hecha con pieles de animales como el zorro o iguana y la flauta, sonidos que invaden los oídos en los carnavales de San Pedro de Jujuy al son del pim pim, con las ruedas y sus cunitas con el colorido tipoy.

Los carnavales de Jujuy hicieron que el miércoles Santo les otorgue a las semanas anteriores, marcadas por el Jueves de Compadres y de Comadres un tiempo de permisión.

Esta idea no tenía mucho significado para los pueblos originarios o indígenas. Pero en Europa sí, donde precisamente nació el Carnaval.

Sin embargo no queda libre de "fusiones" en la Vieja Europa, donde las tradiciones paganas romanas se mezclaron con las costumbres y fiestas cristianas- como las famosas Maternalias, antecesoras del "Weiberfastnacht", como se conoce en Colonia, Alemania al Jueves de Comadres.

Precisamente Weiberfastnacht significa Carnaval de las Mujeres y todo se les está permitido a las mujeres ese día. Lo más típico es que recorran la ciudad solas o grupos y corten las corbatas de cuanto hombre incauto se haya puesto una. En cambio la Comadre de Jujuy se desquita cantando coplas "picantes".

Pero el lector se preguntará qué tiene que ver con la música clásica, que es el tema de estas entregas semanales. Será que la música andina, con sus pinquillos y sicuras así como la música del arete guasu con su tambora y sus flautas y en algunas ocasiones el violín, son para los oídos de los jujeños un clásico, la música que siempre fue, es y será.

Y ese es el concepto de clásico, algo que siempre es.

 

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