Cerafino Malhumo, dueño del boliche, les dijo que les cambiaba el doblón por lo que pudieran beber, siempre que lo invitaran, y entones se sentó a la mesa de AtanahuelPuamani y Espirituoso Guano, mandó a su nieta traerles una damajuana de chicha de maíz nacido y sirvió la primera de lo que fueron muchas vueltas.
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Cerafino Malhumo, dueño del boliche, les dijo que les cambiaba el doblón por lo que pudieran beber, siempre que lo invitaran, y entones se sentó a la mesa de AtanahuelPuamani y Espirituoso Guano, mandó a su nieta traerles una damajuana de chicha de maíz nacido y sirvió la primera de lo que fueron muchas vueltas.
Como les dije, nos dijo Pierro, eran los carnavales por esos días y empezaron a imaginar en trío la de correrías que se pegarían tras el Pujllay, la de mozas a las que enamorarían con esa modesta riqueza y la de sonrisas con las que despertarían, pero como la chicha de maíz nacido es machadora y Malhumo les dijo que el pago alcanzaba para lo que pudieran beber, le hicieron caso y la cosa se puso extensa.
Densa y extensa, dijo Pierro, porque los que la recuerdan aseguran que al segundo día ya no se les entendía una palabra de lo que decían, si es que hablaban de algo además de balbucear, pero lo cierto, y en eso concuerdan todos, es que se reían como si alguien hubiera dicho algo gracioso. Riñón de fierro tendrán, comentaban unos con otros porque nadie los vio levantarse para acercarse a la letrina, y así se fue evaporando el almanaque.
Algunos dicen que se la pasaron bebiendo las nueve noches de la fiesta, otros dicen que más, nadie sabe a ciencia cierta cuanto duró la cosa y ahí estaban, como estatuas de plaza, consumiendo la chicha de la chichería y mandando a buscar más, cosa que terminó fundiendo las arcas de Malhumo. Así suelen ser las cosas, dijo Pierro, y a veces así siguen pasando.